Por Sol Amaya para CR, desde Río de Janeiro.

Parece demasiado joven para su rol. La mujer de pelo crispado y una sutil sonrisa tiene apenas 33 años y fue la primera comandante de una Unidad de Policía Pacificadora de Rio de Janeiro, la fuerza que pretende cambiar el modelo policial latinoamericano para convertir al uniformado en un agente cercano a la comunidad.

Pricilla de Oliveira Azevedo lleva casi 14 años en la fuerza. Hace cuatro, su misión cambió por completo: en 2008, fue asignada a la UPP que intervino la favela Santa Marta, primer asentamiento incorporado a este plan en Rio de Janeiro.

Santa Marta era un lugar relativamente tranquilo. De noviembre de 2007 a noviembre de 2008 se habían registrado tres homicidios. La UPP llegó en diciembre de ese año. Hasta noviembre de 2009, no hubo ninguno. Los robos de autos, de acuerdo al relevamiento, disminuyeron un 44%.
Pricilla reconoce que el cambio fue radical: había que erradicar viejos vicios de la policía y lograr la confianza de los moradores de las comunidades intervenidas, que convivían con el crimen organizado y altos grados de violencia cotidiana.

“Tuve que luchar contra varios prejuicios, desde mi perspectiva y desde la mirada de los vecinos”, explica Pricilla. En Santa Marta, estuvo a cargo de unos 120 policías que debían recuperar el territorio dominado por bandas de narcotraficantes.

Pero su trabajo se enfocó en la creación del vínculo entre policía y vecino, no en la lucha contra el tráfico de drogas que, según explica esta mujer, no es el objetivo de la policía pacificadora. “Nosotros buscamos retomar el control sobre la zona. Durante ese proceso, procuramos reducir al mínimo el tráfico de drogas, pero esa no es nuestra finalidad primordial”.

Convertirse en policías pacificadores implicaba un entrenamiento en mediación de conflictos y en lo vinculado al respeto de los derechos humanos de los pobladores de las zonas favelizadas.

“Para el vecino éramos el enemigo. Llevó un tiempo cambiar ese concepto”, dice la comandante, que hace unos meses fue ascendida a coordinadora de todas las UPP´s. La mujer pasaba las 24 horas interactuando con la comunidad de Santa Marta para encontrar ese espacio en el que el policía se iría convirtiendo en un miembro aceptado e incluso querido por los vecinos.

“Mujer de coraje”

Según el Departamento de Estado de los Estados Unidos, que este año la incluyó en la lista de “Mujeres de coraje”, el ingreso de Pricilla a la UPP se dio luego de que manifestara “su enorme coraje al apresar a una banda de delincuentes que la había secuestrado y torturado”.

La International Women of Courage Awards Ceremony en la que la comandante será galardonada junto a otras nueve mujeres se llevará a cabo el próximo 8 de marzo, donde se la incluye entre las premiadas por haber “demostrado un excepcional coraje y liderazgo” en la defensa de los derechos humanos.

La formación de Pricilla, y de miles de policías destinados a las UPP´s, se oficializó en el marco del Programa Nacional de Seguridad Ciudadana (Pronasci). La idea es aportar a una nueva manera de luchar contra la delincuencia, articulando políticas de seguridad con derechos humanos y atacando las causas de la violencia en las favelas.

Su programa es una rara avis para la educación policial: entre sus metodologías esenciales se encuentra la “valoración de los profesionales de seguridad pública, la reestructuración del sistema penitenciario, la lucha contra la corrupción policial y la participación de la comunidad en la prevención de la violencia”.

Contradicciones de la “pacificación”

 Las favelas pacificadas tampoco son un vergel: un grupo de organizaciones defensoras de los derechos humanos y la Asociación de moradores de Santa Marta presentaron una “cartilla popular” sopesando el trabajo policial en las favelas.

El documento asegura que su objetivo no es desprestigiar el trabajo de la policía pacificadora, sino alertar sobre la vulneración de los derechos de los moradores.

¿Por qué? el proceso de pacificación implica una permanente presencia de la policía en el territorio y control absoluto de los movimientos de la gente: se hace revisión de documentos e incluso en algunos lugares se prohibió la realización de bailes funk, música de expresión popular que es fuertemente criticada por algunos sectores debido al contenido sexual y violento de sus letras.

Uno de los firmantes de la cartilla es el rapero Emerson Claudio Nascimento, conocido como Mc Fiell. En una entrevista publicada en la Revista Crisis, el músico dispara con sus letras: “el funk no puede ser criminalizado porque es cultura, porque habla de los problemas de la favela, cuenta cosas que están pasando; es una crónica escrita con música”.

El desafío, entonces, es encontrar ese equilibrio entre la función de esta nueva policía que pretende ser pacificadora, que busca ser modelo para otras policías latinoamericanas (hay un proyecto que comenzará a funcionar en la Argentina), y el respeto de los derechos de quienes viven en las zonas precarias intervenidas.