Walter arponazo

Julia Muriel Dominzain – Cosecha Roja.-

Todos los días a las 7 de la mañana en el Penal de José León Suárez los oficiales del Servicio Penitenciario abren las puertas de las celdas para requisar a los detenidos. El 31 de marzo de 2013 también lo hicieron pero pasó algo distinto: dejaron las rejas sin trabas y se fueron. Tres presos salieron a buscar a Walter González para pelear. Sus amigos de prisión contaron que ganó pero cuando se iba recibió dos arponazos por la espalda. El primero le dio en la cervical y lo inmovilizó, el segundo le cortó la aorta y cuatro vértebras y lo mató. El año pasado la Justicia absolvió a los involucrados en la pelea. Pero la Fiscalía 1 de San Martín abrió otra causa para continuar la investigación. “Por la zona liberada y la cantidad de arpones y facas que había adentro es evidente la responsabilidad institucional”, dijo a Cosecha Roja Alberto Palacios, el abogado de la familia. A dos años del crimen, la familia y la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional se movilizan frente a los Tribunales de San Martín.

***

Walter tenía 22 años cuando lo asesinaron con una arma tumbera de entre 15 y 20 centímetros. Los compañeros lo llevaron hasta la reja de la celda envuelto en una frazada: “¡Sanidad!”, gritaron. Los empleados del servicio penitenciario les dijeron que lo dejaran ahí. “¡Pero se está muriendo!”, reclamaron. Al rato lo trasladaron al hospital Carlos Bocalandro, en Tres de Febrero. Pero Walter ya estaba muerto.

En 2014 el caso llegó a juicio. Alejandra, la mamá de Walter, llegó a esa instancia sin abogado ni una cita previa con la fiscal a cargo. El TOC 4 de los Tribunales de San Martín absolvió a los tres acusados -José Manzanilla, Arispe Oviedo y Horacio Chávez Mesa- porque no pudieron “acreditar su participación en el hecho”. También procesaron por falso testimonio a los dos compañeros que se animaron a ser testigos en la causa. La fiscalía apeló y desde septiembre espera una respuesta de la Sala 2 de la Cámara de Casación bonaerense.

Walter tenía una condena de seis años y seis meses por robos. Estaba en el pabellón de conducta y era el encargado de la granja de la Unidad. “Cazaba loros con una cajita, un pedazo de pan y un hilito: los animales eran su mundo, le servía para no estar todo el tiempo adentro”, contó Alejandra a Cosecha Roja. Ya había cumplido más de la mitad de la condena y tenía esperanzas de salir pronto. La mamá lo vio por última vez el día anterior a la muerte. Juntos hicieron la cuenta: ya estaba adentro hacía 4 años, 3 meses y 17 días. Ese sábado Alejandra se sintió mal porque no pudo llevarle a su nieto -hijo de Walter, que ahora tiene 7 años- a la visita:

– Hoy no te pude cumplir- le dijo.

– No importa, mami, falta poco para salir y voy a recuperar todo el tiempo que perdí con él.

No hubo otra oportunidad. “El nene tuvo que verlo en un cajón”, dijo Alejandra.

Lo habían detenido el 30 de enero de 2008. “La policía lo golpeó mucho, le dieron la cabeza contra la puerta del patrullero y le quebraron el tabique”, contó Alejandra. Ni bien se enteró fue a la comisaría de Pablo Nogués:

-¿Qué hizo?- preguntó dispuesta a escuchar cualquier respuesta.

-No, nada, en una hora te lo largamos y te llamamos.

Alejandra volvió a la casa y esperó a que sonara el teléfono. Pero no pasó nada. Al día siguiente supo que seguiría detenido.

– ¿No lo iban a soltar?- preguntó.

– ¡Si tiene como cinco robos!- le respondió un oficial.

– Pero anoche me dijeron otra cosa…

– ¿Vos quién sos? Si robó, robó y va a ir preso.

“Mi hijo estaba muy drogado. ¿Por qué le pegó tanto la policía si estaba drogado? Al tercer día en la comisaría todavía le duraba el efecto y me dijo que le habían hecho firmar unos papeles que no entendía qué eran”, relató Alejandra. Walter pasó tres meses en la comisaría y 17 en una alcaidía. Ahí hacía trabajos en mimbre que los policías vendían en el Tigre. A cambio le daban una Coca Cola o un helado. De ahí lo trasladaron al penal de José León Suárez.

Walter nació en la maternidad Sardá y vivió casi toda su vida en el barrio Malvinas Argentinas. Era el mayor de ocho hermanos y llegó a completar hasta noveno grado. A los 13 se puso a trabajar con su papá en la panadería familiar. Y a los 15 se empezó a drogar. Alejandra se acercó al Centro de Prevención de Adicciones (CPA) de la Provincia de Buenos Aires pero ningún tratamiento daba resultado. “Tuvo dos personalidades: una antes y otra después de la droga. Y la vida en la cárcel fue muy triste: para una mamá, ver a su hijo ahí adentro es lo más terrible que te puede pasar pero igual vas”, dijo. Ayer fue al cementerio de Grand Bourg, donde está el cuerpo de su hijo desde hace dos años, y recordó sus charlas:

– Vos sos mi mamá, en las buenas, y en las malas. Sos mi ñeri -compañera- en todo momento.

– Vos sos mi hijo y yo nunca te voy a dejar tirado. Si te equivocaste, te equivocaste.