Cosecha Roja-

Mateare, un departamento de Nicaragua, era dominado por cinco pandillas que se disputaban el territorio. Un programa de reinserción social logró cambiar este panorama y mejorar la relación entre la policía, los jóvenes y los pobladores. Esta iniciativa permitió la libre circulación en parques y plazas públicas que estaban tomadas por pandilleros. El 85% de estos jóvenes fueron integrados al mercado laboral y la escuela. La policía pasó de ser el enemigo a organizar la logística de los campeonatos de fútbol y a participar en los encuentros deportivos.

La campaña fue un trabajo conjunto de la policía, la alcaldía, los líderes comunitarios y los familiares de los pandilleros. Los jóvenes participaron en seminarios de prevención del delito, cursos de capacitación laboral y distintas actividades recreativas que facilitaron su integración a la sociedad. El proyecto -coordinado por la Fundación Nicaragua Nuestra- comenzó en enero de 2007 y duró dos años. Ahora continúa en otras localidades.

En estas entrevistas Jenny Leiva, coordinadora del proyecto, cuenta cómo el proyecto logró frenar los brotes de violencia que afectaban a la ciudad de Mateare. El Concejal Francisco Gómez también habla del papel que jugó la alcaldía en esta experiencia que convocó a cien jóvenes de pandillas violentas.

Entrevista a Jenny Leiva

¿Cómo surgió el proyecto?
Gracias a la red de líderes voluntarios. En el momento en que nos contactamos con ellos, se estaba llevando a cabo un proyecto similar en Ciudad Sandino, en el que atendían jóvenes en riesgo. Uno de los líderes comunitarios de Mateare vio el proceso de mediación y solicitó a los miembros de la Fundación Nicaragua Nuestra que se trasladasen a Mateare. Todos los habitantes estaban alterados porque, durante un brote de violencia, dos personas resultaron asesinadas por las pandillas.

¿Cómo se comienza un trabajo así?
Tenemos un programa comunitario que se inicia con la selección de los jóvenes a atender. Se hace un sondeo en el terreno, el equipo técnico conoce la zona, habla con los líderes comunitarios y va conociendo cuál es el proceder de los jóvenes de la zona. Poco a poco, se investiga cuáles son los grupos que están alterando la seguridad ciudadana. Al mismo tiempo, miembros de la fundación van entablando los primeros contactos con la policía y con la alcaldía.

Una vez que se haya detectado a los principales actores, se hacen reuniones de inicio con padres, madres, líderes religiosos y comunitarios y vecinos que quieran participar. Hay un primer periodo de organización, en el que es fundamental generar un vínculo con los líderes comunitarios, ya que son ellos los que van a sostener el proyecto en cada barrio.

¿En qué consta la capacitación a los jóvenes en riesgo?
Se trata de seminarios de desarrollo y crecimiento humano. Lo que se busca, en el inicio, es provocar un cambio de esquemas mentales. Son seminarios que están orientados a motivar a los participantes para que se sientan actores principales y necesarios para lograr el cambio. Se arman dos grupos: policía, familia y líderes comunitarios, por un lado, y jóvenes, por otro. Es la misma metodología que se lleva a cabo en las reuniones de alcohólicos anónimos. Se basa en las experiencias vividas por una persona y cómo las desarrolla a lo largo de su vida. Estas charlas buscan un impacto, un llamado de alerta que les motive para el cambio, les abra la puerta a una nueva vida. En esta etapa, se concientiza, se intenta que el joven reconozca que se encuentra en un mal estado.

¿De qué se trata el cambio de esquemas mentales?
La idea es erradicar los modales agresivos, ya que son jóvenes que están en violencia constante con sus grupos rivales. El primer mensaje va hacia la cultura de paz. Hay que enseñarle al joven que se puede llegar al entendimiento a través del dialogo. Existen diferentes procesos de mediación que se basan en tener paciencia y respetar al otro. No necesariamente tienen que ser amigos, sino respetarse y tolerarse.

¿Cuáles son las primeras reacciones de los jóvenes y sus familiares?
En general son buenas. Los familiares son los que más expectativas tienen. Conocen el proyecto desde un principio por lo que están deseosos de que empiece lo antes posible.

Los muchachos son los que más hay que trabajar, pero a pocos días de iniciar las actividades, asumen su rol y participan de las reuniones para modificar sus conductas violentas por pacíficas y llegar a una mediación. Para esto hay que darles herramientas técnicas y capacitaciones de cursos de emprendimiento juvenil y esperar que ellos se formen para algún oficio.

En el caso de la policía, ¿hubo buena predisposición?
Esto hay que pensarlo desde el punto de vista que la policía en Nicaragua es comunitaria. Tienen un rol social y psicológico diferente al de otras fuerzas del mundo. Dicho esto, podemos decir que sí, la policía estaba totalmente involucrada con el proyecto. Sin la ayuda de ellos hubiera sido imposible avanzar. La policía juega un rol fundamental, deben relacionarse tanto con las comunidades, con los jóvenes y con las autoridades. Es la ley, el orden, es el cuerpo de seguridad del país, no pueden estar fuera de un proyecto como este que está orientado a la seguridad ciudadana.

¿Cómo se inicia el vínculo entre policías y jóvenes?
Se invita a la policía a reuniones semanales con los jóvenes, donde van detectando quiénes son lo que dan el cambio y cómo progresan. También participan en actividades extra seminarios, como en torneos de fútbol, o campeonatos deportivos en los que se ocupan de organizar y mantener el orden. Por otro lado, dan cursos de capacitación de lucha contra las drogas, comunicación asertiva, prácticas sanas y reglas de convivencia, donde se explican los códigos de la niñez y la adolescencia que existen en Nicaragua.

¿Cómo está la situación en la actualidad?
El problema es que la policía cambia permanentemente sus cuadros y sus equipos de trabajo. Cada vez que llegamos a una región es como volver a iniciar la capacitación, empezar de cero. En este momento, la policía tiene una apertura limitada con nosotros. Nos abren las puertas, nos atienden, pero si están muy ocupados, asisten a algunas actividades y a otras no. Es decir, participan de manera discrecional. De todas maneras, siempre tenemos un contacto porque creemos que es fundamental. La policía debe estar cerca de los beneficiarios.

¿De qué se tratan los seminarios?
Hay sobre diferentes temas: autoestima, motivación, prevención de conductas de riesgo, uso y consumo de drogas, educación sexual, prevención del delito. El eje de los seminarios es crear capacidades emocionales y habilidades para decir “no” al consumo de drogas y alcohol. Algunos son dictados por el mismo equipo de trabajo de la FNN que consta de un coordinador de proyecto, un asistente, un psicólogo y tres promotores sociales. Allí, el objetivo es la reinserción de los jóvenes a la escuela o la retención de aquellos alumnos que están por abandonarla. Por lo general, las reuniones se hacen en el barrio. Hay un encuentro grande, que se hace cada cierto tiempo, en el que se junta a todos los actores involucrados y se los lleva a un punto específico, en el que se dan charlas sobre control de impulsos, civismo, infección y transmisión sexual, comunicación asertiva.

¿Qué tipo de actividades se realizan para la capacitación laboral?
Se realizan todo tipo de cursos técnicos como mecánica automotriz, reparación de teléfonos celulares, electricidad residencial, técnicas para insertarse en el mercado de trabajo.

¿Hay resistencia en los jóvenes para este tipo de actividades?
Hay casos en los que el trabajador social y la psicóloga visitan al joven a la casa y detectan algunas anomalías. Suelen ser muchachos que no sólo enfrentan conflictos de violencia y vagancia, sino que también viven en un clima hostil con sus familias. En sus hogares hay mucha promiscuidad, hacinamiento, violencia intrafamiliar. Allí se hace lo que nosotros llamamos “Casa a casa”, se realizan entrevistas personales y se lleva un seguimiento específico.

¿Cuál es el rol que tienen las familias?
Las familias son fundamentales. Tienen que asumir su rol de padres, no solamente tienen que protegerlos con la policía o cuando alguien los acusa de un acto delictivo, sino que tienen que encausarse. Si hay un juego de fútbol sala, deben acompañarlo, al igual que a los seminarios y las capacitaciones. Lo ideal es que los padres lo vayan siguiendo, viendo la evolución, que le pregunte cómo están. Tienen que recuperar la confianza y la autoridad con sus hijos. Se tienen que involucrar emocionalmente con ellos. Nosotros recomendar que todas las mañanas besen a su hijos.

¿Hubo algún caso de jóvenes muy conflictivos que no hayan podido adaptarse?
Hay jóvenes a los que por su alto consumo de drogas y alcohol se le dificulta la reinserción en la sociedad. Lo mismo pasa con los chicos que tienen antecedentes delictivos. Nuestra política es recibir a “jóvenes en riesgo” o pandilleros. Nosotros no apañamos la delincuencia. Si alguno de los jóvenes ha cometido alguna falta con la ley, debe pagarla. Le podemos dar acompañamiento, pero no vamos a ocultarlo. Esto no significa que vayamos a denunciarlo, para eso la policía tiene su sistema de seguridad.

¿Cómo se resuelve en esos casos?
El mismo joven se va apartando porque sus compañeros lo van aíslan. A medida que se forma un grupo en el que se deja de consumir alcohol y desaparece la violencia, el joven conflictivo se retira.

¿Cómo fue la relación con las autoridades de Mateare?
La alcaldía, a cargo de Mario Acuña, estuvo a nuestra disposición. Incluso él mismo se reunía con los jóvenes. Participaba en las actividades de la fundación y además ofreció diferentes empleos en la alcaldía. Los chicos limpiaron parques, hicieron gestiones para buscar áreas verdes y además se construyeron espacios deportivos municipales. Nosotros trabajamos en alianza estratégica con las autoridades. Somos concientes que sin el apoyo de las instituciones más fuertes no vamos a lograr cambios de comportamientos sociales, sino que tiene que ser el esfuerzo de todos. Las familias, la policía, la alcaldía, organizaciones de la sociedad civil.

¿Cómo era la vida de la comunidad antes de la realización del proyecto?
Había cuatro pandillas que lideraban el espacio público en Mateare. No había libre circulación, no había fiestas comunitarias porque estos muchachos las arruinaban. Con los resultados del proyecto, ahora no hay más pandillas. Asuntos Juveniles de la Policía Nacional las dio de baja, no las cataloga más como pandillas, sino como grupos de adolescentes y jóvenes en bajo riesgo social. Incluso, muchos de estos jóvenes recuperados, luego, en fiestas patronales, eran llamados por la policía para colaborar con la seguridad de los invitados.

¿Cómo se resolvieron las zonas de conflicto como plazas y parques?
Había varias pandillas que marcaban su territorio. Rodeaban un parque municipal y no permitían que otros chicos pudieran entrar. Estaban delimitadas las fronteras y bien claro cuáles era los lugares a los que no se podía acceder. Con la mediación se logró que se abrieran estos espacios comunes, a través de la tolerancia y pacificación.

¿Qué debilidades le encontraron al proyecto?
No sé si se puede hablar de debilidades, ya que todos los objetivos se cumplieron. Sí podemos decir que ganamos aprendizaje. Supimos modificar a tiempo distintos esquemas de la metodología. Nos encontramos con que hay que hacer más fuerza en la recuperación de los jóvenes que consumen alcohol y drogas. Aprendimos una lección: no sólo con centros de rehabilitación y psicólogos podemos alcanzar esta reinserción. Para proyectos futuros tenemos planificado incluir a un consejero en adicciones.

Entrevista a Francisco Gómez
Concejal

¿Qué papel jugó la alcaldía?
La alcaldía participó en el proyecto de manera logística, se encargaba del transporte de los chicos a los centros de capacitación y recreación, proporcionaba bebida y comida.

¿Hubo buena predisposición de parte del alcalde?
Cuando le acerqué el proyecto al alcalde Mario Acuña, su primera reacción fue negativa. Se opuso a la realización de esta campaña, ya que no creía en sus resultados y pensaba que iba a ser contraproducente. Desde el concejo distrital insistimos con la idea de trabajar en conjunto con la Fundación y logramos que la alcaldía nos acompañe. No hubiéramos podidos conseguir nada si el alcalde no nos hubiera dado vía libre para relacionarnos con las fuerzas de seguridad.

Una vez que se inició el proyecto, ¿cuál fue su rol específicamente?
Me desempeñaba en el área social. Trabajar con jóvenes en riesgo es algo que siempre me atrajo. Especialmente me dediqué a la búsqueda de chicos para integrarlos a grupos de capacitación. Había becas de todo tipo: soldadura, albañilería, electricidad residencial, reparación de sanitarios, de motos, ingles, computación, repostería.

¿Quedaron satisfechos con los resultados?
Se cumplieron prácticamente todos los objetivos. Incorporamos a los jóvenes en riesgo a escuelas, universidades, trabajos. Logramos que se relacionaran con sus pares de pueblos vecinos como Ciudad Sandino y Los Brasiles. Las madres quedaron muy agradecidas y a la espera de un nuevo proyecto.

¿Qué debilidades tuvo el proyecto?
Creo que el proyecto fue exitoso por donde se lo mire. Sin embargo, hubo dos cuestiones que podrían haber logrado resultados aún mejores. Por un lado, faltó presupuesto de parte de la alcaldía para extender el proyecto a otras comunidades. Por otro lado, no hubo una persona que se quede monitoreando el terreno después de concluir el proyecto. No hubo continuidad en el trabajo. Hoy en día, si bien ya no existen las dos pandillas que se enfrentaban permanentemente en Mateare, que no se haya prolongado el trabajo hecho por la Fundación Nicaragua Nuestra, hizo que se haya desgastado la buena relación que había entre jóvenes y policía. A esto se le suma la renovación de las autoridades policiales: oficiales que estaban en otras ciudades y que no habían participado de proyectos similares, por lo que no cuentan con la experiencia suficiente y todo vuelve a nivel cero.

¿Cómo está la situación en la actualidad?
En la actual conducción de la alcaldesa Miriam Salinas, se está haciendo muy poco en lo que refiere al área social. Hay organizaciones como la FNN que continua realizando pequeños proyectos y capacitaciones destinadas a los jóvenes en riesgo. En mi caso, continuo ayudando a la comunidad desde mi lugar, colaborando con las becas y analizando casos específicos. Sin embargo, el problema es que desde la alcaldía no garantizan el compromiso que había antes. Pasa lo mismo con la policía. Hoy hay respeto, pero se perdió la relación amistosa que había entre los oficiales y los jóvenes.