El caso del abogado que mató a un cerrajero en el microcentro de Buenos Aires volvió a evidenciar la manipulación mediática que justifica barbaries, dependiendo quién y cómo las cometa. Y siempre, con un toque clasista.
En los confusos momentos posteriores al tiroteo, varios periodistas informaron que la víctima era un motochorro. Los comentarios en las redes sociales desbordaron de euforia justiciera. Si era un ladrón, entonces no había nada qué lamentar. El asesino se reconvirtió, para algunos, en un héroe social. Había hecho justicia por mano propia.
Después de un rato, los medios tuvieron que rectificar. Como suele ocurrir, la información inicial filtrada por policías era falsa. La premura con la que se difundió la historia también demuestra que la urgencia por adelantar información deja poco espacio para la cautela y responsabilidad que tendrían que ser prioritarias al momento de informar.
La verdad era otra: luego de ser asaltado, el abogado Silvio Guillermo Martinero sacó su arma y comenzó a disparar en plena calle, mientras los ladrones se alejaban en una moto. Uno de los tiros mató a Daniel de Negris, un cerrajero que recién llegaba a su trabajo. La mayoría de los medios comenzó a transmitir, otra vez sin ápice de responsabilidad, los videos de las cámaras de seguridad que mostraban el momento en el que De Negris caía, herido de muerte. La imagen colmó portales y noticiarios, pese a que no aportaba nada, salvo morbo.
El uso de videos violentos ya es más bien un abuso cotidiano. Hace un par de semanas, por ejemplo, un portal de noticias que suele difundir imágenes de decapitaciones subió un video con el título “Mataron a mujer a palazos y a plena luz del día”. ¿Para qué, por qué? Nada de esto tiene fines periodísticos. Es una oda a la violencia.
Los perfiles de los involucrados en el tiroteo del microcentro también modificaron los enfoques informativos. El asesino está mencionado en las causas por el triple crimen y la mafia de los medicamentos. Pero es un abogado, así que a diferencia de otros casos no se hizo hincapié en su clase social, en el barrio en el que vive. A priori hubo la intención de algunos por exculparlo.
Al día siguiente, el diario Clarín tituló: “Matan a un inocente y se renueva la polémica por el control de armas”. La frase resume una cuestión central, porque el problema no es que maten a “un inocente”, el problema es que maten, punto. Aunque la víctima hubiera sido un ladrón, nada justifica su muerte. Es una concepción que ni siquiera se tendría que discutir, pero hay que recordarla cada tanto, sobre todo cuando hay medios y periodistas que insisten en respaldar asesinatos.
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