Por Rocío Girat
Fotos: Gala Abramovich
Jamás pensamos en volver a sentir la sensación corporal del abuso, con esa impunidad de cuando éramos niñas y nuestres criadores nos abusaban.
No sólo hemos sido estigmatizadas por ser niñas con síntomas de abusos, también lo fuimos por ser mujeres expuestas a todas las violencias preparadas para nosotras. Entre todas las interpelaciones que van llegando a mi cabeza no paro de repreguntarme: “¿Qué me permito desear?”.
El reconocimiento como identidad, la lucha colectiva y el avasallamiento de los derechos que creía ganados me acercaron a mi propia identidad: mujer, feminista, lesbiana. Y me toparon con realidades que una no creería que pasen todavía en este siglo.
Sentimos la persecución de nuestros besos, de nuestras elecciones, de nuestra visibilidad, de que cualquier persona con uniforme tenga el aval de pedirnos la libreta de matrimonio para acreditar nuestro vínculo. Como si un papel lo acreditara.
Y nos encontramos abrazadas por muchas personas que queremos una realidad diferente, más igualitaria, real en lo tangible, en los hechos y no la habladuría del lobby del Estado en donde poco se nombra y se invierte en políticas públicas para nosotres, que también somos ciudadanes.
Las compañeras trans con sus gestos maternales, les pibis a los besos en la puerta de Tribunales, como muestra bruta de que existimos, que estamos luchando y sobre todo que somos visibles.
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Que estamos cansades de que nos encierren en calabozos, nos echen de lugares públicos, nos maten a trompadas, nos violen. Estamos cansades de este sistema opresor que nos quiere adoctrinar a la norma cada vez que tiene la oportunidad.
Que el reclamo, la lucha y la búsqueda de equidad nos siga encontrando siempre. Eso me permito desear.