El 23 de marzo se hizo un acto por la recuperación del Pozo de Quilmes, a 41 años del golpe cívico-militar. Estuvieron presentes los ex detenidos desaparecidos de ese centro clandestino Emilce Moler, Walter Docters, Pety González, Rolando Acuña, Néstor Rojas y Rubén Schell; el Colectivo Quilmes Memoria, Verdad y Justicia, que logró transformarlo en Sitio de Memoria; representantes de la Comisión Provincial por la Memoria; el subsecretario de Derechos Humanos del municipio y diversas organizaciones sociales y militantes de DDHH.
Fotos: Francisco Ciavaglia
A las 3 de la mañana del 26 de enero de 1977, la patota entró a la casa del matrimonio Lefteroff. Catorce hombres armados les apuntaron. Primero fueron a la habitación de la menor de las dos hijas, María Alejandra, la despertaron violentamente, rompieron las sábanas y la vendaron. Lo mismo hicieron con la mamá y la encerraron en el baño. Kubik Markoff tenía 53 años y no podía moverse con facilidad por un problema en la cadera. El marido pidió que se lo llevaran a él. “Ya sabemos que está enferma, que se lleve todos los remedios”, respondió el jefe del operativo. Y con las manos atadas y los ojos vendados la subieron a uno de los coches que esperaba frente a la casa, en Pringles 788, Quilmes. A los pocos minutos, el auto se detuvo frente al portón de Allison Bell y Garibaldi. Unos reflectores iluminaron la escena de la madrugada y comenzó a sonar de fondo música a volumen muy alto. Kubik Markoff había sido secuestrada para forzar a su hija a “cantar” lo que sabía.
El secuestro de la hija mayor del matrimonio, María Cristina, había ocurrido el día anterior, alrededor de las 10 de la mañana. Más de diez de autos cercaron los alrededores de la calle Pringles al 700 y por altoparlantes dijeron que se trataba de un operativo del Ejército Argentino. Pidieron a los vecinos de la zona que no salieran de sus casas. Entraron a la casa de los Lefteroff, donde creían que encontrarían una imprenta clandestina de la organización Montoneros, que en realidad nunca existió. Se llevaron a María Cristina, una joven militante de la Juventud Universitaria Peronista y estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata.
En el Pozo de Quilmes, a Kubik Marcoff la dejaron en un calabozo sobre una colchoneta sucia y gastada donde estuvo por casi doce horas. Apenas pudo moverse debido a su problema de salud. Necesitaba ayuda para incorporarse y salir al pasillo a comer. Vio a varias chicas en las demás celdas, todas muy jóvenes. También supo que podía comer sin la venda en los ojos, pero que no debía que mirar las caras de los guardias.
Un día después de haber llegado al Pozo, escuchó desde su celda el llanto de su hija María Cristina. Desesperada, trató de comunicarse con ella, quería saber cómo estaba. María Cristina le contó que la golpearon muy fuerte en la cabeza y que casi no podía ver. “Señora, no llore. No le va a pasar nada a María Cristina, aunque esté golpeada en la cabeza y no pueda ver”, le contestó una voz del calabozo contiguo. Era Silvia Mabel Isabella Valenzi que trataba de consolarla. “Yo tuve una vez un accidente con mi hermano”, le contó. “Me lastimé la cabeza igual que ella. Me quedó una cicatriz, pero no me pasó nada”.
En ese relato de celda a celda, Silvia Valenzi recordó el día que su hermano Mingo había comprado el Citroën y había llevado a su mamá Concepción, a ella y su amiga Mónica Biancolinia a dar la vuelta inaugural con el nuevo auto, que terminó en ese choque. Más tarde, Kubik Markoff le repetía a Silvia lo que desde el calabozo del otro lado le indicaba una detenida que era médica. Silvia estaba embarazada y Kubik Marcoff le decía cómo respirar y cuáles eran las mejores posiciones para llevar el embarazo en una celda pequeña. “Dígale que tenga fuerza, que no se deje caer”, la animaba la médica.
El 4 de febrero de 1977, Kubik Marcoff fue liberada. Su hija está desaparecida. El 2 de abril de ese año, Silvia Valenzi tuvo a su hija Rosa, que nació prematura con 1,900 kg en el Hospital de Quilmes. Las dos están desaparecidas. En 1985 María Kubik Markoff declaró en el Juicio a las Juntas.
Esta historia es una de las tantas que sucedieron durante los años en que la Brigada de Quilmes funcionó como Pozo, como centro clandestino de detención, entre 1975 y 1979. El 23 de marzo, a 41 años del golpe cívico-militar, Arturo Blatezky, el presidente de la Asociación Civil Colectivo Quilmes, Memoria, Verdad y Justicia abrió el acto por su recuperación en la esquina de Garibaldi y Allison Bell. “Colectivo es la palabra que mejor nos identifica -dijo- y acá en este lugar está sembrada la semilla de nuestro pueblo”. También hablaron Víctor Mendibil, de la CPM y José Estevao, en representación del municipio. Luego, los sobrevivientes subieron al escenario y cada uno celebró la posibilidad de tener un espacio de memoria y derechos humanos en el lugar donde habitó la tortura y el horror.
El lugar ya es un Sitio de Memoria como lo establece la ley 14.895, sancionada el 23 de enero de este año y publicada en el boletín oficial el 1 de febrero. El Colectivo Quilmes, Memoria, Verdad y Justicia logró la recuperación de ese CCD luego de redactar un proyecto de ley que fue presentado en la Legislatura bonaerense por la diputada Evangelina Ramírez. En pocos meses, esta experiencia de construcción colectiva generó consenso y apoyo para la aprobación de la ley.
Por el momento, y debido a que no se reubicó a la totalidad de la dependencia policial –la DDI, Dirección Departamental de Investigaciones- en otro lugar, algunas de las oficinas seguirán en la parte del edificio que tiene entrada por la calle Garibaldi. Para el Sitio de memoria, se realizó una subdivisión que comprende el sector de los tres pisos de calabozos al que se accede por el garaje de Allison Bell, el mismo portón por el que entraban los autos que venían de los operativos de secuestro
Por el Pozo de Quilmes pasaron más de 250 víctimas, siete mujeres embarazadas, niños y familias enteras y, en tanto pieza clave del Plan Cóndor, alrededor de treinta uruguayos, además de militantes paraguayos y chilenos. Ahora es Sitio de Memoria, Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, un lugar que se llenará sentidos y prácticas para mantener activa la memoria, con actividades de formación, educativas, artísticas y culturales que den cuenta de la historia reciente de nuestro país, indisolublemente ligada al futuro.
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