Sandra Luz Hernández cayó en una trampa, indican los testimonios. En su desesperación, se convirtió en investigadora como muchas mujeres en el país. Sus protestas frente al Palacio de Gobierno de Sinaloa no funcionaban. Tampoco las reuniones con funcionarios. Así que cuando le dijeron que había una pista, fue tras ella.
Ayer, la mujer de 50 años fue asesinada con al menos 15 disparos en plena calle, bajo el sol de Culiacán.
Vendedora de planes de telefonía celular y cosméticos, Sandra Luz se convirtió en activista e investigadora a partir de que su hijo, Édgar García Hernández, empleado de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), desapareciera el 12 de febrero de 2012, cuando personas armadas irrumpieron en su casa y se lo llevaron de manera forzada.
Desde entonces comenzó a buscar y seguir pistas y se unió a otras madres con hijos desaparecidos. Protestó, marchó, sostuvo encuentros con autoridades. Todo en vano.
De acuerdo con testimonios recabados por Noroeste, el domingo 11 de mayo una persona se acercó a Sandra cuando se encontraba en un centro comercial. Le dijo que conocía a alguien que podía decirle dónde se encontraba Édgar, su hijo. Por la mañana de este lunes, a las 11:30 horas, sostuvo una reunión con funcionarios de la PGJE y, al salir, se dirigió al Ayuntamiento de Culiacán donde estuvo unos minutos con los pepenadores que mantienen una huelga de hambre.
Entonces recibió la llamada que le indicó dónde sería el encuentro con el supuesto informante. Le reunión sería en un punto de la Colonia Benito Juárez.
Junto a una compañera activista abordó un camión urbano. Al filo de las 16:00 horas caminaba junto a su acompañante por la calle Constitución, esquina con 20 de Septiembre, cuando apareció su victimario quien le disparó en la cabeza, según la versión de algunos testigos y autoridades.
En el lugar, los peritos de la PGJE recogieron 15 casquillos de pistola calibre 9 milímetros.
“Tengo fe en que el Gobierno me diga dónde está. Ellos me tienen que decir dónde está, ellos son los que pueden ayudarme y no voy a quitar el dedo del renglón hasta que ellos me regresen a mi hijo”, dijo en entrevista en aquella protesta del 12 de febrero, cuando se cumplieron dos años de la desaparición forzada de Édgar. Hoy será velada.
Búsqueda incansable
Desde la desaparición de su hijo Édgar hace dos años, Sandra estuvo a la caza de cualquier información que le proporcionaba su fuente anónima para movilizar el equipo de perros de rastreo que ponía a su disposición la fiscalía estatal.
Los tres intentos arrojaron búsquedas fallidas, pero Sandra Luz Hernández no perdía la esperanza. Siempre estaba pendiente de la siguiente llamada.
Ella acudía a cualquier lugar, si era necesario visitaba comunidades inhóspitas o peligrosas, no dejaba de revisar un sólo centímetro de tierra, aunque sólo encontrara una pista que, al final, conducía a nada. “Yo no dejo de buscar ni un sólo día, ni un sólo día, todos los días. Esa es mi meta: encontrarlo”, expresaba con firmeza.
De cabello oscuro con destellos blanquizcos decía que buscaba a su hijo vivo, pero su consciencia la traicionaba porque de antemano sabía que la búsqueda era para encontrar un cadáver. Sólo así ella obtendría la tranquilidad que le fue arrebatada el 12 de febrero de 2012, cuando unos delincuentes se lo llevaron.
– ¿Usted busca un cadáver, ya?
Yo quiero que me lo regresen vivo. Pero lo busco de las dos maneras (vivo o muerto). Yo se los estoy exigiendo a ellos, vivo. Pero lo busco así, porque lo que yo quiero es que me lo regresen.
– Que lo regresen como sea.
Como sea.
Dijo Sandra en una entrevista concedida a Noroeste. En esa ocasión sostenía una manta que reclamaba al Gobernador Mario López Valdez: el regreso de su hijo a casa. Estaba parada justo frente a la puerta de acceso del Palacio de Gobierno, junto a otros familiares y amigos de más hombres desaparecidos.
Los manifestantes compartieron el mismo dolor, ese sentimiento que produce la ausencia de no abrazar a los suyos, de festejar cumpleaños sin ellos, de bebés que crecen sin jugar con su padre.
A pesar de esto, el Ejecutivo estatal los ignoró. Ningún funcionario acudió a atender su llamado.
Édgar, el trabajador
Édgar tenía 25 años cuando fue privado de su libertad, hace dos años atrás, en la colonia El Progreso.
Era un joven activo, que participaba en cursos de superación personal, practicaba deporte, incluso colaboró en la última campaña electoral, según decía su madre.
Tenía un año trabajando en un puesto administrativo en la Procuraduría General de Justicia del Estado.
“Él era trabajador del Procurador [Marco Antonio Higuera Gómez]. Al siguiente día que fue la desaparición, nosotros acudimos con el Procurador para decirle lo que estaba sucediendo y pues él lo que nos dijo es que no conocía a Édgar, pero son mentiras porque él ahí trabajaba”, aseguró Sandra en una entrevista.
La madre investigadora
Ante la incompetencia del Estado, Sandra se convirtió en la investigadora del caso. Dio seguimiento cabal a cada pista que recibió.
Decía que conocía la identidad de los delincuentes que privaron de la libertad a su hijo, y que la Procuraduría sabía de ello. Lamentó que aunque los homicidas de Édgar declararon ante las autoridades, obtuvieron su libertad.
“He sido yo, la que ha investigado. Lo que sé yo lo he investigado. No es por ellos, porque incluso el subprocurador [Martín Robles] ni siquiera ha invitado a los investigadores [a las reuniones]“, expuso.
También aseguraba tener un informante anónimo que le decía dónde buscar. Confiaba en él, pues en tres ocasiones había solicitado a la fiscalía estatal un equipo y perros de rastreo, y se lo habían dado.
Las búsquedas se realizaron en el vivero del Ejército mexicano, en Costa Rica, así como en la zona que va desde la Laguna Colorada hasta Los Becos.
“Ahorita estamos por ir a buscar a un lugar que ellos me prometieron traer perros rastreadores de México, porque la otra vez, sí me llevaron unos perros, pero realmente no eran para rastrear cuerpos, eran para droga y dinero, y les dije: ‘yo no quiero para droga ni para dinero, yo ando buscando a mi hijo’”, comentó Sandra.
En su investigación, Sandra no observó límites, rastreaba pistas, pero también reclamaba al Gobierno.
“Tengo fe en el que el Gobierno me diga dónde está. Ellos me tienen que decir dónde está, ellos son los que pueden ayudarme y no voy a quitar el dedo del renglón hasta que ellos me regresen a mi hijo”, demandaba. “Yo no dejo de buscar ni un sólo día, ni un sólo día, todos los días. Esa es mi meta: encontrarlo”, decía.
Ahora, está muerta.
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