Por Cecilia González – especial para Cosecha Roja.-

“Se me dio toda la publicidad solo por ser el padre de un actor. Me siento muy dolido. Me volvieron loco”.  Con lágrimas en los ojos, Ricardo “Ricky”  Martínez, padre del actor Mariano  Martínez, dijo sus últimas palabras frente al tribunal .

Lo mismo dice la esposa de “Ricky” Martínez, Marcela Spadaro, quien denuncia, como hicieron todos los acusados en el juicio por la “ruta de la efedrina”, al ex juez Federico Faggionato Márquez:

-Ser el papá de Mariano fue lo que dejó preso a Ricky. Si hubiera sido un Ricardo cualquiera, estaría en casa desde hace mucho, ni siquiera hubiera llegado a juicio-, dice la madre de Rodrigo y Sol, de 18 y 15 años, los dos hermanos menores del galán televisivo, a quien Ricardo tuvo con otra mujer cuando era apenas un adolescente.

Marcela recuerda que Faggionato Márquez mediatizó y politizó la causa, y para ello nada le vino mejor que tener al papá de un famoso entre los acusados.

-A Ricky le terminó perjudicando ser el padre de Mariano, eso es todo, porque su relación con la causa era la más débil. A Ricky se lo acusó de ser el dueño del galpón en donde se guardaba la efedrina, pero él nunca supo qué era lo que estaba escondido. No conocía ni tuvo contacto nunca con ninguno de los otros acusados.

Marcela es “una mina de fierro”, como dicen los argentinos. En el segundo y último juicio por la “ruta de la efedrina” que concluyó hoy hubo 12 acusados, pero ella fue la única familiar que estuvo firme en todas las audiencias, cada viernes durante los 10 meses que duró el debate en el Tribunal Oral Federal 4 de San Martín.

La mujer de 43 años se convirtió en una especie de relacionista pública del juicio. Conocía a los abogados, los trabajadores del tribunal, los acusados y los otros familiares que ocasionalmente iban a las audiencias. Vestida siempre con jeans, zapatillas, remera y suéter desgastados, peinada la larga cabellera roja en una cola de caballo, saludaba a todos con una sonrisa, charlaba, escuchaba atenta a los testigos, pero, sobre todo, estaba pendiente de cada mirada, seña o petición que le hacía Ricky, su pareja desde hace 22 años.

Cada viernes Marcela llegaba a San Martín -después de viajar durante una hora y 45 minutos en el colectivo desde su casa de Parque Avellaneda- cargada con pesadas bolsas en las que le llevaba empanadas, bananas, facturas rellenas, manzanas, galletas, coca light y verduras.

La incorporación de este acusado de 52 años le puso el toque “cholulo” al juicio, porque siempre, hasta en los comunicados oficiales del Centro de Información Judicial, se recordó que era “el padre del actor Mariano Martínez”.

Padre e hijo, sin embargo, vivieron durante estos años realidades paralelas.

Cuando Ricardo fue detenido, Mariano lloró en el programa de Susana Giménez e imploró que la prensa cuidara la información sobre los supuestos vínculos de su padre con el narcotráfico porque afectaba a sus hermanos pequeños. Después continuó con su exitosa carrera. Triunfó en “Valientes” y “Los únicos”, se casó en una publicitada boda con una joven y guapa modelo y tuvo a su primera hija; hizo campañas de ropa interior y fue elegido como modelo de la marca de ropa “Vete al diablo”. Mostró, siempre sonriente y con fotos espectaculares, su vida de fantasía en las portadas de Caras, Hola! Y Gente. En las entrevistas nunca le preguntaban por su padre, ni él lo mencionaba.

En cambio, cada viernes Ricardo llegaba esposado al juicio en el que fue defendido por un defensor de oficio porque no pudo pagar a uno privado. Saludaba con una sonrisa a su esposa, se sentaba frente al tribunal, a veces le inyectaban la insulina de la que depende su salud porque es diabético y durante horas escuchaba la trama en la que estaba envuelto, para después volver a ser esposado y llevado de regreso a la cárcel de Ezeiza.

En pocos minutos, se sabrá si seguirá alojado allí durante un tiempo más.