chico qom asesinadoPor Federico Schirmer – Cosecha Roja. –

Imer Ilbercio Flores tenía 12 años. Había pasado la tarde del viernes 4 detrás de una pelota de cuero en la canchita de tierra que hay en la comunidad Qompi Naqona’a del impenetrable chaqueño. Imer era un chico como cualquier otro: acababa de terminar sexto grado en la escuela 1048 y, de grande, soñaba con viajar a Buenos Aires para ser jugador de primera del club de sus amores: River Plate. Pero en la madrugada del viernes al menos tres personas, palos y piedras en mano, se encargaron de que a Imer no le quedara ni uno solo de sus sueños en pie.

Imer Flores esperaba, como todos los años, el festival que anualmente organiza la intendencia con motivo de la apertura de la temporada de verano en Villa Río Bermejito. Para el viernes estaba anunciado el Chaqueño Palavecino, así que la multitud tenía asegurada la velada. Ni Imer ni sus amigos pensaban perderse la noche más agitada del año. A las 8 de la noche él se puso sus zapas deportivas, sus shorts de jean, una remera gris algo gastada y cerró la puerta de su casa por última vez.

La noche iniciática del periodo estival transcurrió entre folclores y jarras de vino y cerveza. Una multitud aulló sin parar ante el mito provincial que triunfa en todo el país. Nadie notó que Imer no estaba con sus amigos hasta las 8 de la mañana del sábado 5. El cuerpo del chico Qom apareció a unos 100 metros del camping municipal, en el balneario que hay a orillas del Río. El cadáver estaba ensangrentado. La autopsia dirá que ese cuerpito indefenso presentaba lesiones en el pabellón auricular derecho, una herida contusa, con hundimiento encefálico producto de un objeto contundente, en el parietal derecho y lesiones en su hombro y brazo izquierdo. Lo que la autopsia no decía es que su cara estaba tan desfigurada que la madre no pudo reconocerlo.

“A Imer nos lo mataron a 7 cuadras de su casa. El cuerpo apareció destrozado a la vera del Río Bermejito, un brazo del Río Bermejo que se extiende hasta esta zona, al sur de Formosa”, dice Ruden Flores, su primo, 27 años, auxiliar docente en un paraje Qom a 50 kilómetros de la zona.

Ruden dice que estaba alistando las cosas para irse a pasar el día con su familia a Pampa del Indio cuando le sonó el celular. Eran las dos de la tarde. El mensaje de texto decía, crudo: “Mataron a Imer. ¿Cómo que lo mataron? ¿Quién?, les respondí. No podía creerlo. Me quede mirando el celular por un rato, como petrificado. Hasta que llegó el mensaje siguiente: ¨Nos lo mataron a palazos¨. Desde ese momento estoy plantado acá, en Villa Río Bermejito. Y no nos vamos a ir hasta que no consigamos justicia”.

Cuando Ruden llegó a la Villa dice que no le sorprendió ver la cantidad de Qoms que se habían reunido en asamblea frente a la intendencia para reclamar, bien de cerca, que se apresen a los responsables. “Pedimos justicia para Imer y seguridad para toda la comunidad, que se siento sola, abandonada y desprotegida”, dice Ruden, que agrega que el asesinato de su primo no es el primero que sufre la comunidad Qom. “Nuestra obligación, como aborígenes, es decir que este no es un hecho aislado. Al momento han asesinado otros 7 Qom, algunos descuartizados, irreconocibles, en el festival que organiza la intendencia para la apertura del verano”.

Ruden dice que recién después de que se instaló la asamblea apresaron al primer sospechoso, un vecino del barrio al que Ruden identifica como un “criollo”. El detenido es un hombre de 30 años identificado como Nino Franco. Y según estiman los investigadores, habría actuado, al menos, con otros dos hombres que, presumen, podrían ser familiares del detenido.

Ruden cree que hay un solo detenido, pero sobre todo otros dos “asesinos sueltos”. Ruden se ahorra el eufemismo. Ni sospechosos ni presuntos autores. Él pone las cosas claras: “Asesinos”. Dice: “Le pedimos a la comunidad que colabore con la investigación. Muchos no testificaron por miedo a una represalia de la familia del acusado. Pero estos asesinos no pueden quedar sueltos. Hay que encontrarlos  para que paguen por lo que hicieron. Se lo debemos a la memoria de Imer”.