Por José Amado – Cosecha Roja.-
En Entre Ríos, Argentina, una niña de 11 años había sido violada y quedó embarazada. En la semana once de gestación la madre solicitó a la Justicia que se autorice el aborto terapéutico. No quería que pasara por todas las que pasó ella, que dio a luz a su hija a los 16 años. En verdad, ni siquiera hacía falta el permiso judicial para realizar el aborto porque desde 1921 el artículo 86 del Código Penal establece que no es punible en casos de violación o cuando corre peligro la vida o la salud de la mujer.
Si lo que dice la ley se cumpliera sin peros, una gran cantidad de mujeres accederían a un aborto legal y seguro. Claro que siempre hay peros. Tantos como la cantidad de interpretaciones que hacen del Código los jueces. La confusión -que no debería siquiera permitirse- hace que los médicos se abstengan de cumplir con procedimientos que son legales y soliciten autorizaciones judiciales en nombre de la protección de sus matrículas.
Todo se demora. Se complica. Se vuelve oscuro. Y hacen de “letra chica” las voces de magistrados, políticos, médicos y curas que terminan dando nuevos sentidos a la ley y decidiendo sobre lo que no les corresponde. En Entre Ríos, como si la violación y el embarazo no fueran suficiente, el estado cercenó los derechos de la niña sobre su salud: dijeron que hacía falta el permiso del juez para avanzar con el aborto terapéutico, y dudaron sobre el abuso sexual. El ministro de Salud de Entre Ríos, Hugo Cettour, opinó que la salud de la niña no correría riesgo si continuaba con el embarazo.
Lograron torcer la voluntad de la familia, que ayer retiró el pedido del aborto. De un lado hay quienes suspiran haber evitado una derrota. Del otro, los movimientos de mujeres mastican bronca y transforman la tristeza en energía: para seguir denunciando el conservadurismo de algunas provincias y la incidencia de la iglesia en estas discusiones; para sostener la consigna del aborto legal en la agenda nacional y para que se implemente con urgencia la ley y el programa de salud sexual y reproductiva. Incluso este 2012, en Argentina, uno de los temas más calientes a tratar en el Congreso es la despenalización del aborto En el medio una niña dos veces víctimas de la violencia de género será mamá en el tiempo en el que debería estar jugando a las muñecas.
En General Campos de esta historia no se habla. Ni mu se dice del peso que carga esta menor: por el sólo hecho de haber nacido en un hogar pobre, en un pueblo de tradición ferroviaria y arrocera, por el que casi ya no pasa el tren y el arroz lo producen sólo algunos. Por haber decidido caminar 15 km hasta la ciudad de San Salvador para visitar al abuelo, donde un joven de 17 años, amigo de un vecino, la violó. Por ser otra olvidada de la Justicia.
Parece que en el pueblo hay otros asuntos que preocupan más. Lo dijo con sinceridad un periodista de la zona. Contó que la gran noticia que había revolucionado a los vecinos por estos días era que en el cementerio saquearon y profanaron más de 20 tumbas, rompieron placas y se llevaron las fotos de los muertos. “¿Quién no tiene aquí sus afectos?”, se preguntó el intendente. La bronca y el dolor de muchos parecen volver un delirio que se discuta sobre temas cósmicos como la violación y el aborto.
No es todo. Cuando el tema de la niña ya salía en portada de los diarios, en radios y canales de TV del país, otra cuestión movilizaba a los tres mil habitantes de General Campos: habían copado las calles unos 830 religiosos. El pueblo era el escenario de un encuentro nacional de jóvenes luteranos. Los fogones y los momentos de devoción anestesiaron a la comunidad por varios días más.
Mirar para otro lado, callar, hacer como que no pasa nada, hace de toda realidad una burbuja. “Esta no es solamente la discusión sobre la despenalización del aborto – dice Adriana Puigróss en una nota de Página 12 de hoy-. Se trata (además) de los más elementales derechos de la infancia, de las mujeres e incluso de la familia, el derecho a no ser acosados por fuera de la letra de la ley, ni sometidos a la imposición de valores por parte de quienes tienen más poder social, cultural o institucional”.
Este caso de la niña de Entre Ríos duele en las entrañas como tantos otros que estallan cada tanto en la prensa. En Chubut, en marzo de 2010, se discutía el tema ante el embarazo de una niña de 15 años que había sido violada por su padrastro. Pasó lo mismo en Misiones, en agosto del año pasado: otra niña de 14 esperaba un hijo después de ser abusada sexualmente por su tío. Tres historias-espejos que no llegan a reflejar la intensidad de esta problemática, porque por detrás de cada una de ellas, otras cientas quedan pululando en la soledad de las casas. Al refugio de cuatro paredes. Tal vez al abrigo del dinero que permite pagar un aborto clandestino y seguro. O acechadas por la muerte de prácticas insalubres. Y siempre, siempre, bajo la protección de los secretos familiares.
Foto tomada de informedigital.com.ar
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