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La Jornada-.

Una historia de terror con final trágico fue la protagonizada por un guardia de seguridad, quien luego de asesinar de tres balazos a su esposa también decidió poner fin a su existencia, disparándose en el pecho. El hombre estaba separado hace algunos meses de su pareja y habría tomado la drástica decisión por no soportar más la medida que le había impuesto la Justicia, de no acercarse más a su vivienda, donde también vivían sus hijos. El  caso se registró ayer al mediodía en la vía pública del barrio Santa Ana, a unas seis cuadras de la Supercarretera.
El protagonista principal de la historia es Cándido Benítez Pacheco, de 45 años, empleado de una empresa se seguridad que presta servicios tercerizados a la Itaipú Binacional. El mismo asesinó de tres balazos en el pecho a su esposa Sonia Rosana Riveros, de 34 años, y posteriormente se auto eliminó disparándose en la misma zona. Para ello utilizó un revólver calibre 38mm.

Según las fuentes, Benítez estaba casado hace 20 años con Riveros y  juntos tenían una hija de 16 años y un hijo de 9. Por problemas particulares que se extendieron por mucho tiempo, ambos decidieron separarse y el marido tuvo que salir de la casa y mudarse a otro lugar.

Hace poco más de un mes la Justicia dispuso una restricción de acercamiento a Benítez, por lo que el mismo no podía acercarse a menos de 300 metros de su ex casa. Benítez violó la orden judicial y fue ayer al mediodía hasta su ex vivienda. Al llegar encontró a su ex suegro y pidió al mismo que por favor le deje hablar con Riveros, porque quería resolver la situación que estaban viviendo. Cuando la mujer accedió al pedido y salió al encuentro fue sorprendida por Benítez, quien ya estaba con un revólver en manos y sin mediar palabras le disparó.

Luego de cerciorarse que su ex pareja cayó muerta, apuntó el arma hacia su pecho y también se disparó. Los hijos ahora quedan huérfanos de madre y padre y con un trauma muy difícil de ser superado.