patrulleroJuliana Mendoza – Cosecha Roja -.

Mirta Martínez esperaba en la camioneta de la Policía Federal a que la llevaran a la comisaría N°12. Era sábado a la noche y a la oficial de la División Asuntos Jurídicos de la PFA no le pusieron esposas. Estaba tranquila, se peinaba el pelo con los dedos y cruzaba las piernas. Dentro del PH de Alberdi 1430 estaba el cuerpo de Rocío Guevara, su hija de 12 años, con un tiro en la sien. “Dejen de decir que la nena se suicidó. Si tu hija se mata, estarías totalmente desesperada. Esta mujer estaba normal”, dijo a Cosecha Roja Alicia Bolognesi, la vecina y testigo que estuvo en la escena del crimen. Hoy la hermana de la niña reconoció a la Martínez como la responsable del crimen: “mi mamá mató a mi hermana”. La mujer se negó a declarar y seguirá detenida.

El SAME llegó al número dos del departamento de Caballito a las 23.30. Rocío ya estaba muerta. La comisaría N°12 quedó vacía esa noche: siete patrulleros estacionaron frente a la puerta del PH e impidieron el paso de los vecinos curiosos entre las calles Puán y Miró. Los peritos y Bolognesi entraron a la casa.

Eduardo, el carnicero del barrio y amigo de la familia, también quiso entrar a la casa pero la policía lo detuvo en el pasillo. A unos metros, Martínez esperaba el traslado a la comisaría. “Estaba tranquila”, dijo Bolognesi. Cuando se la llevaron, la vecina -que es evangelista hace unos años-, se fue a su casa y rezó. A las siete de la mañana abrió las ventanas del cuarto y vio cómo los forenses sacaban el cuerpo de Rocío.

En la madrugada del domingo, antes de que se llevaran el cuerpo, apareció Alejandro Guevara, el papá de las chicas. Era subcomisario de la Federal pero está retirado. Se había separado de Martínez hacía unos años y ahora vive en Villa Celina, en el partido bonaerense de La Matanza. Llegó a Caballito con el resto de los parientes: lloraron con desesperación en la vereda que cercaban los agentes.

Rocío Guevara estaba en séptimo grado del colegio Marianista, que quedaba a tres cuadras de su casa. Hoy el colegio estaba cerrado por duelo. El boca en boca del barrio decía que Martínez le pegaba a la hija en la calle. “Dicen que ella estaba de novia y se quería sacar de encima a la nena”, contó Bolognesi. Esta tarde comentaba la relación madre e hija con el dueño de “Mare”, el local de ropa de la esquina de Alberdi y Miró, al lado de su casa y a metros del PH dónde vivía Rocío.

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En la comisaría Martínez le dijo a la policía que la noche del sábado miraba una serie de televisión con las hijas. Tuvo una discusión con Rocío. La nena fue al cuarto, tomó la pistola reglamentaria de la mamá y se disparó en la cabeza. La versión policial dice que la otra hija de la mujer, de 13 años, llamó al 911 y corrió hasta la casa de la vecina, en el departamento número uno. “Mi mamá mató a mi hermana”, gritó.

La justicia espera los resultados del barrido electrónico para establecer si hay rastros de pólvora en las manos de la joven o de la mamá. Este estudio es clave para saber si Rocío se suicidó o si la mamá la mató. Esta tarde no quiso declarar ante el juez Guillermo Carvajal y quedó imputada por “homicidio calificado por el vínculo”. Si se llega a comprobar esta versión, podría tener una pena de prisión o reclusión perpetua.