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Maximiliano F. Montenegro*.-

Estoy frente a un espejo. Me saco una foto antes de salir. Me pongo mi mejor pantalón de jean, la camisa blanca que me gusta y esos zapatos marrones que me regalaron. Me gusta la foto. La subo a Facebook. Mis amigos me escriben cosas agradables. Salgo de casa caminando con ganas. Me espera una chica. Una cita. Mitad posibilidad de trabajo, mitad curiosidad por esa persona que conocí por chateos. Llego al lugar pactado. Ella está dentro de un auto. Me hace señas. Cuando me acerco hablamos, yo con los pies en la vereda. Linda voz tiene. Suave. Tiene el pelo largo, usa ropa ajustada al cuerpo. Me invita a tomar algo. Subo al auto. Maneja un rato largo. Sale de la ciudad. Charlamos de cosas que veníamos hablando en los chateos. Le gusta el fútbol como a mí. No conozco la zona. Ella me dice que no me preocupe. Pero estoy muy preocupado. Detiene el vehículo en una zona descampada. El sol cae, no hay mucha luz. Me mira fijo, distinto. Propone ir a la parte de atrás. Le digo que no. Que recién nos conocemos. “Callate, puto”, me responde. Todo se disuelve. Cambia de forma, de color. Se torna oscuro, pesado, irrespirable. Intento salir de ahí. Aún cuando todo me inmoviliza. Ella saca un arma. “Quedate tranquilo, papito, o sos boleta”, amenaza. Tiene los ojos inyectados en sangre. Un golpe en la cabeza con la culata, un manotón que arranca parte de mi camisa. Veo el agujero negro de la Glock, apuntándome a los ojos. No pienso, voy atrás. Me viola, largo rato. No entiendo nada. Tengo mucho miedo. Terror, en verdad. Pone una media en mi boca, apenas puedo respirar. Con sus manos aprieta mi cuello. Nada puedo hacer. El oxígeno no ingresa a mis pulmones, muero. Me ata las manos y pies. Luego introduce mi cuerpo en una bolsa arpillera. Cuando encuentra un lugar sin mucho tránsito, me deja ahí. Tirado. Muerto. Como basura.

* Dicen que la cultura de la violación no existe. Dicen que exageramos. Dicen que no somos una sociedad machista. Dicen que las pibas no son asesinadas por violencia sexista. Dicen que es mentira que a los varones nos enseñan a creernos dueños de los cuerpos y las vidas de las mujeres. Dicen y dicen. Pero las que mueren asesinadas son ellas. Por nosotros, los machos.

*Periodista de Diario Popular

FOTO: Laura Tenenbaum