MDMA: el polvito del amor

El prohibicionismo o la “guerra contra las drogas” frenó la investigación científica pero no el consumo: ni el recreativo ni el problemático. ¿El MDMA podría pasar de droga peligrosa a medicina psiquiátrica?

MDMA: el polvito del amor

Por Cosecha Roja
16/10/2019

Por Soledad Vela

Esa tarde había tocado Hernán Cattaneo para 13 mil personas durante seis horas. Fue un reencuentro multitudinario de la ciudad y la electrónica: sobre el pasto, al aire libre, bajo el sol. Una experiencia que combinó música, sustancias psicoactivas y baile. Los abrazos fueron la síntesis de esa mezcla hasta el atardecer. La escena electrónica local se volvió más popular y masiva en los últimos años: atraviesa a clases sociales y a nuestra cultura igual que el vino y el rock. Todos los fines de semana otros y otras djs se ponen al frente de las cabinas para crear una narrativa junto a los dancers. Lo que amplía ese dúo y lo convierte en un triángulo amoroso es la MDMA, más conocida como éxtasis, emedé o cristal.

La MDMA es una droga que está dentro del grupo de los psicodélicos como el LSD y la psilocibina: aunque es más empatógena que psicodélica porque puede generar, en muchos de los casos,  sentimientos de amor y confianza entre las personas. Su consumo, si bien está asociado a las fiestas electrónicas, también existe en otros contextos como el terapéutico. En Estados Unidos por ejemplo se usa para tratar a personas con trastorno de estrés postraumático (TEPT).

En nuestro país y en el mundo existen las drogas legales y las drogas ilegales. Enzo Tagliazucchi es Licenciado y Doctor en Física e investigador del CONICET y estudió la relación de los psicodélicos y el cerebro. Considera que la historia entre la neurociencia y los psicodélicos es una de amor prohibido: “Con la investigación de la MDMA hay algo interesante y trágico a la vez, a diferencia de otras drogas que también tienen un potencial terapéutico -como el LSD- se prohibió después de los ‘70 cuando ya una comunidad de psicólogos y psiquiatras había obtenido resultados increíbles en sus pacientes tratados con MDMA”. El consumo recreativo explotó en los ‘80 y en 1985 la DEA la clasificó como una droga con un alto potencial de abuso y sin usos científicos y médicos, a pesar de que -aclara- si se ordenarán las drogas según el daño que pueden ocasionar, la MDMA está por debajo de drogas con las que ya convivimos como el alcohol y el tabaco.

Un informe de la Sedronar sobre la situación local del consumo de sustancias destacó que el de éxtasis aumentó un 200% entre 2010 y 2017 entre jóvenes de 12 a 17 años. Y la iniciación, que antes era a los 16, ahora es a los 14 y medio. Por otro lado, se triplicó el consumo de cocaína y aumentó el abuso de alcohol.

El prohibicionismo o la “guerra contra las drogas” frenó la investigación científica, pero no el consumo: ni el recreativo ni el problemático. Por eso, existen organizaciones sobre la reducción de daños como Échele Cabeza (Colombia), Energy Control (España) y PAF (Argentina). PAF es un proyecto que surgió después de la tragedia de Time Warp. Tomás Pérez Ponisio es el coordinador del equipo de voluntaries y activa para sacar a las drogas del closet: “Las personas salen para pasarla bien. Por lo tanto, decir que ‘todo consumidor es un adicto’ es erróneo. Nosotros venimos a reducir los riesgos pero también a gestionar el placer”. Según el último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) solo uno de cada diez usuarios de drogas tiene un consumo problemático. Y a su vez, esa oficina propone un abordaje desde la salud pública con estrategias de prevención y servicios de rehabilitación.

Carolina es diseñadora y usuaria de MDMA. Amante de la música y de la danza. Vive hace un año en España pero viajó en febrero pasado para compartir la fecha de Cattaneo con sus amigos y amigas. En ese viaje se dio cuenta de la necesidad que tiene de esa conexión personal que experimenta en cada salida: “Estudié mucho el MDMA porque no podía creer que una droga me hiciera bien cuando siempre me habían dicho que hacían mal”. Había estado casi dos años con una depresión muy profunda, pasó por una internación, fue a psicólogos y psiquiatras y nada la ayudó hasta que usó por primera vez “cristal” en una fiesta: “Me volví a conectar conmigo y me pude relacionar con otras personas de una manera hermosa. Me empoderé muchísimo, empecé a cuidarme con la alimentación y dejé de fumar. Fueron dos años en los que cada fiesta era como un retiro espiritual”.

Los usuarios de drogas pueden ser diversos, pero todos deben ser sujetos de derechos. Desde aquellos que usan drogas para paliar un dolor hasta los que lo hacen para pasarla bien. Juan Ignacio Lozano, integrante de RESET -organización que promueve una política de drogas respetuosa de los DD. HH.- y Licenciado en Trabajo Social, defiende el uso recreativo de las sustancias: “Los derechos humanos tienen que ver con el respeto a las decisiones individuales si no hay daños a otras personas, la libertad de uso de las sustancias y al acceso a la información. Tenemos que fortalecer el debate público entre las organizaciones sociales, legisladores y comunicadores para ponerlo en agenda”. Además, elige hablar de consumo problemático -en lugar de adicción- porque implica pensar en un conjunto complejo de situaciones que generan que una persona tenga una relación de dependencia con una sustancia.

Enzo Maqueira es escritor y usuario de drogas. En 2014 publicó Electrónica donde la música funciona como la banda sonora de todos los consumos de una sociedad atravesada y modificada por la electrónica. La “pasti” le hizo un click y se reencontró con su espiritualidad. Además, como fue siempre bastante tímido, lo ayudó a conectarse con otras personas, en especial, con las mujeres: “Todos los códigos de levante heteronormativos -incluso la heteronorma- son puestos en tela de juicio. Porque no media el lenguaje sino el cuerpo. Y aunque sea una fiesta del sistema, es antisistema por la empatía: sentir ese amor universal te hace mejor persona y te enseña sobre la solidaridad, el respeto y la responsabilidad”. Cree que es necesario hablar sinceramente sobre drogas: porque hay poca información y muchos prejuicios.

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La Asociación Multidisciplinaria para Estudios Psicodélicos (MAPS) inició una investigación para que se saque a la MDMA de la lista de drogas peligrosas. El estudio está en la fase más avanzada y si supera ese estadío, deberá ser reconocida como una medicina psiquiátrica. Rick Doblin -fundador de la MAPS- imagina en su charla TED un futuro en el que todavía más personas con trastorno de estrés postraumático mejoren y se recuperen gracias a la terapia con MDMA: un estudio sobre 107 pacientes demostró que al final del tratamiento un 23% ya no tenía TEPT, pero con el uso de MDMA, el resultado se duplicó a un 56%. Entonces, se anima a soñar un poco más: que puedan usarla todas las personas que lo deseen para su crecimiento personal, la inspiración artística o  una experiencia espiritual.

Las personas que usan MDMA en fiestas electrónicas buscan y reclaman información para decidir sobre sus consumos: desde el boca en boca entre amigos hasta la consulta en Argenpills, el único foro con data de las pastillas que circulan en el país. Cambiar prohibición por información es un desafío de las políticas públicas sobre drogas: para acompañar a las que tienen un consumo problemático y no criminalizar a las que tienen un consumo con fines recreativos o terapéuticos. Para eso, se deben escuchar, conocer y comprender las experiencias de los usuarios que generan a su vez estrategias colectivas de cuidado y conocimiento. Porque mantener a las drogas en la clandestinidad pone todavía más en riesgo a los jóvenes que igual se van a iniciar en el consumo de sustancias legales o ilegales. Quizás este sea el momento de hacer el amor y ya no la guerra.