Una adolescente de 13 años sale del colegio. Como cada día, vuelve a su casa por un camino que bordea los matorrales. Es martes a la tarde en Rosario de Lerma, a 30 kilómetros de la ciudad de Salta, pero podría ser cualquier otro lugar. Cinco hombres la rodean, la agarran del cuello, le tapan la boca para que no grite y la arrastran hasta el pastizal. Ahí la violan entre todos.
La violación no busca satisfacer un deseo sexual, explica la antropóloga y activista feminista argentina Rita Segato. La violación es un crimen de poder: busca la dominación, la moralización de la mujer. El violador es un sujeto moralista: “siente y afirma que está castigando a la mujer violada, a su víctima, por algún comportamiento que él siente como un desvío, un desacato a una ley patriarcal”, explica. El violador es un “castigador”. No siente que haya actuado contra la ley sino a favor de una ley moral.
El otro eje de la violación es el exhibicionismo. El violador “nunca está solo”. Está “demostrándole algo a otros hombres”, en un proceso de diálogo con sus modelos de masculinidad. “El interés del violador es la potencia y la exhibición de esa potencia frente a otros hombres, para valer demostrándole algo a otros hombres”, explica Segato.
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La chica de 13 años de Rosario de Lerma quedó semiinconsciente. Caminó durante un rato desorientada y logró llegar a su casa. “En su cara había espanto”, contó una tía al diario el Tribuno.
—Fueron cinco. Después de todo lo que me hicieron me amenazaron que iban a matar a mi familia si hablaba —le dijo a su familia.
La mamá y la tía de la chica llamaron a la policía y a una ambulancia que nunca llegó. Los policías la llevaron al hospital local, donde un médico de guardia constató las heridas. Tenía signos de estrangulamiento y moretones en la cara y en los brazos. La trasladaron a un hospital de la capital salteña donde quedó internada.
Los investigadores lograron identificar el lugar donde los hombres atacaron a la estudiante. Entre los pastos encontraron una campera de la chica. A partir del relato de la víctima el fiscal ordenó la detención de un hombre de 28 años al que dos vecinos vieron junto a otras personas en la zona previo al ataque a la chica. Su ropa y sus características físicas coincidían con el relato de la estudiante.
“Uno tenía las mechas hasta la cintura, otro un tatuaje en la muñeca de una de sus manos; otro, una cicatriz por arriba de sus ojos; y varios de ellos tenían camisetas de Juventud Antoniana”, contó la mamá a El Tribuno. A partir del relato de los vecinos cayeron otros dos sospechosos: uno de ellos tiene 17 años.
La adolescente sigue internada. La mamá contó que estaba mejorando. “Los médicos me dijeron que pronto le darán de alta”, agregó. La mujer tiene miedo: cree que es posible que no se haga Justicia, que los hombres queden libres y cumplan las amenazas.