Uno de tus amigos se está por recibir. A alguien se le ocurre una idea: disfrazarlo de víctima de femicidio. Los demás lo celebran y entre todos van tirando ideas: envolverlo en una bolsa con una soga al cuello, un pañuelo verde y un cartel que dice “la culpa no era mía”. Se sacan fotos orgullosos y las comparten en las redes.
¿Por qué alguien se disfraza de víctima de femicidio? ¿Para quién se disfraza?
En el carnaval el disfraz nos permite representar el papel que anhelamos o repudiamos. Corporizamos nuestros miedos para aplacarlos. En algunas tradiciones, durante el carnaval alguien personifica al diablo, al que se le da determinado tratamientos para tranquilizarlo.
Cuando Tomás Vidal se disfraza de una mujer con pañuelo verde –y por lo tanto feminista– muerta, representa su propio demonio y a la vez lo que propone para tramitar su miedo. No hay metáfora posible ahí. Y está claro también para quién lo hace: los destinatarios de su performance son los catorce pelotudos que lo rodean.
No lo hace solo para divertirlos: lo hace para que ellos también hagan su catarsis. Representa su mayor temor –una mujer feminista, empoderada– y la solución –el femicidio– para tranquilizar a su manada. No hay nada políticamente incorrecto en lo que hacen: hay un miedo profundo, inconfesable.
Si Tomás Vidal se disfraza de feminista asesinada, los 14 amigos que lo rodean están actuando otro papel: se disfrazan de femicidas.
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Las imágenes se viralizan, miles las repudian y la universidad sanciona al alumno. Un castigo. Una lección. Una respuesta que no incide en el problema de fondo: no dejará de suceder por el castigo. Ninguno de los que participó de la escena razonará los motivos por los que está mal burlarse de que cada 26 horas una mujer es asesinada en Argentina. Ninguno de ellos dejará de hacer “chistes” al respecto. Es probable que, incluso, sea contraproducente: porque ahora a las mujeres ya no se les puede decir nada.
Hay una complicidad, un pacto entre machos que no está siendo dimensionado. Si tan solo uno de los 14 varones que posaron en esa foto hubiera intentado frenar la situación algo hubiera cambiado.
La complicidad machista está en el aire, en la calle, en tu cuadra. En la cena de amigos del colegio, en el equipo de fútbol, en el grupo de whatsapp con los pibes, en los comentarios en Instagram, en la oficina, en la fila del banco, en los chistes sobre suegras que cuenta el guía turístico.
La complicidad es también el silencio.
¿No será que a los varones no se les puede decir nada? ¿Cómo se hace para romper con la complicidad machista? ¿Cómo se dice basta? ¿Cuál es el costo?
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Juegan juntos al fútbol desde los 10 años. El perfil: pibes católicos del conurbano bonaerense. El grupo de WhatsApp sirve para organizar los encuentros, compartir chistes y discusiones. Demian se sumó recién en 2016, cuando se compró su primer smartphone, y pasó a ocupar un lugar incómodo: era el que opinaba de política y contestaba a los comentarios fascistas.
Un día alguien comparte un video porno privado de una famosa y los demás lo festejan.
—Che, no da —comenta Demian.
—Menos mal que no sos mi amigo, porque sos insoportable —le responde uno al que él sí considera su amigo.
Demian junta paciencia y hace una lista de argumentos explicando por qué está mal compartir un video porno que fue difundido sin el consentimiento de la protagonista. Los mismos que celebraron el video ahora dicen que ese grupo está para organizar partidos de fútbol y “no para discutir sobre política”.
Demian escribe un largo mensaje en el que explica que no estaba de acuerdo con muchas actitudes machistas de ellos. No alcanza a irse del grupo. Lo expulsan antes.
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En las redes mostraron las fotos, pero los videos no circularon. Podemos apostar: en las cosas que le tiraron a Tomás Vidal, en las pruebas físicas tipo película de fraternidad universitaria yanqui, hubo una catarsis de machos renovando su pacto de miedo y violencia.
¿Hubo alguno que rompió el pacto, que se opuso a la burla? ¿Habrá algún Demian en el grupo, expulsado por decir ‘no da’? ¿Lo habrán señalado con el dedo por maricón o pollerudo?
Si lo hubo, queremos mandarle un mensaje o dos. Primero: hiciste lo correcto, y eso ya es un montón. Segundo: si te corriste de ahí, lo que te espera afuera es un mundo nuevo, mucho más humano e interesante.
¿Van a seguir pasando estas cosas? Claro que sí. Hay que ver lo que hace el miedo. De a poco, el patriarcado se está cayendo. Cuando lo enterremos, será el carnaval definitivo.