Mirko tiene 14 años y vive en un refugio de víctimas de violencia machista. Su habitación está pintada de color azul. En las paredes hay imágenes bandas de rock, algunos animé y el plantel completo de Boca Juniors.  Duerme en una cucheta, frente a otras dos que por lo general están ocupadas por otros niños refugiados. Llegan en busca de protección y cuando se van, Mirko los extraña. Son sus hermanos temporarios, a los que aconseja y ayuda y con los que comparte una vida de adolescente.

Cuatro años atrás, una noche a Mirko lo despertó el llanto de una mujer que llegó con sus hijos descalzos. Habían escapado así del maltrato que vivían en su casa.  Esa noche fue la primera de muchas en las que Mirko no dudó en ceder su cama. Esperaba que esa víctima pudiera sentir un poco de alivio.

Y Mirko será el primero de una tanda de adolescentes voluntarios que se capacitará para ser parte de un programa piloto. El objetivo es convertirse en un facilitador de información sobre la problemática de la violencia de género.

El proyecto se inicia en quince escuelas de Almirante Brown, partido de Lomas de Zamora y luego se pretende aplicarlo en toda la provincia de Buenos Aires.

Todos los días ocurren femicidios. En las escuelas hablan sobre el tema. Incluso en la que asiste Mirko. Sus compañeros saben que convive con víctimas. Le preguntan cómo es vivir en un refugio. Le preguntan si sabe sobre algún caso difundido en los medios. Quieren conocer más sobre el tema y él comparte recortes de diarios para informar a los demás. La maestra lo hace participar en clase y Mirko despeja las dudas de sus pares con palabras simples.

Ubicarse en ese lugar no le resultó simple,  debió soportar las “cargadas” de otros chicos que se reían de él por defender a las mujeres. En un recreo, Mirko fue acorralado por un grupo de chicos. Lo insultaron, lo golpearon y se le rieron en la cara por intentar detener el ataque constante que sufría otra joven por tener sobrepeso.  A pensar del bullyng, nunca cambió sus convicciones.

“Un compañero en la escuela lo cargaba diciéndole que él era un feminista, como si fuera algo malo. En lugar de enojarse, Mirko intentó acercarse. Comenzaron a hablar y ese chico convivía con situaciones complejas de violencia”, recuerda Nancy Uguet, su madre y encargada del refugio.

Siguiendo el mismo camino que inició Nancy, Mirko participa en la Mesa Local de No violencia que organiza el Consejo de la Mujer de Almirante Brown.

Dentro de la casa se muestra atento a su entorno. Ayuda en las tareas como un voluntario más y sigue de cerca la evolución de las refugiadas.  El advirtió ciertos comportamientos que le llamaron la atención en una de las mujeres rescatadas. Mirko notó que ella escondía un embarazo prominente y lo informó. El temor de la víctima rescatada la llevó a esa situación. Mirko hoy es uno de los que juegan y cuidan a Julián, un bebé sano que nació meses después.

Mientras las madres toman mate y comparten un momento de charla, los más pequeños del refugio juegan y los adolescentes inician sus relatos. Cuentan como pueden, como les sale, lo que vivieron. Mirko los escucha, observa y luego reflexiona sobre qué decirles.También comparte salidas al cine, y arman partidos de fútbol.

TENER UNA IDEA

Al notar el interés de Mirko, Nancy tuvo una idea: convertir a los jóvenes en replicadores. Para ello, un juez de Lomas de Zamora, Roberto Alfredo Conti, colaboró en el armado del proyecto.

Conti armó el desglose de lo que hoy es el programa de capacitación para replicadores adolescentes.  Y no lo hizo solo. Se sumaron otros profesionales en la materia, que además son docentes. En total, son 23 integrantes los que conforman la red de formadores y quienes acompañarán el proceso de los voluntarios y velarán en ayudarlos a manejar las distintas situaciones a las que se enfrenten.

“Los chicos usarán una banda en el brazo como si fuera la identificación de un capitán de un equipo de fútbol. De esa manera serán visibles para que quien lo necesite se acerque a ellos”, explica Uguet.

Entre los especialistas participa Nancy Durand como psicóloga. Conoce a Mirko desde hace tres años y entendiendo cómo él ve la problemática armaron la planificación del curso. “La mirada y la percepción de Mirko nos ayuda para analizar cómo emprender la labor diaria de este proyecto”, dice.

Además de Mirko, se sumó una joven que es hija de una mujer sobreviviente a la agresión de sus parejas. Sin miedo y conociendo bien cómo se vive cada día rodeada de golpes, gritos y maltratos, desea que otros no pasen por lo mismo.

CÓMO SE EJECUTA EL PROGRAMA

El programa será informado en las escuelas que participarán como prueba piloto y los voluntarios, fuera del horario escolar, recibirán la capacitación. Luego cada joven replicará los contenidos. Entre los temas que desarrollarán en las clases se incluyen la definición de violencia, los tipos, sus modalidades y formas de prevenir ser víctimas o repetir modelos agresivos.

No estarán solos. Ellos escucharán a sus pares y podrán asesorarlos. Serán los ojos encargados de ver la raíz del problema.

Los voluntarios mantendrán encuentros semanales con los especialistas para comentar las historias que recibieron luego del contacto con sus compañeros. Recibirán contenidos y acompañamiento permanente para no sobrexponerlos a situaciones ajenas a la misión del proyecto. Para ser identificados por los otros jóvenes usarán una banda en el brazo.

Mirko está tranquilo. Sabe que su misión se extenderá contagiando a otros jóvenes para hablar de un tema que urge. Se imagina con su banda de capitán y sonríe. Casi como si se tratara de la banda que usó Mascherano en el Mundial. Mirko se convertirá en héroe.