Marianela Pereyra. El Tribuno de Salta-

En medio de un temporal de viento inusual y que los lugareños atribuyen al alma en pena de Armando Bonifacio, el niño de 12 años que fue brutalmente asesinado por su excuñado, Daniel “Grasa Barata” o “Grasita” Mamaní (20), comenzó el segundo juicio oral y público que se hace en el país, a más de 3.200 metros sobre el nivel del mar

La Cámara Segunda en lo Criminal presidida por Carlos Pucheta e integrada por los magistrados Abel Fleming y el juez de Instrucción Formal 1, Martín Pérez, inició ayer a las 9 el histórico debate.

La defensa del imputado está conformada por los abogados Arnaldo Damián Estrada y María Adriana Soria, en tanto que la familia del occiso está representada por el letrado Luis Chiliguay.

El fiscal es Justo Vaca

Ayer en dos turnos, declararon 17 testigos y hasta el jueves, lo harán otros 40.

El acusado, un devoto de San la Muerte y practicante de magia negra, ingresó al recinto esposado y custodiado por tres agentes penitenciarios. Se mostró sonriente. Vestía una campera negra, jean gris y zapatillas Nike blancas.

El 3 de agosto de 2010, Luisa Angélica Bonifacio denunció en la comisaría de la zona que su hermano, Armando César Bonifacio (12), había desaparecido ese días después de haber ido a arriar unas vacas y de concurrir al odontólogo.

Al día siguiente, a las 13.40, un familiar, Inocencio Celso Reyes, encontró su cadáver en la finca Pozo Bravo, cuando concurría a su trabajo. Tenía un hilo de plástico alrededor del cuello y el cráneo y rostro destrozados.

La autopsia practicada por la médica Teresita Royano determinó que murió por traumatismo de cráneo con fractura occipito temporal parietal izquierdo contuso con pérdida de masa encefálica, producida por un objeto contundente y asfixia por ahorcamiento en la etapa agónica.

El primer testigo que declaró fue Omar Osvaldo Bonifacio (23), hermano de la víctima, empleado municipal. “A Mamaní lo veía siempre. Lo quiero preso”, manifestó. “Ese día estuve con él jugando a la pelota hasta las 18 y después me fui. Mi hermano se quedó. Mi hermana Soledad tuvo una relación con él, pero no sé si tenían inconvenientes”, relató.

Luego habló el papá de la víctima, Antonio Bonifacio (59. “Sé lo que le hizo a mi hijo. Sé, por los testigos que él andaba diciendo que iba a matar a cualquiera. Mi hija Virginia Soledad tuvo una relación con Mamaní, pero ella se había ido a Salta capital, a estudiar”, añadió. “Era mi hijo más chico, quería ser policía, al igual que tres de sus hermanos”, finalizó.

Inocencio Celso Reyes (38), quien halló el cadáver , pidió “que se haga justicia y que él pague si es el culpable”. A Reyes se le exhibieron dos piedras grandes y las reconoció como las que estaban ese día en la escena del crimen. “La cara no se podía reconocer, estaba ensangrentada, hinchada”, culminó.

Luisa Angélica Bonifacio (44), hermana del damnificado y cabo de la Policía fue la cuarta testigo que declaró. “Mi hermana Virginia se fue de La Poma en 2010. Me dijo que Mamaní la maltrataba, la encerraba y abusaba”, contó.

“Yo fui al lugar a ver el cuerpo. Tenía un piolín de nylon en el cuello”, sostuvo la mujer y se quebró emocionalmente. Luego contó que “ella (por la hermana) estaba intentado abandonar la relación con Mamaní, quería hacerse a un lado. El se cansaba de mandarle mensajes y ella no respondía”, explicó.

Uno de los testimonios que comprometió aún más la situación del imputado fue el de Virginia Soledad Bonifacio (19), exnovia del acusado.

“Ahora soy enemiga de Mamaní. Mi interés es que se haga justicia. Yo no sabía que iba a hacer esto. Nunca lo imaginé. No sé por qué lo hizo. Yo estaba en Salta porque había ido a estudiar. A Mamaní lo conocí aquí. Fue mi novio durante casi un año. Pero en esa fecha ya no. El me perseguía”, dijo la joven. “No me gustaba porque era muy celoso y le tenía miedo. Una vez abusó de mí y me amenazó: “No digás nada o lo peor te va a pasar a vos’” (La causa por violación se tramita en el Juzgado de Instrucción Formal 2).

“El tenía un libro de magia negra, dijo que tenía que matar sí o sí una persona. Hasta ahora le tengo miedo”, puntualizó.

Feliciana Elvira Albornoz (77) fue testigo del momento en el que Mamaní y Bonifacio saltaron una pirca hacia la finca Pozo Bravo.

“Justo miré que brincaban la tapia. No me imaginé lo que pasaría”, dijo.

El último que lo vio con vida

 Pedro Celedonio Vilte (18) hizo un aporte clave.
“A Mamaní lo conozco porque éramos amigos. Quiero que se haga justicia. Una tarde, con mi abuela, vimos a Mamaní con el niño Armando saltar una tapia. Los reconocí a ambos. Iban al lugar donde encontraron el cuerpo. Mamaní tenía una campera roja, Armando una blanca”. A Vilte se le exhibió la campera secuestrada a Mamaní y la reconoció.
María Guillermina Quipildor (20), otra testigo, dijo que “antes de que suceda esto Mamaní era mi amigo. Ya no. Quiero que se haga justicia por la muerte. Lo vi esa noche. Lo encontré en una fiesta. Estaba tranquilo, como siempre. No quiso tomar y se acostó en la cama. No lo creíamos capaz de golpear o matar. Sé que hablaba de drogas. Tenía un jean blanco, campera roja, zapatillas blancas y una bufanda de Argentina. En la fiesta me quiso abrazar. Cuando llegamos a mi casa dijo que quería decirme algo. Estaba raro. Dijo que no quería tomar para que se enfriara el jugador, porque tenía un dibujo de un jugador en su ropa”.
“Escuché que había dicho que tenía ganas de matar a alguien”, aseguró Quipildor.
A la testigo también se le exhibió la campera y la reconoció como perteneciente al imputado, pero dijo que la que ella había visto tenía letras blancas.
El juicio, que ha conmovido a esta localidad situada a cuatro horas de la capital, continuará hoy.
Foto: Daniel Mamani, acusado. El Tribuno