Cosecha Roja.-

Un preso del penal de Almafuerte murió ayer en el Hospital Central de Mendoza. Hacía varios días estaba en terapia intensiva, por traumatismos de cráneo y coágulos en la cabeza. Matías Marcelo Tello Sánchez, de 21 años, había pedido hace más de un año que lo trasladaran al penal de San Felipe, porque donde estaba los guardias lo torturaban. Aunque ganó el recurso de hábeas corpus y estuvo en esa y otras cárceles, lo llevaron de nuevo a Almafuerte y allí murió. Estaba preso desde hace dos años, pero aún no tenía condena.

En marzo del 2010, Matías Tello y Andrés Yacante cometieron un robo con armas de fuego y días después los capturaron. Ambos estuvieron en el penal de San Felipe, pero como eran adultos jóvenes –tenían 19 años–, los llevaron a Almafuerte. En esa unidad penitenciaria comenzaron a sufrir torturas. Se supo que Matías Tello era sobrino de un preso al que apodaban “El Casca”, que había denunciado hace unos años a los “descuartizadores” del penal, guardias y presos que mataban a otros internos.

En marzo del 2011, apareció en youtube y en distintos noticieros un video en el que guardias penitenciarios  de San Felipe torturaban a presos jóvenes del penal. En el círculo de la cárcel, comenzaron a decir que Andrés Yacante y Matías Tello fueron los que le entregaron un celular con los videos a un abogado de Derechos Humanos. Ellos negaron haber tenido contacto con algún video, pero insistieron en otras denuncias.

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De San Felipe los trasladaron a Almafuerte. En junio de ese año, ambos pidieron que los trasladaran de nuevo al penal de San Felipe, porque en Almafuerte sus vidas corrían peligro. Con lujo de detalles, ambos jóvenes, defendidos por el abogado Carlos Varela Álvarez, le dijeron al Juzgado de Garantías Nº 1 cómo eran las torturas que padecían y quiénes intervenían en ellas.

En julio de ese mismo año, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos declaró que los dos presos, de 20 años, estaban en situación de riesgo agravado por haber revelado las torturas de las que eran víctimas en Almafuerte. El recurso de hábeas corpus les fue concedido y comenzaron un largo periplo por otras cárceles de la región. Matías Tello estuvo en San Felipe, en Tunuyán, volvió a San Felipe, luego fue a Almafuerte, lo devolvieron a San Felipe y de allí regresó a Almafuerte.

Las amenazas no desaparecieron en los meses de traslados. Andrés Yacante y Matías Tello aún eran recordados como los presos que filtraron los videos de las torturas. El padre de Matías, Ricardo Tello, había presentado hace pocos días una denuncia penal en la que manifestaba que su hijo y su sobrino eran golpeados y maltratados constantemente.

El lunes 29 de octubre, Matías se sintió enfermo. Su padre dijo a la prensa mendocina que ese día el joven estaba triste y desganado. El martes se desmayó. Parecía que no aguantaba un día más en la cárcel. Andrés Yacante lo llevó a Sanidad, la misma dependencia que ambos habían denunciado como lugar de maltratos. Lo atendieron durante un par de horas y luego lo dejaron en un “cruce”, uno de los lugares del pabellón carcelario que no están custodiadas por cámaras de seguridad. Allí, los guardias lo encerraron semidesnudo y lo dejaron al cuidado de su primo Andrés. Más tarde, Matías se volvió a poner mal. Yacante lo cargó en hombros y lo dejó de nuevo en Sanidad: “Está inconsciente”, le dijo a un enfermero.

Esa tarde, lo llevaron de Almafuerte hasta el Hospital Central, donde ingresó a Terapia Intensiva. Los médicos dijeron que tenía coágulos en la cabeza y que padecía de traumatismos craneales. La Secretaría de Justicia informó que Matías Tello falleció ayer; el papel decía que desconocían la enfermedad del muchacho.

Matías Tello nunca fue juzgado. La Cámara Sexta del Crimen había programado para el viernes 2 de noviembre el juicio abreviado por el delito de robo cometido en grado de tentativa con uso de armas. La pena hubiera sido inferior a cinco años de prisión.

Las torturas

El 10 de junio del 2011, Matías Tello declaró ante el Juzgado de Garantías Nº 1. Pidió que le concedieran el hábeas corpus, porque sentía que su vida estaba amenazada: “Que por favor nos ayuden, porque después, ahora cuando nos lleven a la admisión nos van a pegar”. Este fue su testimonio:

Tengo veinte años de edad y estoy a disposición de la Sexta Cámara del Crimen. Desde que ingresé me hacen el trencito, me meten el dedo en la oreja, en la boca, los mismos encargados me dicen que “ya me van a entregar”. Nos suben los calzoncillos para arriba, sin motivo me pegan, no les digo nada, e igual me pegan. Ayer me cambiaron de pabellón, me estaba cambiando la camisa y uno me dijo “ya se está demorando mucho”, me agarró y me pateó las zapatillas. Ayer, mientras me trasladaban, uno le dijo a otro “mirá, ya está temblando”, y me agarró y me tiró al piso. Ahí me hicieron arrastrar las cosas y me empezaron a arrastrar, me llevaban de los pelos, y me llevaron a la celda, y me tiraron gas pimienta, y me dijeron “andá puto, andá a refregarte”. Me limpié los ojos y se quedaban ahí riéndose. Está el Oficial “Milanga”, que está a cargo de toda la requisa y les dice a todos que nosotros somos policías, nos culpan del video de las torturas, y ahora siguen peor que las torturas, tirito del miedo, me apuntan con la escopeta, sin motivo lo hacen, nos dicen “estos son los policías”. Las personas que nos hacen esto le dicen “el grupo”, y son fácil treinta, siempre cambian, aparecen unos y después otros. El personal nos busca para que reaccionemos, nos tiran las tortas, ayer le pegaron a un tal Diego, en las costillas, en todos lados, con las manos, con los escudos, eso cuando le hicieron el traslado. Nos tiran el shampoo en la cabeza, la yerba al piso, el detergente en el cuerpo. Todo lo que nos hacen es siempre sin motivo, es casi todos los días, desde que ingresamos. Antes y después del video, ahora es peor. El otro día se armó una pelea entre Estrada y López, dos chicos que están en el pabellón y entraron los del grupo y nos pegaron, nos hicieron el trencito, nos hicieron meter en ropa interior en la garita y empezaron a levantarnos los calzoncillos. En San Felipe no era así, acá no, acá pegan y pegan. No me corto los brazos pero cuando los chicos se cortan los del grupo te llevaban a Sanidad y te pegan, lo mismo cuando te está revisando el médico, lo mismo te están pegando.

Todo el día estoy encerrado. De día nos sacan a las ocho de la mañana y a las diez estamos encerrados de nuevo. Al otro día, a las dos y nos vuelven a encerrar al rato. Varían los horarios pero siempre son dos horas de recreo.

La comida llega siempre tarde, nos la dan siempre fría, no tenemos utensilios, usamos la tapa de la vianda que es de aluminio, no tenemos agua caliente ni tetera, no desayuno nunca yo, el encargado nos tira las tortas, es gordito, mide un metro setenta aproximadamente, de unos veintisiete, treinta años. No le podés decir nada porque nos amenazan con el grupo y el encargado del módulo. Tres días antes del motín, otro encargado nos amenazó, en horas de la tarde, nos dijo “ya los voy a entregar a ustedes dos, los van a matar como una chinche”.

El médico es peladito, con lentes, tez blanca, de cincuenta años, flaco, de un metro setenta aproximadamente. Ayer estuvo ahí en el pabellón para revisarnos como a las cuatro de la tarde. El personal penitenciario nos daba cachetones y el médico estaba ahí. Estire los brazos y ahí le dijo uno del grupo al oficial que me estaba revisando “mira, tiene miedo”, estaba el médico ahí.

Les tengo miedo ya, es la primera vez que me pasa, me pongo nervioso, y eso que no tengo nada dentro de la celda, te pegan porque tienen ganas. Me tiritan el cuerpo, las manos, los brazos. Hoy nos mantuvieron parados una hora y media, mirando la pared cuando entró el grupo y me tiritaban las manos.

Mi tío es Marcelo Tello, el fue testigo de los descuartizadores, y al lado del pabellón está uno de esos y el encargado me amenaza con entregarnos, me dijo “ya le vamos a decir al Picuru, que éste es el hijo de Casca”. Me cruzan con los mayores, un día me llevan a jefatura que está afuera del pabellón y ellos no se equivocan, el encargado me dejó en la de afuera y me dejaron solo y esposado, y se reían. Después me dijeron que era mentira que me llamaban en Jefatura, sino que tenía que ir a Sanidad, y ahí me controlaron y me volvieron a llevar a la celda. Por eso, cuando me piden ir a Sanidad no voy, prefiero quedarme en la celda. Una mañana le conté a la asistente y al psicólogo que se llama Francisco, le dije que nos pegan.

Yo estaba en San Felipe, estuve un año y un mes, en el módulo 4B; estábamos con mi primo los dos solos, después nos cruzaron al módulo 4A. Después nos trasladaron a Tunuyán, después volvimos a San Felipe y ahora estamos en Almafuerte. Nunca tuve problemas mientras estuve en San Felipe, ni con el personal ni con los internos. El recreo era de siete a siete, estábamos ahí en el pabellón.

Que por favor nos ayuden, porque después, ahora cuando nos lleven a la admisión nos van a pegar. Es todo cuanto tengo que decir al respecto.