apostol (1)Cosecha Roja-. Rubén Darío Ocanto fue uno de los hombres que protagonizó la revuelta más sangrienta en el penal de Sierra Chica en abril de 1996. Fue en Pascua, por eso se los llamó “Los Doce Apóstoles”. Desde 2009 vivía en Villa Oculta, uno de los barrios más peligrosos del oeste de Santa Fe.

El domingo lo encontraron tirado en la vereda de tierra, en la puerta de una casa de chapas, con cinco tiros entre la espalda y el abdomen. Tenía puesto sólo un pantalón corto y zapatillas. Nadie sabía que se trataba del apóstol arrepentido.

Parecía un crimen más. Uno de los tantos que están ocurriendo en la zona. Sus vecinos no sabían que ese hombre, que tenía una cicatriz que le atravesaba la mejilla izquierda hasta la oreja, se llamaba Rubén. Las pocas veces que hablaba con alguien, le decía un nombre falso. Cuando tenía que hablar con otra persona, inventaba otro nombre nuevo. Trabajaba solo juntando basura en un carro tirado por caballos.

“Llegó con libertad condicional y se resguardó en el barrio, sin socializar con los vecinos. Incluso daba a conocer distintos nombres para ocultar su verdadera identidad”, dijo una alta fuente policial.

Rubén Darío Ocanto estaba tapado. Un vecino lo había envuelto en una toalla que tenía estampada la cara de un tigre. Así lo encontró la Policía cuando fue a trasladar el cadáver a la morgue del Hospital “José María Cullen” de Santa Fe. Hasta anoche nadie lo había reclamado.

Cuando Ocanto tenía 40 años estaba en el penal de Sierra Chica cumpliendo una condena de 22 años por haber matado a una persona para robarle. Junto a otros internos decidió tomar el penal. Tomaron 17 rehenes –entre ellos a una jueza–, mataron a siete presos de las formas más violentas, llegando incluso a descuartizar cuerpos, y practicaron el canibalismo.

En el año 2000, Ocanto dio detalles de la revuelta. No dijo nada del resto de los once apóstoles, pero explicó que lo obligaron a participar del motín. Lo habían amenazado con matarlo, dijo.

 

(Con información de Agencia Santa Fe)