No hay cuarentena para las recicladoras de Puebla

En casa de Honorina decidieron no hablar del coronavirus, no por pensar que es una mentira o un invento, sino porque no conocen otra manera de vivir que salir todos los días. A su familia le preocupan otras cosas, por ejemplo, la falta de dinero y cómo sobrevivir cada día.

No hay cuarentena para las recicladoras de Puebla

21/04/2020

Por Lucero Hernández García.-

La calle está en silencio, se escucha un carro. Doña Honorina Cruz Martínez revisa las bolsas de basura. Cecilia, su hija de 10 años, espera con el diablito cargado de cajas de cartón y botes de plástico.

México, al igual que el mundo, está en confinamiento por la pandemia de Coronavirus, pero ellas siguen trabajando. En su familia no hablan mucho del Coronavirus. Saben que hay una pandemia que está enfermando a mucha gente, pero trabajan como cada día.

Cuando empieza a oscurecer y el aire se torna frío, caminan un par de manzanas para recolectar cartón y botes. Si les va bien juntarán hasta 700 pesos, pero si lo recolectado no es abundante, alcanzarán apenas 400.

Hoy abren y cierran bolsas sin guantes o mascarillas.

-Las olvidé -dice Honorina- pero siempre las usamos.

Su rutina no ha cambiado con la llegada del COVID-19. Cada día empiezan a revisar bolsas en las colonias El Vergel y Benito Juárez en la Ciudad de Puebla. Después de trabajar, Doña Honorina y Cecilia vuelven al cuarto que rentan por mil 500 pesos al mes, se lavan las manos con cloro, se bañan y cambian de ropa.

-Si nos agarra el coronavirus- dice- , pues ya qué, qué podemos hacer. Esperemos que no pase nada. No le voy a echar la culpa al reciclado: es trabajo, si no qué vamos a comer. A mí me da lástima la gente que pasan en la tele que no tienen para comer.

Decidieron no hablar del tema, no por pensar que es una mentira o un invento, sino porque no conocen otra manera de vivir que salir todos los días. A su familia le preocupan otras cosas, por ejemplo, la falta de dinero o que ahora la pepena les pague menos.

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Ganar menos 

A los 14 años Honorina llegó a Puebla capital buscando mayores oportunidades. En Cuetzalán, dice, “era común enlodarse los pies” y no le gustaba la escuela. Hoy está casada y es madre de cuatro hijos de 6, 8 10 y 14 años de edad.
Antes del Coronavirus le pagaban a 4 pesos los botes de plástico mayor tamaño. Ahora le están dando 2. Pasó lo mismo con el resto de lo que recolecta: el cartón estaba en 1.50 pesos y ahora en 1 peso, y el aluminio en 15 pesos y ahora a 10.

La variación del pago es común en la pepena y solo avisan cuando uno llega con la recolección. Solo quienes usan vehículo pueden “darse el lujo” de desechar un pago bajo y buscar otro mejor. Pero en su caso, que va con un diablito de carga pequeño, tiene que aceptar lo que ofrecen.

Uno de los temas que preocupa a Doña Honorina es el aumento en los precios de los alimentos. Han tenido que comprar el kilo de huevo a 50 pesos, cuando antes de la pandemia se vendía hasta en 35 pesos.

-¡Está muy caro! -se queja-. Me conviene un medio kilo de pechuga, pero tenemos que consumirlo aunque sea caro, porque hace falta.

Cuando puede, además de pepenear limpia casas, pero ahora su patrona no le ha hablado es una mujer de edad avanzada y por ende, población vulnerable. Le teme al contagio.

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Caminar durante horas

Llega a la 25 sur, vialidad que conecta con la zona de Angelópolis, en el justo medio que refleja las diferentes clases sociales existentes en la ciudad. En Angelópolis no hay pepenadores.

Pide a Cecilia subir a la banqueta, mientras ella cruza la calle y “tantea” otras bolsas de basura. Regresa con las manos vacías. Cuenta que ha aprendido a saber si encontrará algo con solo tocar por afuera las bolsas.

Su lengua materna es el náhuatl, pero en Puebla capital casi no lo usa. Su esposo, nació en Zacapoaxtla, también en Puebla, es indígena y habla totonaco.

Han intentando enseñarle sus idiomas a sus hijos, pero no los aprenden del todo. Cecilia ríe, algo apenada: dice que sabe muy poco, parece incomodarle la idea de hablar una lengua indígena en una ciudad capital.

Ya casi termina. Pronto se encontrará con su esposo, quien también es pepenador de otra zona de la ciudad, además de trabajar en la albañilería. Su esposo tampoco tiene empleo como albañil ante la contingencia por el coronavirus que tiene suspendidas construcciones de obra. Les queda la pepena.

-Caminamos un montón, pero hace falta- dice Honorina.

Madre e hija sonríen entre ellas. Son las 10 de la noche.

Cuando llegue su esposo, los tres regresarán por las mismas oscuras y solitarias calles en las que empezaron la jornada, escoltados por el perro que adoptaron.

No hay cuarentena para ellos. Lo que hay es solo un día más de trabajo y dos horas de camino hasta llegar a su casa.

Esta nota se escribió en el marco de la beca Cosecha Roja.-