24 de Marzo: la memoria de lxs nietxs

Las historias de sus abuelxs las conocen en retazos, como un rompecabezas que fueron armando un poco a través de las palabras de sus familiares, otro poco a través del estudio, los libros y las películas de la Dictadura. Heredaron la militancia en sus distintas formas y la convicción de que la salida es a través de lo colectivo. Tres nietxs hacen memoria en el presente.

24 de Marzo: la memoria de lxs nietxs

Por Natalia Arenas
23/03/2022

Arte: Federico Mercante

Victoria, Ana y Sebastián conocieron a sus abuelxs por fotos. En un ida y vuelta constante entre la historia familiar y la de un país sumido en la última Dictadura Civil Eclesiástico Militar, lxs reconstruyeron a través de las palabras de otrxs, las lecturas, las anécdotas.

Lxs tres recibieron un legado tácito de sus abuelxs: la pelea colectiva por los derechos humanos. Y de sus madres y padres, uno más explícito: transformar el dolor en resistencia, en lucha.

Como parte de la generación más joven de familiares de desaparecidxs y asesinadxs por la Dictadura, se sienten interpeladxs no sólo por la reivindicación de consignas como Memoria, Verdad y Justicia, sino también por las luchas de derechos humanos más contemporáneas.

Victoria

Victoria-Favalli

Como cada año el 24 de Marzo de 2013 Victoria Favalli marchó en Rosario. Pero no era una marcha como las otras. Tenía 13 años y, por primera vez, se organizó con sus compañrxs del centro de estudiantes de la escuela provincial de danzas “Nigelia Soria” y marchó con ellxs. Juntarse, pintar la bandera, concentrarse y marchar.

“Fue la primera vez que no marché con mi familia. Fue como un quiebre: salir a las calles con un grupo de gente de mi edad con el que compartimos las mismas convicciones”, cuenta a Cosecha Roja. “Fue un momento en el que me sentí bastante conectada con las luchas de mi abuelo: juntarse, poder organizarse y luchar”, dice.

A Victoria Favalli le dicen “Vitu”. Tiene 21 años y vive en Rosario. La historia de su abuelo materno Rubén Daniel Flores la fue conociendo de a poco, a medida que iba sumando años para procesar mejor la información. Casi a la misma edad que marchó por primera vez con sus compañerxs, vio la película “Muertes indebidas” (2005), dirigida por Rubén Plataneo, que narra las historias de tres núcleos familiares que tienen en común tener un desaparecidx. Una de esas familias es la de Victoria.

El 7 de junio de 1977, Rubén Flores y Laura Repetti fueron secuestradxs junto a su hija de seis meses, Mariana, cuando salían del cine. A ellas dos las liberaron y de él lo último que se sabe es que lo llevaron al centro clandestino de detención de Granadero Baigorria, de Santa Fe, conocido como “La Calamita”. Tenía 22 años y militaba en Montoneros.

“Que mi abuelo sea desaparecido es un motor. Cuando empecé a militar en un partido político lo principal fue seguir con esas luchas que comenzó mi abuelo, aunque hoy hayan mutado”, dice Victoria. “Conocer la historia de mi abuelo me hizo entender que la lucha es desde lo colectivo. En mi familia pasó esto, en otras familias también, entonces es poder encontrarse para caminar juntes las calles, las luchas”, dice.

Para la familia Flores Favalli los 24 de marzo son un encuentro. Aunque cada une marche por su lado siempre se encuentran en las calles. “Y este 24, aunque otra vez no podamos marchar para poder cuidarnos, vamos a juntarnos con mi abuela, con mi vieja y con mi papá para abrazarnos”.

Sobre su rol como integrante de la nueva generación en la lucha por los derechos humanos, Vitu no puede dejar de nombrar a los feminismos. “A partir de los feminismos se dieron a conocer historias de mujeres y disidencias que habían sido silenciadas dentro de los propios organismos de derechos humanos”, dice.

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Sebastián
Sebastian-Lorenzo-Pissarello

“Ese señor mató a mi abuelo”, dijo Sebastián Lorenzo Pisarello, parado en medio de la clase. Era 1994 y ese señor era el represor tucumano Antonio Domingo Bussi y el profesor de Inglés lo acababa de reivindicar. Bussi, interventor de facto de la provincia de Tucumán entre 1976 y 1978, acababa de lanzar su campaña de gobernador. Al año siguiente, el ex militar fue electo.

“Yo tenía apenas 10 años pero la conciencia absoluta de lo que había sucedido con mi abuelo y de quiénes lo habían matado”, recuerda.

Sebastián, hoy con 37 años, revuelve entre sus recuerdos y no encuentra un día exacto en que su madre le haya contado sobre su abuelo asesinado por los militares. “Siento que lo supe desde siempre”, dice.

El abuelo era Ángel Gerardo Pisarello, abogado defensor de presos políticos y luchador por los derechos humanos. Fue fundador de la Juventud Radical en Tucumán. Fue secuestrado el 24 de junio de 1976 a los 50 años. Su cuerpo apareció 10 días después en Santiago del Estero.

“Para nosotros fue muy importante y casi un mandato familiar haber sabido quién fue mi abuelo y poder seguir con ese compromiso de lucha que él había tenido”, dice Sebastián y destaca un dato que considera fundamental: “A mi abuelo lo habían amenazado de que lo iban a matar y le dieron la “oportunidad” de irse antes de que eso suceda. Él eligió quedarse y seguir hasta el último de sus días”.

Para Sebastián, la herencia de participar de las movilizaciones del 24 de Marzo viene muy marcada por su abuelo pero también por su abuela, su madre y sus tías. Ese legado le hizo entender que la política era una vía de participación. Su militancia comenzó en la universidad y luego se sumó a la organización de derechos humanos Andhes.

Además, es periodista. Y en la comunicación también encontró la militancia. “Entendí la importancia estratégica de un periodismo independiente, libre y comprometido con los derechos humanos para tener un mundo mejor”, explica. “Sobre todo, tomando como aprendizaje lo que ocurrió en la previa del 24 de Marzo de 1976 y el rol que jugaron los medios de comunicación durante la dictadura”, agrega.

Si tiene que pensar en uno de los tantos 24 de Marzo, elige el de 2017. Fue la primera marcha que se hizo en Tucumán luego del accidente en el que murieron tres compañeras suyas del colectivo La Palta en 2016.

“Ese 24 no fue sólo marchar en recuerdo de quienes nos mataron en la Dictadura. Sino también conmemorar a las compañeras militantes que cada 24 eran cabeza de esas movilizaciones”, dice.

Ese dolor de la pérdida tan cercana y contemporánea lo llevó a reflexionar sobre cómo hicieron sus padres para poder seguir adelante. “Fue aprender de esa fuerza que nos han legado y nos han hecho seguir caminando, luchando por la memoria, por la verdad y la justicia, a pesar de tantos obstáculos y tantos dolores”.

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Ana

Ana-Ríos

En 2016, el año en que se cumplieron 40 años del golpe del ‘76, Ana Ríos Brandana se tatuó dos mariposas en la espalda en memoria de sus abuelxs desaparecidxs José Ignacio Ríos y Juana María Armelín.

El 24 de Marzo había ido a Plaza de Mayo y fue una de las miles de personas que se emocionó con la bandada de mariposas que se sumaron a la marcha. “Me acuerdo de que ese hecho fue bastante simbólico para todas las personas que estábamos ahí marchando y se lo relacionó con una leyenda azteca que dice que todo guerrero se transforma en mariposa para poder acompañar a los que aún siguen luchando”, cuenta Ana.

Ana tiene 22 años y vive en La Plata. A sus abuelxs paternos los mataron en los vuelos de la muerte. Nunca encontraron sus cuerpos.

Su abuelo fue fundador y dirigente del Partido Comunista Marxista Leninista. Lo secuestraron en 1978 y lo llevaron al centro de detención “El banco” en Moreno. Dos meses antes habían secuestrado a su abuela que estuvo detenida en el mismo lugar. Pero nunca se cruzaron. El padre y la tía de Ana también fueron secuestradxs cuando tenían 5 y 3 años. Estuvieron prisionerxs en el “Riglos” de La Matanza. Ahí lxs encontró un tío y lxs recuperó.

La militancia política se transmitió de generación en generación. El padre de Ana es Camilo Ríos, militante de HIJOS e integrante de ATE. La madre, Carolina Brandana, también militó desde siempre. “En la mesa siempre se hablaba de política, siempre me transmitieron la importancia de militar”, dice.

Ana se unió a la agrupación Miles durante el macrismo. Y en 2009 empezó a militar en la organización Nietes.

“Como generación, encaramos la historia de nuestres abueles y de lo que pasó de otra manera. A diferencia de las generaciones anteriores, nosotres no vivimos los hechos en primera persona, los vivimos a través de los ojos de nuestres familiares, aquelles que nos contaron la historia”, dice.

Para Ana hay algo esperanzador en esta mutación de las luchas. “A nosotres los hechos nos tocan de una manera menos hostil. Porque se nos presentaron junto con las luchas que vinieron después: de las Abuelas, las Madres, Hijes, con la Justicia que ya se logró y con la que todavía falta”.

En Nietes desde el primer momento establecieron dos consignas fundamentales: por una parte, continuar la lucha de Abuelas, Madres, Hijos y familiares, y poder seguir militando las consignas de Memoria, Verdad y Justicia, Nunca Más y Ni Olvido ni Perdón. Y por otra, involucrarse con las luchas de su generación. “Ese era un posicionamiento fundamental: no íbamos sólo a reivindicar los derechos humanos en torno a lesa humanidad, sino que nos íbamos a involucrar también con las injusticias de hoy”, dice Ana.

En este sentido, destacan el rol fundamental del feminismo. “Estamos trabajando en poder tener una mirada más transversal de los derechos humanos. Queremos dar cuenta de que las cuestiones de género y disidencias son cuestiones de derechos humanos”, agrega.

Cuando piensa en sus 24 de Marzo Ana recuerda las mariposas de 2016 pero también mira para adelante: “Con mis compañeres de Nietes estamos esperando el 24 de Marzo que podamos marchar todes detrás de nuestra bandera”, dice. Es que el debut iba a ser en 2020 pero lo impidió la pandemia.

“Todavía no pudimos marchar con nuestra bandera ni nuestras remeras”, dice Ana y define a la organización que integra como “un híbrido extraño en el que todes nos sentimos cómodes porque tiene esa familiaridad de las primeras marchas a las que ibas desde tu infancia. Todes compartimos esa misma historia que hace que nos encontremos en este colectivo. “Es un espacio muy lindo”, cierra.

Natalia Arenas