aeroclub rosarioAndrés Abramowski. La Capital.-

Tan extraños son los robos de avionetas que los cinco o seis que se registraron este año en aeroclubes de todo el país constituyen una creciente inquietud para los dirigentes de estas instituciones que desarrollan actividades recreativas y educativas relacionadas con el vuelo. El miércoles pasado se dio uno de estos casos cuando un aparato del Aeroclub de Alvear fue robado por dos hombres que habían contratado un servicio para sobrevolar campos de la provincia de Corrientes. Este delito no sólo se puede mensurar por su cantidad o el valor de los botines —un promedio de 100 mil dólares— sino porque las aeronaves sustraídas suelen emplearse en el tráfico de drogas. Además, ya hubo hechos en los que los serenos de los hangares han pasado horas maniatados con sus familias a merced de delincuentes y en los últimos tiempos otra modalidad está sembrando dudas: los robos cometidos por ladrones a mano armada que previamente contratan servicios simulando ser clientes.

Este tipo de robos ocurre en los aeródromos no controlados, que son aquellos donde por las actividades que realizan —funcionan escuelas de vuelo, paracaidismo o actividades deportivas que emplean naves pequeñas— no tienen presencia de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Esto los asemeja a clubes sociales o deportivos sin presupuesto para montar vigilancia en sintonía con el valor de los vehículos que allí se guardan, en zonas suburbanas poco pobladas y por ello vulnerables.

Logística. ¿Pero quién se va a robar un avión? Lo novedoso del asunto va dejando sin respuesta a los aeroclubes y propietarios de avionetas quienes adoptan recaudos como dejar las naves sin combustible, con las ruedas desinfladas, las hélices trabadas o directamente removidas, así como la batería.

“Esas medidas ya no alcanzan, porque hubo casos en los que llegan con las baterías o los bidones de combustible”, señaló desde la ciudad correntina de Bella Vista el presidente de la Federación Argentina de Aeroclubes (Fada), Oscar Reppeto, preocupado por una situación que por estos días motiva a la entidad a encontrarle la vuelta a otro problema: no es fácil asegurar las avionetas ante estos casos.

Ideal. Las avionetas robadas en los últimos años en la Argentina tienen rasgos definidos. Pueden albergar entre dos y seis personas, con capacidad de carga de entre 500 y 600 kilos y autonomía de vuelo de al menos cinco horas. Esto explica por qué los robos ocurren en su mayoría al norte de la provincia de Buenos Aires, ya que se presume que las naves sustraídas son llevadas a Paraguay para emplearlas en el tráfico de mercancía ilegal.

“Los ladrones saben que en los aeroclubes encuentran aparatos que ya tienen sus años pero suelen estar en perfectas condiciones. En general dejan el asiento para el piloto y sacan el resto, para que entre más carga, y los emplean para el tráfico de sustancias ilegales ingresadas por el norte. Por eso es raro que se roben una avioneta en Comodoro Rivadavia”, graficó el secretario de Fada, Diego Martínez.

Martínez desacartó que los robos de aviones puedan —al menos por ahora— tener otro fin que el narcotráfico. “No hay mercado de partes ilegales, es muy difícil reducir un avión porque todas las partes, desde el cono de la hélice hasta la cola, tienen su número de serie”, explicó el dirigente oriundo de Paraná.

Sin control. Con cada noticia sobre el robo de una aeronave reaparecen las críticas respecto del control del espacio aéreo en la Argentina. “Hay países donde ningún avión queda fuera el alcance de un radar. En el país no existe una logística que permita rastrear todos los vuelos, lo cual no deja de ser una paradoja en el marco de tantos avances tecnológicos como el GPS”, consideró Martínez.

“No hay una cobertura por radar que alcance a todo el país, hay ciudades cabecera como Resistencia, Buenos Aires, Mendoza, pero no barre todo el espacio aéreo”, comentó Walter Barreto, director de la escuela de vuelo Whisky Bravo que funciona en el Aeropuerto Internacional de Rosario, y aclaró que “la falencia no es para con el control del tránsito aéreo sino para la vigilancia”.

Para Barreto, la cuestión de la radarización no es menor ya que “no es fácil detectar el robo de una avioneta en medio de la nada, por lo tanto es fundamental poder rastrearla de otra manera”.

Por el momento, cada vez que se roba una avioneta las posibilidades de recuperarlo no son deseables. Si no cae en algún operativo antidrogas en una pista clandestina, como ha ocurrido en algunos casos, puede aparecer abandonada o estrellada producto de una mala maniobra.