Pasaron siete años y once meses desde el día que Érica Soriano desapareció. Tenía 30 años y un embarazo de tres meses. Su cuerpo nunca apareció: el miércoles el Tribunal Oral en lo Criminal 9 de Lomas de Zamora condenó a su ex pareja Daniel Lagostena. Hoy los jueces definieron el monto de la pena: 22 años
La fiscalía y la familia de Érica habían pedido una pena 25 años de prisión para Lagostena por el delitoacusado de “homicidio simple en concurso ideal con aborto en contexto de violencia de género”. El fiscal cree que el acusado la mató e hizo desaparecer el cuerpo con la complicidad de personas vinculadas a casas crematorias con las que tenía contacto a través de la familia, propietaria de una casa velatoria.
“Como lo vengo sosteniendo desde hace ocho años, soy inocente”, dijo él en la última audiencia. La defensa pidió que se lo absuelva por el beneficio de la duda: el cuerpo de la víctima nunca apareció y no se probó que hubiera sido asesinado, explicó.
Érica y Lagostena se habían conocido ese año, en 2010. Se pusieron de novios y al poco tiempo ella y su hija Florencia se mudaron a la casa de él en Lanús.
Florencia pasaba gran parte del día en la casa con Lagostena. Él no trabajaba: vivía de los padres y de lo que ganaban sus parejas. La adolescente no lo soportaba y decidió mudarse con su papá.
—No quiero saber más nada con ese hombre –le dijo a la mamá antes de irse.
El 21 de agosto de 2010 la familia de Érica la esperaba en Villa Adelina para almorzar. A las 9 de la mañana Ester, su mamá, la llamó al teléfono fijo. Nadie atendió. Siguió llamando hasta las 15.
Lagostena dijo que Érica había salido esa mañana temprano, que discutieron y él la tironeó de la cartera. Los peritos buscaron rastros en la casa: a pesar de que había una temperatura de 24 grados la chimenea estaba caliente y había restos de poliéster que se cree que serían de una bombacha. También encontraron una mancha de sangre bajo la mesa, que no se pudo analizar porque había sido lavada.
El 13 de septiembre de 2010 la Bonaerense allanó la casa. Lo buscaban a Lagostena, que unos días antes había abandonado el lugar. Cuando volvió dijo que había estado en Misiones para investigar la pista de una red de trata de la que Érica podría haber sido víctima.
Los testimonios en la investigación demostraron el perfil violento y manipulador de Lagostena. Tres mujeres que habían tenido una relación con él declararon haber sufrido violencia física y psicológica. Su ex esposa, con quien Lagostena tiene un hijo, contó que “una vez estuvo al borde el estrangulamiento” y que la había “llenado de moretones”.
En los mails que constan en el expediente, se revela cómo Lagostena desconfiaba y celaba a su pareja. Para él, Érica tenía amigos varones que él no conocía, se maquillaba de más y cantaba canciones con entusiasmo. “No es que no tengo motivos para volver a mis malas noches, yo pongo la mejor”, le escribió en un mail antes de la desaparición.
“¿Sabés cómo me siento? Que me endulzás con las cosas más ricas y después me das un vaso de ácido muriático para bajarlo. No sé cómo sigue esto, sí sé que tu desconfianza injustificada, no me hace nada bien, me supera”, le contestó ella.
La familia de Erica siempre sospechó que Lagostena la había matado y la había cremado. La Justicia recién aceptó esta hipótesis en 2016, seis años después de la desaparición de Érica. El 1 de mayo Lagostena quedó detenido y un año después el juez de Garantías 8 de Lomas de Zamora, Gabriel Vitale, elevó la causa a juicio.
El juez consideró que la noche anterior a la desaparición de Érica, la pareja volvió a su casa después de una visita al ginecólogo. En la casa había una tercera persona que nunca fue identificada.
Esa noche Lagostena se contactó con el hijo de su hermana, con quien no tenía contacto frecuente, y se registró una gran cantidad de llamada entre ellos y otras personas entre las 5.05 y las 5.53 de la madrugada, hora en que los investigadores creen que hicieron desaparecer el cuerpo de Érica.