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Pipi tiene 19 años y trabaja como reciclador. Ayer durante la represión una moto de la policía casi lo mata. El video circuló por las redes sociales: una decena de personas corre por Bernardo de Irigoyen, algunos caen al suelo, Pipi aterriza en la vereda. Detrás, dos policías lo ven, cambian el rumbo y le pasan por encima.

Ahora Pipi está en el hospital. “Aún no recupera la conciencia pero el pronóstico es bueno”, contó a Cosecha Roja Juan Grabois, dirigente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y quien estará a cargo de redactar la querella por tentativa de homicidio en el caso de Pipi. Desde la organización piden testigos:

La represión policial dejó más de cien heridos. Horacio Ramos, un herrero de 53 años, perdió un ojo. Varios fotógrafos y periodistas recibieron piedrazos y balas de goma. Otros, como Pipi, terminaron en el hospital.

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La marcha comenzó en calma hasta que llovieron piedras y la policía activó la cacería. “Había infiltrados de la policía. Yo mismo vi una persona de civil que, no sé si manualmente o con un dispositivo, arrojó un gas lacrimógeno cuando estábamos concentrando y luego se fue corriendo. También vi policías de civil que estaban disfrazados con capuchas que después de llevaban presos a manifestantes”, contó Grabois.

Pero a la vez que dice esto, a Grabois le preocupa que sólo se expliquen los brotes de violencia por la existencia de infiltrados. Para él, hay un grupo al que hay que prestar atención: “Decenas de pibes muy jóvenes de las barriadas vinieron con mucha bronca. Esos no son infiltrados ni son de las organizaciones. Son pibes pobres y marginados. Y muchos tiraban piedras”.

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“Es que hay ricos que son tan ricos y nosotros somos tan pobres”, le dijo uno de ellos a Grabois. Otro se quejaba de que a la mamá le sacaban la plata de la asignación universal. Viven el “hostigamiento político, económico y social, un cóctel perfecto para disparar violencias como las que se vieron ayer en las marchas”.

Las políticas de ajuste como la Reforma Previsional convierten a los pibes de las barriadas “en carne de cañón”. “Es importante insistir en este punto. La violencia que se vio en las movilizaciones es una externalización de la violencia cotidiana en las villas. Violencias mucho menos televisadas, mucho menos espectaculares, pero más violentas. Allá no hay balas de goma sino balas de plomo”, dijo el dirigente.

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Los jóvenes de las barriadas son los destinatarios de las políticas represivas y a quienes los seguidores del gobierno satanizan con sus opiniones. Esto, explicó Grabois, es una manera de validar las represiones violentas y de convertirlos en carne de cañón: “Eso se llama cultura del descarte, son personas descartables en la sociedad”.

Para los medios y el gobierno esos pibes son el enemigo perfecto. No tienen voz propia, no están organizados, nadie reclama por ellos. Son pibes “dispuestos a maltratar a otros y a lastimarse a ellos mismos”, dijo Grabois. Y advirtió. “Quién siembra vientos, cosecha tempestades”.

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Fotos: Gala Abramovich