Matías Máximo – Cosecha Roja.-

En su provocadora investigación “Hacia una teoría general de los hijos de puta”, Marcelo Cereijido plantea que la maldad trasciende un comportamiento cultural o psíquico, y ofrece una serie de patrones que hablan de ella como resultado de una combinación genética. En Que de lejos parecen moscas, última novela de Kike Ferrari, también hay una tesis implícita de los HDP, narrada en un escenario bonaerense y con un protagonista que reúne las condiciones ejemplares del género.

El señor Machi va en su BMW a mil por hora y mira al mundo con asco, porque está convencido que una vida vale por la cantidad de plata que porta en su cuenta bancaria y la suya, por lo tanto, está por encima de la de muchos. Para mantener su maquinaria mental Machi se endurece con cocaína y lo más parecido al amor que conoce es armarse unas líneas y esnifarlas. “De solo pensarlo siente que le crece una lengua en la nariz y que esa lengua se relame”, escribe Ferrari.

Un día, el tablero de juego de Machi tambalea: aparece un muerto en el baúl de su auto y todo se vuelve una locura, un entramado psicológico en el que cualquiera es sospechoso, porque cualquiera tiene razones para odiarlo. Así comienza un trip paranoico por su entorno más cercano.

El primer blanco de la persecuta es su patovica personal, El cloaca, un tipo que en el pasado estuvo vinculado a la dictadura y que devino en la mano derecha de Machi, una mano con puñal lista para apretar a cualquiera que moleste al jefe. Lo entretenido de El cloaca es el léxico podrido que le sale cuando habla: “Nunca dice callate, dice cerrá la boca o cosete el orto. No dice el tipo aquél sino ese culeado hijo de puta. No dice linda mina, dice hermosa la puta abortera”.

La lista de sospechosos  sigue por sus acompañantes sexuales, sus antiguos empleados despedidos, su mujer que está cansada de ser cornuda, el novio del hijo gay que no lo soporta, el escritor trotskista que sale con su hija, los ex socios. La lista es larga y no acaba, porque Machi entiende que hay muchos con razones para joderlo.

Las marcas como forma de identificación son una constante, y en este sentido Que de lejos parecen moscas está alineado en la tradición de Vivir afuera de Fogwill o American Psycho de Easton Ellis, donde si un personaje está tomando una Coca-Cola, jamás se dirá que está tomando una gaseosa cola. Está tomando una Coca-Cola. Así es que Machi no maneja un auto, ni viste trajes, ni fuma habanos; “un tabaco, entonces, es un Cohiba, un Montecristo. Un encendedor, Dupont. Reloj es Rolex; lapicera Mont Blanc; zapatos, Upper and Linning; un traje o una camisa son Brioni, Armani, Versace o Scappino.”

Kike Ferrari nació en 1972 y tiene cuatro libros publicados. Recibió premios de Casa de las Américas y el Fondo Nacional de las Artes y es “hincha de River, bebedor de Whisky y amigo de sus amigos”. Su novela Que de lejos… está dedicada a Kiki Lezcano, un chico de 17 años que fue asesinado en 2009 el día que intentaba robarle la camioneta a un hombre que resultó efectivo policial, y que filmó su agonía después le darle un tiro en el cuello y dos en la frente a su amigo. Debido a una cantidad de irregularidades en el proceso de identificación, la familia de Kiki fue notificada de su muerte recién dos meses después. El muerto que aparece en el auto de Machi, y el tono de Cowboy del conurbano que se baraja en la trama, hacen pensar una vez más que realidad y ficción son dos caras de una misma moneda.

 

Que de lejos parecen moscas

2011

184 Páginas

Ediciones Amargord, 2011

Colección Negra, Urbana y Canalla
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Dónde se consigue en Buenos Aires:

Otra Lluvia Bulnes 640 (Almagro) 4866 4440

Mendel Paraguay 5163 (Palermo) 2603-2944

La Libre Bolivar 646 (San Telmo) 4343-5328

Lilith Paraguay 4399 (Palermo) 4833-0105

Cobra Aranguren 150 (Caballito)

El Aleph Av. Rivadavia 3972 (Almagro) 4981-0288

Santiago Arcos Puan 467 (Caballito) 4432-3107