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Cosecha Roja.-

Víctor Purreta era un boxeador veloz y preciso. Podría haber sido un excelente deportista pero se convirtió en un “proxeneta serial”: abusó, golpeó y obligó a prostituirse a las mismas mujeres que eligió para formar pareja, casarse y tener hijos. La justicia pampeana lo condenó hoy a 18 años de prisión por el crimen y la desaparición de Andrea López, la primera esposa y madre de su hijo. Sumado a una pena anterior, deberá cumplir una sentencia de 25 años.

Más de cien personas estuvieron en los tribunales pampeanos para esperar la lectura de la condena, incluidos los familiares de la víctimas y organizaciones feministas. Omar Gebruers, el abogado de Julia Ferreira, la mamá de Andrea, dijo a Cosecha Roja que la familia quedó “conforme” con el fallo.

Durante el juicio se comprobó que Víctor lavó tres veces la caja de la camioneta Fiat que usó para ir hasta Pehuajó, un viaje que tenía planeado para el día siguiente a la desaparición de Andrea. Iba hasta un cabaret de esa ciudad bonaerense junto a tres chicas a las que llevó a trabajar, les cobró, dejó abandonado el vehículo y volvió a La Pampa en micro. “No sólo explotaba a sus mujeres, tenía vínculos con redes de trata en la provincia de Buenos Aires”, dijo a Cosecha Roja el psicoanalista y criminólogo Luis Disanto.

Un testigo declaró que la vio a Andrea un día antes de su desaparición. Tenía las costillas rotas, vomitaba sangre, no podía toser del dolor que sentía. “Fue un proceso de golpizas y sometimiento a explotación sexual. Además estaba subalimentada porque Purreta no le daba de comer. Él puso a la víctima en un lugar en el que le era imposible defenderse ni convocar a un tercero que la auxiliara”, dijo Gebruers.

La relación entre Víctor y Andrea era violenta. Los episodios se daban con periodicidad y tenían la misma secuencia: Purreta la golpeaba, ella se refugiaba en la casa de la mamá y a las 48 horas él la denunciaba por abandono de hogar. Según Disanto, “la última vez hubo una alteración de la regularidad esperada”.

A pedido del juez, Disanto analizó las pruebas contra Purreta, que llegó al juicio procesado por el crimen. La clave del caso es el relato del niño que estuvo la noche del asesinato -tenía 4 años- y declaró en  Cámara Gesell siete años después.

La noche de 9 de febrero de 2004 el nene se levantó a tomar agua y vio a la madre “morada y desmayada” y al padre intentando resucitarla. “Papá anoche le pegó a mamá con un rebenque”, le contó a las tres chicas que viajaron con ellos a Pehuajó y a la familia de Purreta cuando regresaron a Santa Rosa.

Víctor no hizo la denuncia hasta que la familia, 15 días después, se acercó a la comisaría porque Andrea no aparecía. Tardaron en notar su ausencia porque Purreta no la dejaba ver a los parientes.

En 2005, un año después de la desaparición de Andrea, la Cámara en lo Criminal 1 de La Pampa lo condenó a cinco años de prisión por ser el proxeneta de su pareja. El cuerpo de Andrea nunca apareció y él estuvo preso dos años y medio en la Unidad 4.

La búsqueda de López fue intensa: se exhumaron cadáveres, se rastrillaron pozos donde había huesos, se usaron georadares. En algún momento creyeron que Andrea había caído en un red de trata y buscaron la ayuda de Susana Trimarco -la mamá de Marita Verón- y del Ministerio de Justicia, que se presentó como amicus curae.

“Al principio los familiares y las organizaciones rechazaban la hipótesis de homicidio. Pero si después de cinco años de desaparecida no hay datos, se empieza a pensar en un asesinato”, explicó Disanto. La estrategia debería ir de mayor a menor: “es difícil por la expectativa familiar pero los investigadores tienen que pensar lo peor”, dijo.

En 2007 Purreta obtuvo la libertad condicional. Enseguida conoció a Alejandra Analía Gómez, se casó y de nuevo estalló la violencia: la obligó a prostituirse y la golpeó ferozmente. Otra vez cayó preso.

En la declaración, la segunda mujer contó que se enteró de que era “Purreta” un día antes del casamiento. Dice que le preguntó por Andrea, que él le dijo que “era todo mentira” y que siguieron adelante. Unos meses después lo denunció. Él le había pegado trompadas, la había golpeado con un palo, le había quebrado costillas y le había hecho “tener relaciones sexuales con desconocidos”. En 2010 la misma Cámara en lo Criminal 1 lo condenó a un año y medio de prisión por “lesiones leves calificadas por el vínculo”. Tuvieron en cuenta que Gómez estaba embarazada y que él era boxeador.

En 2008, mientras Purreta enfrentaba su segundo juicio con prisión preventiva, pidió la excarcelación. La jueza Verónica Fantini evaluó que ya tenía una condena y una medida restrictiva del Juzgado de la Familia y el Menor -no podía acercarse a la denunciante a menos de 300 metros- y que estaba procesado por un “delito que vulnera la integridad física de la mujer”. Y le negó el pedido.

En la prisión el boxeador sedujo a una nueva víctima a la que también prostituyó. Recién ahora, diez años y dos parejas después, es juzgado y posiblemente condenado por el homicidio de Andrea. “Esta es la oportunidad del poder judicial de La Pampa para aplicar una condena lo suficientemente fuerte como para marcar una bisagra en los temas de violencia de género”, dijo Gebruers. La querella había pedido prisión perpetua y el fiscal Jorge Marcelo Amado, 18 años y la unificación de la condena anterior que sumarían 25 años.

 

Foto: La Arena