politiCosecha Roja.-

Pablo Politis llegó a la provincia de Rio Negro para recrear el sonido en la película “Choele”. En el lugar se encontró con otra historia. Un anónimo le acercó una denuncia: cerca de 30 personas eran sometidas a trabajar en condiciones de hacinamiento y maltrato en Lamarque, un pueblo cercano. El sonidista registró con su cámara la situación de los obreros, hasta que llegó un grupo de matones de la empresa “Trabajo Argentino” y policías de Rio Negro para amenazar a Politis e intentar subirlo a un vehículo. Fue salvado por los peones y terminó refugiado en la iglesia del pueblo. “Nunca en mi vida”, contó el trabajador del cine a Cosecha Roja, “sentí tanto miedo”.

Politis no solo es sonidista. Su otra pasión es el atletismo. Una tarde, cuando terminó el día de filmación, salió a caminar por las calles de Choele Choel, pensando en un buen recorrido para ejercitarse. En la Avenida San Martin se sorprendió con unas carpas que rompían la serenidad del pueblo. Abajo del toldo de ingreso vió los afiches del pedido de justicia por la desaparición del jornalero salteño, Daniel Solano, visto por última vez el 5 de noviembre del 2011, cuando lo subieron a los golpes en una Eco Sport. Por esta causa están detenidos siete policías y hay otros 33 procesados.

En la carpa encontró a Pablo Solano, el hermano de Daniel. Él le contó de la situación de los trabajadores temporarios que recolectan frutas en la cosecha. La segunda vez, Politis habló con el abogado de la familia y se fue llorando a la casa donde vivía con el equipo de la película que protagonizó Leonardo Sbaraglia. Ese día ofreció su colaboración a la familia de Solano. Les prometió recopilar material audiovisual de la situación de hacinamiento y maltrato que sufren los obreros en la zona.

El sonidista cargó su cámara y fue al campo denunciado con el abogado Sergio Heredia y los familiares de Solano. En las imágenes capturadas está el testimonio de una cruda realidad. Alrededor de 30 personas conviven en espacios diminutos y en pésimas condiciones higiénicas.

Una vez en el lugar, a Politis le informaron que era día de pago. El único cajero electrónico de Lamarque está en la parte más concurrida del pueblo. A media cuadra está el cuartel de bomberos y unos pasos mas allá una de las casas donde convivían los trabajadores traídos del norte, a tres calles de la sede de “Trabajo Argentino”. En días de cobro, llegan los micros que traen desde el campo a los trabajadores considerados más problemáticos. Ellos, los que se quejan todo el tiempo, van bajando de a uno, entran a la oficina, arreglan su pago de acuerdo a lo realizado en el mes y casi siempre protestan cuando ven que es menos de lo que correspondía.

El viernes último, en la sede de Trabajo Argentino en Lamarque, estaban los trabajadores esperando cobrar y policías provinciales. Tres uniformados y dos de civil, sumados a los encargados de la seguridad de la empresa. La cámara incomodó a todos ellos.

El sonidista sabía que en ese lugar se daban recibos truchos, que no cumplían con los convenios del trabajo legal y que los que protestan son golpeados por la policía.

Cuando se retiraba fue interceptado. Un patrullero cortó una calle y en la otra, un auto blanco con vidrios polarizados impidió su paso. Unos policías y los “matones” de la empresa bajaron al encuentro. “Vos sos un pescado. ¿Pensas que te tenemos miedo?” fue lo primero que escuchó. Después recibió golpes. Quisieron subirlo a la fuerza al automóvil. En ese momento vió llegar a cerca de 40 trabajadores que gritaban: “No le peguen, es un ser humano”. Al que iba adelante lo reconoció, lo había entrevistado. Fue el que le había mostrado el recibo de sueldo en el que decía que cobró 700 pesos, cuando en realidad debía cobrar 3700.

La llegada del grupo compuesto en su mayoría por gente del norte y descendientes de aborígenes de la zona, le permitió escapar. Corrió mientras el auto blanco lo seguía. Él intentaba comunicarse con el abogado de la familia de Solano, quien lo paso a buscar minutos después. Lo primero que hizo fue comprobar que la cámara haya filmado y se sacó la duda: el micrófono que llevaba en el bolsillo había registrado las amenazas. Guardó las tarjetas de memoria debajo del asiento del auto. Cómo lo seguían, decidió esconderse. El único lugar que le pareció seguro fue la iglesia de Lamarque.

Más tarde, cuando todo se tranquilizó, presentó la denuncia. “Todos los policías”, dijo el sonidista, “están identificados”.  La justicia debe citar a los peones para que declaren. Politis espera que los peones vuelvan a darle una mano.

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