Si no creo, no me agarra

Cuando en los medios y en las redes se instala la flexibilización de la cuarentena, todxs hablamos de Susana y su jet privado, y de lxs vecinxs de las villas y sus partiditos de fútbol. ¿Y en el medio no hay nada?

Si no creo, no me agarra

Por Cosecha Roja
28/05/2020

Susana Giménez fue a su chacra La Mary, en Punta del Este. ¿Por qué? Porque puede. Mientras los casos se multiplican, ella lanzó una de sus frases: “La gente no puede estar encerrada 80 días, es ridículo”. Casi lloró: “Cuando vi a una señora hacer una fila desde las 4.30 de la mañana para comprar huevos, vi a Venezuela y tengo terror de que nos quieran convertir en eso”. Por eso se fue en su jet privado.

En el otro extremo 4000 personas fueron aisladas en Villa Azul, un barrio de Quilmes, por la cantidad de casos: al momento hay 200 y se espera una crecida. Allí el foco estuvo en criminalizar a quienes jugaban al fútbol en un potrero como “los salvajes que no piensan”. 

Cuando en la agenda pública se instala la flexibilización de la cuarentena, se habla de Susana y su jet privado, y de lxs vecinxs de las villas y sus partiditos de fútbol. ¿Y en el medio no hay nada?

Un sector de la clase media entró en la etapa mística: si no creo, no me agarra.  Los números muestran que de los 13.933 casos de coronavirus en Argentina, 7.936 son en Ciudad de Buenos Aires. Los principales focos están en Retiro y Flores, donde se encuentran las villas 1-11-14 y la 31 y 31 bis. Pero 47 de los 48 barrios porteños tienen casos positivos: la mayoría son barrios de clase media y media alta. ¿Qué está pasando en todos esos lugares?

La cuarentena es víctima de su éxito”, dice a Cosecha Roja Mar Lucas, directora de Innovación Estratégica en Fundación Huésped. “Aparece una dicotomía entre tomar mis decisiones como si fuera un ser aislado y el derecho colectivo. Da la sensación de que todavía no queda claro que el coronavirus es una enfermedad incontrolable por ahora. Y que la zona de AMBA es el foco”. 

Pero “hay que apelar a una comprensión más colectiva de la salud, porque no hay ningún argumento que pase por la decisión individual que sea suficiente para frenar la propagación. Es como con las vacunas: tener una mirada colectiva supera lo que me pase a mí en concreto”, dice Lucas.

El casamiento para cien personas en pleno barrio de Once quizás sea un ejemplo extremo. Pero todes conocemos acciones menores: un asado con cuatro amigos, una depiladora o un peluquero que atienden a puertas cerradas, un cumpleaños festejado con las persianas bajas y sin demasiados abrazos. 


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La familia de V. y L. se reunía todos los domingos a comer en la casa de la abuela. Después de dos meses, el domingo pasado decidieron volver: se juntaron con hijxs y nietos, hicieron que la abuela se conecte por WhatsApp y comieron lxs doce alrededor de una mesa en Barrio Norte.  

A. se peleó con su amante una semana antes del aislamiento obligatorio. Siente al sexo como una parte de su vida, como un deporte que la ayuda a descargar y liberar angustias. La última semana arañaba las paredes y empezó a chatear con un compañero del grupo de poesía. No aguantó más la abstinencia: se hizo una escapada a la casa del poeta y tuvieron un rapidito.

Un virus para todos

Silvia González Ayala, titular de la Cátedra de Infectología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata, repite algo que ya se dijo: “Se transmite de la misma forma en todas las clases sociales”. 

Las diferencias están en lo que pasa después. No es lo mismo tener las defensas altas y un buen lugar para pasarla que estar hacinado: “En las personas con necesidades insatisfechas se potencia por las condiciones habitacionales, la falta de abastecimiento de agua segura, la malnutrición y enfermedades de base a veces sin el seguimiento adecuado”.

El Hospital Muñiz nació en 1882 para aislar personas con enfermedades infecciosas. Hasta hace pocos meses se ocupaba principalmente de tratamientos para el vih-sida. Hoy tiene 70 de sus camas con pacientes Covid-19. “El aislamiento es la forma que tuvimos para evitar que mucha gente se muera o se enferme”, dijo a Cosecha Roja Gabriela Piovano, médica de la institución.

“En los lugares donde sigue circulando el virus, siguen habiendo casos asintomáticos que si se entrecruzan con los lugares donde no llegó van a producir nuevos brotes”, dice Piovano. “En el AMBA estamos muy lejos de haber disminuido el brote, y la falta de compromiso individual repercute en que aparezcan nuevos casos”.

Quienes desoyen la cuarentena alegan razones empáticas con la comunidad: la economía (“si no laburo me muero”), la perspectiva mental (“la cabeza no me da más”) y la naturaleza humana (“somos seres sociales”). 

Después vienen los que no creen que sea para tanto. Los más extremos son parecidos a los “terraplanistas”: dan por sentado que aquello que no se puede afirmar se puede negar. Que el virus es un invento de control social, una conspiración. 

En realidad no importa si la gente cree o no cree en el virus: el virus cree en nosotros, y con eso alcanza.