tlateCosecha Roja-. No se sabe, dicen en México, cuántos fueron los muertos aquel 2 de octubre de 1968. La cifra oficial: 37. La cifra de las organizaciones de derechos humanos: 300.

México había sido elegido el país sede para los Juegos Olímpicos. Faltaban apenas unos días para que empiecen y el movimiento estudiantil estorbaba. La corrupción del poder y el autoritarismo era lo que le molestaba a este grupo de estudiantes que sólo permaneció en pie 146 días. Después de ese día ya no existieron. Aunque otros siguieron sus pasos. El mismo Ejército Zapatista de Liberación Nacional –EZLN-, a través de su vocero, el subcomandante Marcos, lo dijo: 1968 fue la punta de flecha para otros movimientos sociales. Pero no sólo desencadenaron este tipo de grupos, el fin de este movimiento incitó a una actitud crítica y opositora generalizada de la sociedad civil, en especial en las universidades públicas.

La mayoría eran estudiantes de la UNAM –Universidad Nacional Autónoma de México- y del IPN –Instituto Politécnico Nacional-, aunque también incluía profesores, amas de casa y obreros. Pedían  la disolución del cuerpo policíaco de los granaderos y también de los delitos de “disolución social” y “ataques a las vías públicas”. Con esas carátulas ya habían detenido a varios estudiantes en julio y agosto de ese mismo año.

Por orden del gobierno, el grupo paramilitar Batallón Olimpia y el ejército reprimieron la manifestación en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. La marcha había sido convocada por el Consejo Nacional de Huelga. En ese momento el presidente, y presunto responsable, era Gustavo Díaz Ordaz Bolaños.

La Universidad hizo de protectora del movimiento: muchos de los estudiantes se escondieron en sus aulas e incluso llegaron a dormir en los pasillos. Esto antes de la matanza, cuando las asambleas eran permanentes y la lucha también. Vivían un idilio militante, hasta que llegó ese miércoles. El ejército tomó la plaza y una cantidad de hombres vestidos de civil, que llevaban un guante blanco o un pañuelo para identificarse, empezaron la balacera. Las personas que llegaron a los hospitales tenían heridas en la espalda, en los glúteos, en las piernas. Porque les dispararon por detrás, mientras huían.

Diez días después, el presidente inauguró los Juegos Olímpicos. México era el primer país de América Latina seleccionado para el evento. Los estudiantes gritaban en las calles: “No queremos olimpiadas, queremos revolución”.  Ese año, los Juegos fueron bautizados como “La Olimpíada de la Paz”. Apenas lo dijo, Ordaz recibió, en el palco presidencial, un barrilete negro de paloma, en repudio a la matanza del 2 de octubre.

Los mexicanos señalan a los responsables: el presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz, el Secretario de Gobernación Luis Echeverría Álvarez, el jefe del Estado Mayor Presidencial general Luis Gutiérrez Oropeza, el comandante de la operación militar en Tlatelolco general José Hernández Toledo y el comandante del Batallón Olimpia Coronel Ernesto Gutiérrez Gomes Tagle.

Cuando se escucha la frase “2 de octubre no se olvida”, en México saben a qué se refieren. Aún hoy, 45 años después, marchan para seguir exigiendo el esclarecimiento de los hechos.

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