Por Gustavo Gorriti y Romina Mella – IDL Reporteros. Perú.

Son las diez de la noche del primero de diciembre y nos alistamos a dormir en el campamento del jefe senderista, ‘Artemio’, en la meseta que corona un cerro boscoso en un punto remoto del Huallaga. Hemos llegado al lugar después de una escalada fatigosa. Somos cuatro los periodistas que arribamos después de un trayecto largo por carretera, por río y a pie: Romina Mella y Gustavo Gorriti, de IDL-R; Bladimir Angulo, periodista de Aucayacu y corresponsal de IDL-R en esa localidad; y Dan Collyns, colaborador de The Guardian y la televisión china (antes lo fue de la BBC).

Al llegar, encontramos a otros dos periodistas: Aurelio Anaya, de radio Pajatén, de Juanjui; y Moisés Campos, de TV Cable 24, de Tocache. ‘Artemio’, el veterano jefe senderista del Huallaga, con 30 años alzado en armas nos ha recibido con una cordialidad sutilmente contrapunteada por la treintena de senderistas uniformados, bien armados y, según parece, entrenados, que lo protegen.

El campamento es rústico pero bien organizado. Toldos de tensado plástico negro en gradiente hacen las veces de carpas en el aire húmedo pero fresco de la meseta boscosa. El dosel de árboles coposos previene la observación aérea y otros toldos actúan como difusores de humo en la cocina a leña. Bancas de troncos delgados y bejucos, hechas en el momento por los senderistas a golpe de machete, sirven como todo mobiliario. El campamento, todo indica, se ha armado en corto tiempo y puede levantarse aún en tiempo menor.

De la paila emerge la cena cuando ya ha oscurecido: un tazón de arroz con leche por persona, pensado más como bebida que comida. Después, hacemos una primera entrevista a ‘Artemio’, iluminados por un rato por las lámparas de las cámaras, hasta que se acaban las baterías y solo queda el registro de las grabadoras y algún flash infrecuente.

Luego, a las diez de la noche de la primera línea, nos acostamos todos, lado a lado, dentro del tambo/toldo que nos han separado. Sobre una delgada cama de hojas, han echado unas mantas y colchas en el suelo y dormiremos ahí. Dormimos, ¿hay que decirlo? vestidos y hasta calzados, con el toldo encima pero con la visión del bosque y el cielo de noche entre los árboles. Mientras se espaciaban las conversaciones, las luces de linternas de los senderistas hacían un juego surreal desde la oscuridad en la que nos encontrábamos.

En medio de esa danza extraña de luces, dormimos ligero, vigilados a toda hora por los centinelas senderistas, unos apostados, otros en movimiento. En la mañana, después de algunas ceremonias marciales, que parecían más castrenses que guerrilleras, y un sobrio desayuno, tuvimos la entrevista principal con ‘Artemio’. Después, iniciamos el regreso mientras ellos desmantelaban con rapidez el campamento y nos acompañaban parte del trayecto.

Entrevistas:

Artemio en el Huallaga

Sendero y el narcotráfico