Laureano Barrera
-¿Me pueden dar un abrigo?- pidió el hombre refugiado en el hall de un edificio. Medio minuto después, tres propietarios lo echaron al metro de profundidad que tenía el agua que corría por calle 12, en pleno centro platense. El hombre estaba con su hijo de 8 años y su hija de 4. El que diez minutos antes había bajado con una linterna, la bata y las pantuflas de toalla blanquísima haciendo juego, le habló de la inseguridad. Era la noche del 2 de abril. La noche del diluvio fatal en La Plata.
-Le compro el abrigo- rogó Federico Gil Rothenburger, actor del under platense y socio en la administración de un local céntrico de ropa. Le extendió el último billete mojado de 100 pesos y ofreció dejar sus documentos como garantía.
– Acá no se venden toallas- le contestó Ángel Oscar Dipp, ex juez en lo laboral de La Plata, ex director de la Universidad Católica de La Plata y ex decano de la Universidad Atlántida Argentina.
-¿Me podés dar una bolsa de residuo para ponerle a los nenes?
-Están en el sótano inundado. Solo tengo de Coto en casa.
-¿Me das las de Coto?- insistió Federico.
-Flaco, dejá de pedir cosas. -respondió Dipp- Ponéte en nuestro lugar, tenemos la cochera inundada, perdimos mucho.
La pérdida del auto era una frase repetida por los propietarios. Y la inseguridad. No podían dejarlos en el hall, ni dejar la puerta abierta. Un tercer pibe estaba callado; iba y venía sin intervenir. Federico les rogó que lo dejaran quedarse, les mostró el torso desnudo, les ofreció que lo cachearan. “No puedo hacerte daño de ninguna manera”, les dijo. De pronto se hartó: “Le grité a Dipp que era un hijo de puta. Que si me echaba a la calle era una mala persona”.
-¿Así que me puteás en mi casa?-dijo- Ahora vas a ver que te vas. Y corriendo.
El hombre subió y se oyó un revuelo. “Pensé que volvía de caño. Decidí que me habían ganado, me iba”. Dipp volvió con una toalla en la mano. “Mirá lo que puede hacer el hijo de puta por vos”, le apuntó Dipp. Federico le pidió otra. “No me hagas elegir a cuál de mis dos hijos abrigar”, dijo. No se la dieron.
El relato de Federico a Cosecha Roja se torna dramático con los recuerdos de aquella noche. Por momentos su voz tiembla. La pesadilla empezó la tardecita del 2 de abril. Llovía a mares, y cuando el agua superó la palanca de cambio, Federico entendió que el viejo Volkswagen Gacel ya no podía más. Una camioneta 4×4 agitó el agua y lo hizo rotar sobre su eje 45 grados. Matías, su hijo de 8 años, iba tendido sobre la luneta trasera. Isabela, de 4, aferrada al apoya cabezas. Bajaron los tres –él los llevaba de la mano- y enfilaron para la casa de un amigo que vive a cinco cuadras. En la esquina, el varón casi se le zafó. El agua le superaba la cintura y los remolinos de las esquinas eran trampas mortales. Volvieron sobre sus pasos, y encontraron la entrada del edificio Nº 487. Una mujer que vive en el primer piso los hizo pasar. Bajó un joven con una toalla con la que secó a los chicos. Había otro matrimonio refugiado con dos nenas. Después Federico sabría que se trataba de Federico Rigone, cuya suegra vivía en su cuadra. Una de sus hijas pidió ir al baño, y la mujer les ofreció pasar. Después se disculpó, y dijo que se iba a su departamento.
“Yo vi la cara de susto que puso la mujer cuando me miró, así que le dije que me quedaba ahí. Que sólo quería estar en un rincón del hall. Isabela ya se había hecho pis encima, y Matías me pedía que lo saque al patio a hacer pis”, relató. Rigone es diabético, y empezó a sentirse mal. Él y su familia se quedaron en lo de Andrea, la mujer del primer piso hasta que lo peor de la lluvia pasó.
El joven que les había llevado la toalla comenzó a insinuar que no podían dejar la puerta del hall abierta y que Federico y sus hijos se tenían que marchar. Entonces bajó Dipp, con su bata blanca, y comenzó la discusión. Lo más álgido, el tramo final, duró unos diez minutos. “Pero como en el tiempo teatral, para mí fueron eternos”, dice Federico. Cuando se fue, Rigone escuchó que el ex juez le decía a la vecina: “Si vos tenés corazón, esto se transforma en un centro asistencial”.
Luego de la discusión, Federico salió a la noche, con los dos chicos a cuestas. Después de un rato de andar a tientas, entre la correntada, llegó a la casa de un amigo, donde lo esperaba su ex mujer.
Humillado y decepcionado por la situación, Federico contó la historia en Facebook, con su pseudónimo, Fausto. Junto a la nota hay una foto de Dipp. Federico dijo que el exjuez ahora está más canoso que en esa imagen. En la red social el posteo ya fue compartido casi diez mil veces. Tres abogados ofrecieron sus servicios gratuitos para iniciar una demanda al por abandono de persona.
Cosecha Roja estuvo en el edificio de la calle 12 Nº 487 donde vive Dipp, para que el ex juez diera su versión. Nadie respondió.
Según una entrevista que dio hace unos años al diario digital www.deltuyunoticias.com.ar, Dipp ingresó al poder judicial en el año 1986. Fue auxiliar letrado y después secretario, hasta 1990. En el mismo tribunal laboral, el N° 1 de La Plata, fue juez hasta el año 2007. Consultado sobre cómo era la función de un juez, Dipp respondió con tono místico: “Es una excelsa facultad que Dios le ha dado a un ser humano, porque solamente Dios tiene la facultad de decidir sobre los demás”.
Actualización 10/04:
Luego de la publicación de la nota, Ángel Oscar Dipp se comunicó con la redacción de Cosecha Roja para ejercer su derecho a réplica sobre lo sucedido la noche del 2 de abril, cuando fue acusado junto a otro propietario del edificio de 12 N° 487 –un tercero se quedó no intervino- de echar a Federico Rothenburger con sus dos hijos del hall de su edificio, en medio de la inundación. Dipp dijo que “no podía dejar la puerta abierta del edificio ni dejarlo encerrado” por la problemática “de la inseguridad”. Y agregó que después de la discusión con Federico, le dijo: “vos podés quedarte pero yo voy a buscar a alguien para que te vayas”.
El exjuez confesó que subió a llamar a la policía y a Defensa Civil “para que lo buscaran en un gomón” aunque no alcanzó a hacerlo. Federico había dicho que el hombre lo había amenazado: “ahora vas a ver cómo te vas, y te vas corriendo”. Todo esto después de insistir, durante diez minutos, para que se fuera. Dipp resaltó que “equivocado o no, yo quise buscar una solución al problema”, y se defendió diciendo que no era “ningún oligarca”, sino “un hombre de trabajo, toda su vida”.
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