Médicos y residentes del hospital Posadas hicieron el miércoles la primera ronda en defensa de la institución. Fueron más de 200 marchando en silencio alrededor de la plazoleta del hospital. Mañana harán otra y el lunes otra más. Y el miércoles. Y el viernes también. Una de las trabajadoras, que prefirió no dar su nombre, escribió este texto para Cosecha Roja.
El silencio marca el paso del tiempo, oscuro y frío por aquello que fue y ya no es más.
Las paredes transpiran, al igual que nuestros cuerpos, la humedad fría del que teme ser el siguiente.
La mirada esquiva, la cabeza gacha, el no saber si mañana serás vos o si el compañero con el que estás hablando mañana estará. O no.
La ausencia y la incapacidad de organizarnos para defender este, nuestro lugar, el mismo que vimos y construimos hace ya 60 años, y que hoy, como en otras épocas de la historia se pone frío y oscuro.
La conciencia de saber que las víctimas son inmedibles y los efectos tan imperceptibles – pero no por eso menos enormes- que ni siquiera nadie los notará.
Aquellos y aquellas que sufrirán la caída de nuestros servicios, la ausencia de turnos, la pérdida de calidad de atención pero no podrán relatarlo de ese modo, podrán ir a su casa y contar por ejemplo: “No había más turnos”.
“¿Sabés qué me paso hoy?”, dicen en la cola del hospital. “Me pasó que mi doctor no está más. Lo echaron”.
Tal vez sos de un municipio vecino y conseguías estudios complementarios para tus vecinos y ahora empieces a sentir que ya no podemos ayudarte, que cada día se pone más complejo.
También puede pasar que algunos servicios antes tenían horario más extenso y ahora se vuelvan a achicar. O encuentres colas del doble de gente y no sabés bien porqué.
Es que nos están achicando ¿sabés? Esto es el achique: el mismo que hace que tus pibes hoy no tengan escuelas o universidades y que tu vecina llore porque perdió el trabajo que tenía.
El achique que hace que antes podías salir un fin de semana a una plaza y ahora ni a eso te animás por miedo a que los pibes deseen cosas que ya no podés brindarles.
Acá el achique es la tristeza de saber que vamos a morir, que vas a morir, que vas a salir dañado/a por estas políticas neoliberales que son excluyentes, que proponen un estado ausente y que tus derechos se esfumen como el humo de una vela.
¿Los partidos? ¿Los sindicatos? ¿La democracia? Ya no más. Todo quedó en vilo de los cuadernos. El poder del bombo se topó con la presión judicial y el ahorcamiento económico, y quedamos solos/as acá, poniendo el dedo hasta que dure, sosteniéndonos entre nosotros, evitando hablar o movernos, por miedo. Por miedo a ser marcados. Por miedo a ser los próximos.