“Presa. Un decálogo del caso Milagro Sala” es un libro editado por Eme que  compila ensayos de diez autores, escritores, periodistas, militantes, científicos, etc. a partir de diez palabras claves que interrogan el caso Milagro Sala desde los bordes del entramado mediático-político-judicial: mujer, bolsos, amenaza, democracia, género, justicia, utopía, cantri, acampe, organización. Aquí publicamos el prólogo, escrito por Verónica Stedile Luna.

presa

“¿Y si es inocente por qué no sale?” La pregunta, tantas veces oída con incredulidad y paciencia, formulada por el sentido común -que puede ser cualquier cosa menos, él mismo, inocente- acicateó el deseo de hacer este libro. Una y otra vez, durante más de 560 días desde el 16 de enero de 2016, esa pregunta fue el escollo donde naufragaban las discusiones. No es fácil responder a la demanda ansiosa, facticista y vigilante que la promueve, porque para disponernos a hablar partiendo de ese punto es necesario hacer transitable una distancia que se presenta como un campo minado de eso que hoy llaman grieta.

La idea de grieta es sin dudas totalizante y reaccionaria, no tanto por haber sido concebida como fogoneo electoral en los medios operadores, sino por lo que sustenta. Nominar al conflicto social como grieta es una manera de poner en el horizonte de la política el consenso tolerante; el desacuerdo se sintomatiza como un “mal” porque lo deseable sería “llevarnos bien entre los que pensamos diferente”, es decir, mantener las ideas en el plano de las ideas, y los flujos económicos controlados según las demandas de riquezas. La grieta como caracterización sociológica es, en definitiva, la confinación de la cosa pública a las construcciones de partido. Nominar el conflicto como grieta es, a su vez, capturar a los sujetos en posiciones por las que son hablados y con ellas conquistar el terreno de ciertas palabras para que así, con solo ser pronunciadas sepamos automáticamente qué debemos pensar.

“¿Y entonces, si es inocente, si está presa por mujer, por india, por negra, por qué no lo demuestra?” De la defensa a la acusación hay que trazar un camino – para luego ver que tal vez quisiéramos estar en otro, y sentarnos a la mesa del domingo en familia bajo la pasión de otra pregunta ¿por qué es arbitraria su detención?, y ¿por qué el Gobierno de la Alianza Cambiemos PRO-UCR decidió asumir el costo político de ignorar a los Organismos Internacionales que reclaman la inmediata liberación?, ¿qué es lo que esta democracia y esta justicia han encerrado de Milagro Sala en Alto Comedero?

Trazar ese camino, recorrer la distancia, supone el desafío de alojarnos en los bordes del sentido común, en las palabras que han conquistado la opinión de todos, esas que hacen mover la cabeza en gesto de escándalo, de aprobación, de indignación enérgica, de entusiasmo. Millones, bolsos, amenazas, acampe, mujer, justicia, cantri, organización, democracia, utopía. Hasta el cansancio se ha hablado de los millones que recibía esta mujer, de los bolsos con olor a dinero, de las amenazas que profería como práctica de amedrentamiento político, de hacer justicia contra la corrupción, de un cantri donde las casas no tenían escritura, de la Organización Tupac Amaru como ejército que instalaba la putrefacción en el corazón de la utopía democrática de los tres poderes para esta nación argentina. Menos se ha hablado del montaje mediático que significaron esos bolsos, del imaginario histórico de lo que cabe en una bolsa, de las amenazas que recibieron distintos integrantes de la organización para declarar contra Milagro Sala, de en qué consiste la amenaza que es Sala para Gerardo Morales –está claro que una amenaza real para la cual han lanzado todos los perros de caza a reducirla. Menos se ha hablado de un tipo de vida democrática que se experimentaba en el Cantri como comunidad de los que no tienen comunidad. En definitiva, de lo que no se habló es de ese tipo de utopía por la cual los pobres no solo alcanzan lo que necesitan para vivir sino que son capaces de desear otra porción de mundo, distinta de aquella que les tocaría en parte en su condición de pobres.

Y trabajan en ello. Y hasta osaron señalar la diferencia entre el bienestar económico como beneficio o acción programática de gestión ejecutada hacia abajo (la exigencia de Gerardo Morales a los cooperativistas de que se re-empadronen en la provincia) y el bienestar como toma de la porción pública en las discusiones (decidir hacer un pileta, una fiesta de carnaval, escuelas y terciarios con orientaciones propias, etc.). La diferencia entre ser empleado y ser trabajador. Una lección que hoy señala hacia la gran deuda recientemente contraída por el Gobierno Nacional –tenemos el dinero, ya no tendremos más por un tiempo prolongado, la capacidad soberana de discutir los reversos de su ejecución.

Esas diez palabras fueron entregadas a diez voces distintas con el propósito de restituirlas a la zona de conflicto, a las sedimentaciones de sentido, para dar cuenta de un estado del caso desde esos equívocos. María Pía López, Diego Tatián, Esteban Rodríguez, Melina Gaona, Mariano Pacheco, Estela Díaz, Ezequiel Lopardo, Ileana Arduino, Agustín Arzac, Julián Petruleviius y Elizabeth Gómez Alcorta. Firmas y cuerpos capaces de adherir aquí, cada quien a su manera. Las miradas del feminismo, la filosofía, el derecho penal, el derecho civil, la paleontología, la militancia sindical, la militancia territorial, el periodismo, la teoría política y la edición cruzaron las escrituras de PRESA. Un decálogo del caso Milagro Sala. María Pía López insistía, ya por el 2015, en pensar la política desde la fragilidad, eso que otros también llaman supervivencia; un pálpito como principio de esperanza y como desafío, porque muchos y muchas quedamos impávidos ante el tipo de destrucción que en brevísimos meses se operó sobre la Tupac. Es entonces cuando conviene recordar que los movimientos emancipatorios también son frágiles, también inconclusos, y por eso mismo recomienzan (¡y a eso le temen tanto!). Otro deseo entonces para este libro: que en estas diez entradas y su epílogo –a cargo de Melina Gaona– aparezca la fragilidad y con ella la potencia de Milagro Sala. Ahí una pista para hacer transitable ese camino que va de la acusación a la defensa, y demorarnos antes de responder a la pregunta que exige datos, que reclama pruebas.

El fósil como adivinación pagana

Imagino una curiosa nominación en algún siglo próximo. Organizaciones, espacios, agrupaciones, lideradas por jóvenes o no tanto, que se llaman, se nombran “Tupacsala”. Dos nombres se superponen, pero no se hacen uno, no se vuelven homogéneos, ni asimilables; como la sedimentación de partículas en las rocas de mar no se funde en la roca, Tupacsala mantiene una androginia que en un futuro tal vez opere aunque se ignore.

Por la forma misma del tiempo, siempre cargado hasta explotar, esa imagen futura que imagino es la supervivencia de trescientos cincuenta millones de años que en un presente como este dio con el nombre “Tupacsala”, dio con científicos argentinos en la localidad de Guandacol (La Ríoja), que hallaron un nuevo género y familia de la libélula y la nombraron, para el mundo, para todos los diccionarios de taxonomías y entomología, como

“Tupacsala niunamenos”. Curioso hallazgo el fósil de cientos y millones de años para una libélula, bicho algo mítico y no extinto hoy. El fósil es una huella, la forma de aquello que no sufrió el proceso de descomposición habitual, y por eso mismo en muchas ocasiones incluye restos de construcciones orgánicas. Por eso hay algo viviente en él que la rutina del tiempo mantiene; aunque también puede desaparecer para siempre en la poca destreza del hombre que parte la roca sin cuidado. Fragilidad y supervivencia que nos hacen imaginar que el nombre mismo, “Tupacsala”, sea un fósil del sentido cuando las generaciones aún no nacidas se rebelen contra el desprecio de la dominación, y en ese nombre compuesto se mantengan las huellas de lo que todavía vive: una libélula, un nuevo género, para respetar la nominación científica. La imagen de tapa de este libro es un plano detalle, maximizado, de ese fósil, que ya no sabemos si nos muestra un universo o un muro roído por el tiempo.

Estas profecías no pueden ser sino paganas. Elizabeth Gómez Alcorta usa dos palabras que van en este sentido. Cita a Milagro Sala diciendo “soy devota de Evita”. Cómo no hacer resonar ahí a Leónidas Lamborghini y Eva Perón en la hoguera, “por él. a él. para él. al cóndor él si no fuese por él a él.”, Eva prendida fuego –santa mutilada– por esa liturgia profana; Milagro cazada por la profanación del gasto, por hacer del derroche, el exceso, una experiencia del goce. Pero Milagro no es solo devota, es también, para Gómez Alcorta, lideresa. Palabra omnívora y difícil de asimilar. La lideresa no es solo el femenino de “líder”; acumula en ese vestigio de condesa (sangrienta), vampiresa, lo específico de una feminidad disidente, de un modo de construir el mito que se desmarca cada vez que lo quieren desmantelar. El fósil entonces como huella de un mito entre la devoción, lo profano y la excedencia. El fósil como adivinación pagana.

Hacer huella en la roca es cosa de monstruos

Hay una afirmación de Blanchot que me gusta mucho: “El comunismo: eso que excluye (y se excluye de) toda comunidad ya constituida”, y a la que pego otra de John William Cook como respuesta: “En Argentina, los comunistas somos nosotros, los peronistas”. Me gusta ponerlas en serie, pegadas –incluso hasta la incomodidad de lo ridículo– porque lo paradójico, lo monstruoso de ciertas mescolanzas y acumulaciones, pero también la inesencialidad identitaria, son los modos en que el peronismo más se ha acercado a lo revolucionario. La Organización Barrial Tupac Amaru y Milagro Sala habitan en esa contradicción. Melina Gaona, como María Pía López insisten en la diversidad que alojó el trabajo de las cooperativas: mujeres trans, solteras, obesas, lesbianas, expresidiarias, alteridades ininterrumpidas de clasificación cívica (sexo / estado civil / salud / prontuario). La bandera de la Organización tiene tres figuras: Tupac, Evita y el Che; sería reducir la singularidad de cada una esforzarnos por encontrar la línea identitaria que las une, más bien nos vale reconocer su continuidad en aquello que de cada uno se excluye de la puesta en serie. La vida cotidiana en el Cantri también se experimentaba en esa paradoja: los carnavales, los chicos tirados al sol en la pileta, las peñas, no impedían una exigencia casi intransigente por parte de Milagro Sala para que todos terminaran la escuela, y se cumplieran las jornadas laborales. Diego Tatián condensa estos i-representables con dos expresiones-programas de los movimientos emancipatorios: “excedencia de la vida respecto de las formas” y “nunca bloqueo del deseo por el procedimiento”.

Cuando se habla de que las casas del “Cantri” no tenían escritura, y que por lo tanto eso des-poseía a quienes las habitaban porque carecían de la propiedad que los pudiera volver autónomos frente al poder de la autoritaria Sala, recuerdo esa vieja idea anarquista de “derribar al patrón pero sin pretender ocupar su puesto”, una manera de no concebir la emancipación según el único modelo de acceso a la riqueza y al poder. Quienes leen en la ausencia de escrituras de propiedad una forma de precarización, afirman su concepción de dignidad más ligada a la propiedad privada que a la vivienda digna. No pueden leer, desde ya, la posibilidad de vida bajo otras lógicas que las disponibles en el capitalismo. La Organización Barrial Tupac Amaru fue más lejos en su modo de articular “interés común” e “interés material”; derribar al patrón, no ocupar su puesto.

Por otra parte, resulta paradójicamente reveladora la acusación de “usos discrecionales del dinero” de la Organización Barrial Tupac Amaru. Habla, como suele suceder, más de quienes acusan que de los acusados, la acusada. Seis mil viviendas no pueden referir una discrecionalidad. Dejar afuera del negocio de la construcción a las empresas de siempre, sí.

La construcción de viviendas de la Tupac es un agujero en los lenguajes de nuestras legalidades. Por eso resulta difícil discutir la noción de estado paralelo, porque nos arrastra a su propio régimen de verdad, cuando la experiencia de la Tupac habla, por el contrario, de un pensamiento que no entregó al enemigo la definición y el control de sus conceptos fundamentales. Milagro Sala dejó una huella donde parecía imposible, en el extremo norte argentino, árido y selvático a la vez, inaudible en los campos prósperos de la soja, exuberante para los dueños de grandes empresas que viven del consumo de otros cuerpos (las mineras, los ingenios). Milagro Sala dejó huella en la roca, toneladas de cemento tienen su legado. Roca que pegada al ojo puede ser una constelación. Huella en lo árido como dejan los monstruos, los de garras pesadas, con ese regocijo no extinguido, con alegría relampagueante, como cantaba Arguedas. Exceso y fragilidad donde otros solo quisieran ver desierto.

Los autores del libro son: Diego Tatián, María Pia López, Elizabeth Gómez Alcorta, Estela Diaz, Ileana Arduino, Julián Petrulevicius, Esteban Rodríguez Alzueta, Ezequiel Lopardo, Agustín Arzac, Melina Gaona, Mariano Pacheco.