unicefJesica Rivero Bonetto.-

El niño se retorcía en la vereda de una zapatería. En medio de los insultos la madre le daba cachetadas en la cabeza. La abuela insultaba a ambos mientras miraba la vidriera. Los transeúntes pidieron que dejara de golpearlo, que lo estaba lastimando. La madre respondió que no hacía caso, que ya la tenía podrida. El niño no tendría más de 3 años. Si le seguía pegando, le dijeron, llamarían a la policía. Es que no sé qué hacer, dijo. ¡No sé qué hacer!

El caso es solo un ejemplo: los datos presentados por Unicef en el informe“Una situación habitual: violencia en las vidas de los niños y adolescentes” muestran que en Argentina 7 de cada 10 niños y niñas de 2 a 4 años sufren algún tipo de disciplina violenta que incluye castigos físicos y maltrato psicológico. En el capítulo de Argentina, el recorte elegido aborda la violencia en el ámbito familiar e impulsa el lanzamiento de la campaña “Crianza sin violencia”, que busca erradicar los gritos, chirlos y estereotipos en la educación de niños, niñas y adolescentes.

En un 70 por ciento de los hogares encuestados se utiliza algún tipo de violencia (física o verbal) como método de disciplina. El 63 por ciento de las agresiones son verbales, seguidas por el castigo físico (40.5 %) y un 10 por ciento que asume el uso de castigo físico severo como método. 

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Los gritos son la agresión verbal más utilizada, mientras que los chirlos y zamarreos son castigos físicos muy frecuentes. Uno de los spots realizados para visibilizar este informe muestra a distintos loros decir insultos a repetición, incluso copiando el tono de las personas autoras de los mismos. Al final, la pregunta que interpela: si un loro recuerda esto, ¿cuánto puede permanecer en la memoria de un niño?


 

 

 

Los gritos, golpes y empujones son agresiones naturalizadas que forman parte del método de disciplina que sufren un 72 % de niños y niñas de 2 a 4 años. En ese registro, Argentina se ubica levemente por debajo de la media de la región, cerca de países como Sierra Leona (73.6%) y México (69.9 %), lejos de los países con menor índice como Cuba (36 %) o Uruguay (60.6 %)

La muestra utilizada por Unicef expone la naturalización de esta forma de disciplinar en la crianza: más del 95 por ciento de los adultos y adultas cree que los chicos y chicas no deben ser castigados físicamente, pero en el 70 por ciento de los hogares se utilizan los golpes, los zamarreos, los chirlos y las cachetadas para ponerle límites. Los niveles de aceptabilidad de la violencia son altos y pueden analizarse desde una mirada de género, a pesar de que la disciplina violenta atraviesa casi sin distinción a niños y niñas: los hogares donde las mujeres justifican la violencia contra la mujer presentan un porcentaje mayor de opinión a favor del castigo físico a niños, niñas y adolescentes. Como un eslabón de una cadena de la violencia, los niños y niñas sufren el machismo tanto como el adultocentrismo que excusa a los cuidadores y cuidadoras de ejercer castigos sobre sus hijos.

El informe de Unicef también aporta los datos recabados por el Programa Las Víctimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación: de las denuncias ingresadas a través de la línea 137, un 57 por ciento tienen como víctimas a niños, niñas y adolescentes, mientras que un 88 por ciento de los agresores son del género masculino. En el 98 por ciento de los casos son varones quienes tienen responsabilidad parental sobre las víctimas, mientras que los padres son los agresores en el 76 por ciento de los casos.