20100503 BsAs - La Alameda 012Cosecha Roja.-

– ¿Querés comer carne? – le preguntó Eliana a Rosa el día que la joven de 20 años intentó comer un pedazo de grasa que quedaba en el plato. Después agarró un cuchillo y le hizo un corte en la muñeca- ¡Ahí tenés tu carne!

Durante dos años y medio el matrimonio de Eliana y Abdón torturó a Rosa. No tenía cama: dormía tirada en el piso, atada y desnuda. Tampoco tenía DNI, comida ni forma de comunicarse con la familia, que vive en Bolivia. La hicieron trabajar en un taller textil doméstico de Villa Celina hasta que, el viernes pasado, la Justicia detuvo a la pareja y Rosa quedó internada.

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María es la dueña de la casa de las torturas, en el barrio Sarmiento. La mujer le alquila la planta baja a dos familias, el primer piso a otra y la habitación del segundo a Abdón, Eliana, su hija de 15 años y Rosa. El jueves 16 de abril María sospechó que algo pasaba. Las marcas en el cuerpo de Rosa no dejaban dudas: tenía cicatrices, golpes, moretones, rastros de ataduras. No sabía qué hacer y encaró a la pareja. Los torturadores la amenazaron. Al día siguiente, María contactó a la Asociación Civil Federativa Boliviana (Acifebol) y su presidente, Alfredo Ayala, hizo la denuncia ante la policía.

– Se nos fue la mano- dijo Abdón mientras esperaba que llegaran los oficiales.

Según dijo Ayala a Cosecha Roja, el hombre “ya tenía asumido que sobre él pesaban una serie de delitos graves”. El argumento de la mujer era que Rosa se había metido con su marido.

– Pero, ¿por qué no la echó? ¿por qué le pegó todos los días? – le preguntó el titular de Acifebol.

– Sí, tal vez me equivoqué – respondió Eliana.

Ayala es uno de los dirigentes más polémicos de la comunidad boliviana en Argentina. Lo acusan de ser defensor de dueños de talleres clandestinos que explotan a sus trabajadores. El 17 de julio de 2009 protagonizó un episodio en la puerta de uno en el que las condiciones laborales eran inhumanas y que había sido denunciado por Luis Quispe y Daisy, su esposa embarazada. El matrimonio había llegado desde Bolivia con la promesa de trabajo, sueldo y vivienda pero terminó esclavizado. Cuando llegaron los inspectores de la secretaría de Trabajo porteña Daisy gritó “Por favor, quiero salir de aquí”. Minutos después apareció Ayala y convocó por handy a otros talleristas, que se acercaron a la puerta a defenderlo. Acusó a la organización La Alameda de querer llevarse las máquinas y le pegó una piña a su titular, Gustavo Vera.

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El caso de Rosa lo investiga la UFI 9 de La Matanza y está caratulado como “Abuso sexual gravemente ultrajante con reducción a la servidumbre y privación ilegal de la libertad agravada por haberse causado lesiones graves a la víctima”. Abdón y Eliana quedaron detenidos y Rosa sigue internada en el Hospital Alberto Balestrini en La Matanza. Tiene un cuadro de desnutrición porque las pocas veces que le daban comida, era arroz con cebolla cruda. Le cortaron el pelo como castigo y tiene heridas hasta en la vagina: le metían palos de escoba y conos de hilos.

Los padres del matrimonio y los de Rosa se conocen desde siempre porque todos son oriundos de la comunidad Uncallamaya, en el departamento de La Paz. Abdón y Eliana se mudaron a la Argentina primero. Hace dos años y medio fueron a buscar a Rosa -que no sabe leer ni escribir- para que trabaje en el taller. Ella se acababa de quedar huérfana de padre y decidió emigrar para ayudar con dinero a sus siete hermanos. Pero poco tiempo después perdió contacto. A Flora, la mamá de Rosa, le dijeron que su hija no llamaba porque no quería: “A esa vieja le voy a olvidar, no quiero saber nada con ella”, le contaban que decía. Pero era mentira: estaba incomunicada.

Flora y su marido Basilio se enteraron de la noticia a través del Facebook de Radio Metropolitana Argentina. La emisora les pagó el pasaje y ya están en Buenos Aires acompañando a su hija. “Estamos a la espera de que la familia decida qué actitud tomará: si vuelven a Bolivia, si se quedan y si participarán de la causa”, dijo a Cosecha Roja la consulesa boliviana Noemí Marconi.