Reseña. La narcocultura se institucionalizó en Sinaloa a partir de la década de 1970 cuando se extendió del campo a la ciudad, donde incluyó a clases populares hasta el momento olvidadas por las autoridades locales. Y aunque con los años fue mutando, mantiene su raíz rural. La narcocultura tiene todos los componentes que definen a una cultura: sus propios valores, un sistema de creencias, normas, definiciones, usos y costumbres que se basan en el “honor”, el uso de la violencia, un lenguaje particular y modos de comportamiento. Los narcotraficantes lograron “normalizar” un fenómeno que pasó de ser marginal a formar parte de la vida cotidiana. A través de las narcolimosnas a organizaciones religiosas, civiles y particulares lograron el respaldo del pueblo que después sería de gran utilidad para vencer al gobierno. Al mismo tiempo el narcoconsumo, el consumo de bienes “ostentosos”, reafirmó el sentido de pertenencia a la narcocultura y hoy simbolizan aceptación y respeto social. La narcocultura logró penetrar en la sociedad con sus hábitos y reglas de juego, deslegitimando las instituciones sociales anteriores a su aparición.

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