Por Griselda Torres Zambrano
Don Nepomuceno captó mi atención en la plaza de Chilpancingo Guerrero. El templete soportaba el peso de algunas de las víctimas del Movimiento por la Paz al arrancar el recorrido de la Caravana del Sur por once estados de los más violentos del país.

En esa tribuna de madera que rechinaba con el fluir de las historias, el rostro mojado de este vendedor de mariscos en Sonora me llevó a pedirle una entrevista para las tres reporteras de Guadalajara que cubríamos por primera vez el caminar de estos hombres y mujeres que dejaban el alma en cada pueblo para pedir justicia por sus muertos y el regreso de sus desaparecidos.  Don Nepo bajó con su inseparable pancarta con las imágenes de su hijo Jorge Mario y sus tres amigos. También con la mochila en la que cargaba el expediente y decenas de fotografías de su familia.
-¿Sí me permite un minuto para sacudirme la nariz? Es que estuve llorando por la señora. Es duro eso  y me aflojó el moco.
A Nepomuceno le “aflojó el moco” el testimonio de María Herrera. Sabía cuánto le dolía a ella esta tierra de donde desaparecieron sus cuatro hijos.
A mitad de la entrevista, Valentina Peralta interrumpió su testimonio. Le pidió que no le diera a la prensa los nombres de los sospechosos o números telefónicos, “porque ha habido casos en los que por detalles de ese tipo terminan matándolos”.
Ese fue el primer contacto de muchos con Nepomuceno y sus dos grandes amigos: Roberto el padre del ajedrecista y Melchor, del Vaquero Galáctico. Caminaban juntos. A los tres se los veía comiendo sin soltar cada uno su pancarta. Él en lo particular decía que llevaba su plástico para que sí llovía su hijo nunca se mojara.
Y por las calles del sur del país descubrimos al hombre incansable en la búsqueda de Jorge Mario. Al protector, al amigo, al solidario y al gran contador de chistes que nos arrancó un mar de carcajadas  en la frontera con Guatemala. Ahí nos dijo que quería que la próxima caravana llegara a Hermosillo para que el gobernador le hiciera caso.
La última vez que vi a don Nepomuceno fue en San Cristóbal de las Casas Chiapas el 15 de septiembre. Esa noche el caminar fue bajo una fuerte  tormenta. Y mientras el país celebraba el grito de la Independencia, en el Teatro de la Ciudad el Movimiento por la Paz callaba. En ese evento don Nepomuceno hizo de reportero porque le pedí que detuviera mi grabadora cuando Javier Sicilia diera su mensaje y así lo hizo. Esa noche era nuestra última noche en la Caravana y fue él de la última persona de la que me despedí.
– Me mandas lo que escribas y le pones un correo al gobernador para que me reciba- dijo.