la gaceta

El sacerdote que apareció colgado en una capilla tucumana se sentía solo. Un mes antes de su muerte se lo dijo a una amiga docente. Solía visitarla en el colegio Croacia, de la capital provincial. Dejaba la parroquia de La Florida -a 17 kilómetros de la ciudad de San Miguel de Tucumán- porque le gustaba tomar mate y hablar con ella. Esa fue la última vez que se vieron. Virginia Díaz dice que sentía que no estaba acompañado porque las autoridades nunca lo ayudaron en su lucha contra el narcotráfico. Hoy lo encontraron colgando de una soga en un cuarto de la Iglesia donde trabajaba. Su muerte desató el llanto de los tucumanos que lo despiden mañana con una marcha y una serie de especulaciones. Sus compañeros curas, los feligreses que lo sabían amenazado y hasta al fiscal general tucumano, Gustavo Gómez, creen que no fue un suicidio.

Juan Viroche tenía 47 años y era de Salta. Había llegado a La Florida en 2013. En su último posteo de Facebook, el cura contó: “El robo de la corona de la virgen, lejos de ser un robo fue una amenaza disfrazada de robo, me dijo la policía y varios de la comunidad parroquial. Sin embargo, las cosas no quedaron ahí, la inseguridad siguió creciendo, la venta de droga y las mentiras de quienes pueden sentarse a la mesa y dialogar buscando una solución no se hacen presente porque el interior muchas veces solo sirve para tiempo de elecciones. Esto está poniéndose muy feo”. Esa fue la forma que encontró para contar que lo amenazaban.

“Yo les abro mi corazón y ustedes abran sus puertas”, dijo Juan el primer día que llegó a la parroquia. Recorrió las casas de los vecinos y los conoció uno por uno: sabía quién era quién en el barrio. “Daba lo mismo si lo invitaban a comer un guiso de arroz a una mesa o con un vagabundo. Él aceptaba igual”, contó a Cosecha Roja Virginia. Si se enteraba que había alguien enfermo, viajaba hasta el lugar para preguntar cómo estaba. Con ese trabajo diario, se ganó la aceptación de la gente.     

El año pasado Juan sacó el altar de una Iglesia y dio misa en la vereda de Delfín Gallo, a diez kilómetros de San Miguel de Tucumán. Habló sobre los problemas de las adicciones de los jóvenes.  “No sé qué hay en el corazón de una persona que está envenenando al hijo de su amigo o de su vecino. Es terrible dominar a una persona de ese modo y quitarle la libertad”, dijo el cura. Las madres de los chicos atrapados por el consumo de drogas lloraban al escuchar el sermón.

Viroche siempre estaba atento a los casos de consumos problemáticos. Una vez participó de una marcha que se hizo en el barrio La Antena, donde los vecinos se movilizaban conmovidos por la muerte de un joven que consumía paco y pastillas. Allí conoció a Emilio Mustafá, psicólogo y coordinador de la Secretaría de Adicciones de la Provincia. Después se volvieron a ver en una procesión en Plaza Independencia, en la capital. “El trabajo que hacía era muy importante. Luchaba por la visibilización del problema de las drogas”, dijo a Cosecha Roja Mustafá.

Mustafá también pertenece a la organización Hermandad de los barrios contra las adicciones. Esta asociación, junto con vecinos de siete villas distintas y las madres de pañuelo negro trabajan contra el consumo de drogas en cinco barrios: La Costanera, Los Vázquez, La Antena, Santa Inés y El Sifón. Allí juegan con los chicos y los contienen para que no vuelvan a la pasta base.

También producen sus propias estadísticas sobre lo que ven. Según el psicólogo, en lo que va del año murieron diez consumidores problemáticos en el barrio La Antena por el daño físico y psíquico que produce fumar paco diariamente. “Hoy lamentablemente no existe pueblito donde no entre la droga. No sólo en Tucumán, sino en todo el país”, denunció. Además, contó a Cosecha Roja que durante el último tiempo bajó la edad de inicio de consumo: antes empezaban a consumir a los 16; ahora, a los 10 los chicos ya tienen acceso a las drogas.

La muerte del padre Juan impactó en la provincia y el país. “En mi opinión, tiene que ver con todo lo que pasó en el último mes en Tucumán”, explicó Mustafá. El 27 de septiembre en La Costanera detuvieron a Rogelio “el gordo” Villalba. De acuerdo con las versiones de la Policía Federal, la Provincial y Gendarmería, era el líder de una banda narco. Traficaba hacía más de diez años y lo apuntaron como el responsable de la enorme oferta de paco en la provincia.

“Uno puede dar la cara y exponerse pero lamentablemente quienes pueden hacer algo miran para otro lado. Sé que defraudé con actitudes que tengo a varias personas que esperan que los acompañe y que tendré que dar cuentas de muchas heridas causadas pero esto va más allá: es tiempo de revolución”, cerraba el mensaje de Facebook del padre Juan. El cura no era de los que hacían la vista gorda: “La problemática de la droga estaba escondida. Y él ayudó a que se hiciera visible”, dijo Mustafá.

Los vecinos de La Florida creen que lo mataron los narcos. Los medios se hicieron eco de la noticia y hasta dudaron entre homicidio y suicidio. Según La Gaceta, la autopsia indicaría que no fue un crimen. Mientras, el fiscal Diego López Ávila continúa tomando declaraciones: hoy estuvo en su despacho una mujer del pueblo vecino, Delfín Gallo.

El cuerpo del cura será velado hasta mañana a las 10, la hora en que el obispo Alfredo Horacio Zecca para ofrecer una misa. Al mediodía, los restos van a ser sepultados en el cementerio municipal de Cevil Pozo, Banda del Río Salí. A las 19 habrá otra marcha del silencio frente a la Catedral de San Miguel de Tucumán. Esta vez será para pedir que se combata a los narcos, y para denunciar la extraña muerte de un sacerdote que los tenía de enemigos. “Marcharemos alrededor de Plaza Independencia pidiendo Justicia por el Padre Juan Viroche y todas las víctimas de la droga y narcotráfico”, dice la convocatoria.

Foto: Gentileza La Gaceta