Eran las siete de la tarde en el penal de Villa María, provincia de Córdoba. El personal penitenciario había terminado el conteo de las habituales visitas de domingo pero faltaba una mujer. Fue cuando después de fijarse en la lista, corrieron a la celda de Franco Arsenio Benítez.

Al entrar vieron al preso y a su pareja, María Luján Aguilera, tendidos en el camastro. Ambos estaban muertos. El la degolló con una cuchilla y se suicidó.

Con 35 años, Benítez estaba condenado a cadena perpetua por el femicidio de su anterior pareja y de la hija de ambos, en 2006. El domingo 15, había recibido la visita de María Luján, de 34 años, su actual pareja. La mujer tenía cinco hijos, vivía con el más chico mientras que los otros cuatro se encuentran alojados con distintos familiares y bajo el resguardo de un Juez de menores.

En 2006, Benítez había asesinado a su mujer, Sandra Patiño, de 21 años, y a la hija de ambos, Selene Desiree, de poco más de un año. El crimen se produjo pocos días después del bautismo de la bebé.

En el último mes, hubo tres femicidios adentro de centros penitenciarios. Primero en Tucumán, luego Salta y hoy Villa María, Córdoba.

El 21 de diciembre, Henry Coronado, detenido en Tucumán, mató a su mujer Elizabeth Aguirre y luego suicidó. El 5 de enero, Gabriel Roberto Herrera, un preso en Villa Las Rosas, Salta, mató a su pareja, Andrea Neri delante del bebé de ambos, de apenas un mes. El hombre salió del calabozo 372 con el niño en sus brazos y confesó: “Acabo de matar a mi mujer”. Herrera había asesinado a su anterior pareja durante una visita en la cárcel.