Soy trabajadora esencial y tuve COVID-19 porque no me quedó otra

Los equipos de Salud Mental prácticamente no existen en los discursos oficiales, dice Miriam Maidana, psicóloga de un hospital del conurbano. Tampoco el camillero, las administrativas, el señor de la puerta que toma la fiebre, ni el personal de limpieza. Hay que repasar la lista de trabajadorxs esenciales porque son muchos más de los que se cree. “No somos máquinas. Nos pasan cosas”, dice Maidana.

Soy trabajadora esencial y tuve COVID-19 porque no me quedó otra

Por Miriam Maidana
27/08/2020

Tuve COVID-19.

Quiero ser clara en lo que voy a contarles: COVID es unx a unx. 

Mi equipo hospitalario de Salud Mental se está rearmando para enfrentar lo que se viene.  Una mañana tuvimos una reunión y a los pocos días una colega nos avisó que dio positivo. Subimos a Aislamiento y nos hisoparon: salvo el “contacto estrecho” yo no tenía síntomas, hubo dudas pero un poco firme me puse: una de mis compañeras tenía tos, hisópenme.

A casa, a aislarse.

No fue para mí mucho problema el atravesamiento de la enfermedad: prácticamente asintomática, dos días me picaron los ojos, algún dolor de cabeza, y nada más. Soy casi un milagro científico, ya que al ser tabaquista era esperable que la pasara peor. 

Lo que me fue insoportable no tuvo tanto que ver con el encierro -privilegios que una tiene: heladera y alacena surtida, una casa amigable – sino con el tiempo que tardó el resultado: siendo personal “esencial” -es decir, concurriendo a trabajar desde marzo- mi positivo llegó seis días después de mi hisopado. 

La mañana del martes en que nos hisopamos yo había hecho una broma: Juana Viale había  hablado de que “todos íbamos a tener COVID en algún momento” y nosotras, nuestro equipo, era uno de los pocos “intactos” en el Hospi del confín del conurbano. Hicimos aislamiento, interconsulta en guardia, trabajo con los equipos, y nada. Claro que nos cuidamos: ingresamos a aislamiento y guardia cubiertas y protegidas, usamos barbijos, alcohol en gel, sostenemos la distancia, no compartimos mates. 

A nuestro alrededor siempre había compañeres en aislamiento, esperando resultados, y dos muertxs.

Los equipos de Salud Mental no existimos prácticamente en los discursos oficiales. Tampoco el camillero que trabaja de domingo a domingo, las administrativas, el señor de la puerta que toma la fiebre e indica a las personas donde deben asistir, ni el personal de limpieza y sus turnos sobrehumanos. 

Revisen la lista de “trabajadores esenciales” en Salud: somos muchxs. Hospitales, clínicas, centros de salud: somos un montón de personas que soportamos no sólo el trabajo sino sus “accesorias y costos”: embolsar la ropa, llegar a casa y no poder acercarse a la familia, bañarse, poner toda la ropa que usamos a lavar, desinfectar todo y recién ahí poder relacionarnos con nuestrxs convivientes.


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Al marido de una compañera que dio positivo le quemaron el auto. Muchas familias se enojaron porque “seguíamos trabajando”. No entienden que no es una elección: los bomberos apagan los incendios, en una emergencia en salud actuamos nosotres. 

Insomnio, angustia, sueños recurrentes horrendos con hisopados y personas intubadas, no somos máquinas. Nos pasan cosas.

El virus, claramente, tiene un comportamiento imprevisible. Yo no me contagié por entrevistar a personas con diagnóstico positivo, ni haciendo compras en el supermercado, ni yendo al hospital recorriendo servicios. Tuve una reunión donde usamos barbijos, alcohol en gel y sostuvimos distancia, pero así fue: el fantasmático “contacto estrecho”.

Mi mejor amigo actualmente está internado. Tiene COVID, Neumonía y esas cuestiones.

Varios de mis amigues ya lo pasaron, otros no.

Yo tuve COVID: en un mes me haré el examen de anticuerpos. 

Estaría bueno cortar un poco la agresividad acerca de cómo unx sobrelleva la situación actual. Yo no conozco ninguna persona que contagie a propósito, no se trata de “psycho killers”. Sí conozco personas desesperadas por el encierro, los quilombos económicos, las pérdidas en sus condiciones de vida. 

Pocas cuestiones como esta epidemia pusieron a las personas tan en contra, con tanta “claridad” para decirles a lxs otrxs todo lo que tienen que hacer.

No cuestiono, ni lo haré, las decisiones del Ministerio de Salud: alguién tiene que fijar lineamientos.

Lo que sí me cansa y agota es la pelea cuerpo a cuerpo, los mensajes morales, la agresividad y la falta de escucha hacia el otro. El semejante. Mi vecinx, mi compañerx de trabajo, mi familiar.

No creo que todes debamos contagiarnos. Tampoco creo que haya una regla para no contagiarnos.

Pero si tienen síntomas exijan su derecho a ser hisopadxs: algunes lo pasamos asintomáticamente. Otres, como mi mejor amigo, están en la cama de un hospital.

Miriam Maidana