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Florencia Minici es integrante del colectivo Ni Una Menos y codirectora de Latfem Noticias. Este jueves expuso en el Congreso, a favor de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.  Transcribimos su discurso completo:

“Antes que todo, quiero decir que me acompañan en esta breve exposición mis compañeras con las cuales fundamos en 2015 el espacio Ni Una Menos, a partir de la masiva concentración que instaló en las calles, en las plazas y en las casas, en las universidades, en las oficinas, en las camas, en la música, en el arte, en la política, en la cultura, un grito y un punto de inflexión en la historia de los derechos humanos de nuestro país.

Les pido a las diputadas y diputados que miren con atención esta imagen de 2015. No les ofrezco el resto orgánico de un cuerpo cuya vida y vitalidad puede ser debatida ad infinitum, ni el rastro de una biografía personal. Quiero proponerles un pensamiento político de otro cuerpo, que es el cuerpo de la ocupación colectiva de las calles a través de la huelga feminista, de las movilizaciones y a través de la asamblea feminista. Las feministas no venimos al Parlamento a pedirles que “hagan historia”, lo cual supondría una superioridad de la deliberación que ahí se lleva adelante por sobre esa deliberación popular, asambleística y plural que está ocurriendo en las calles. El Estado “no hace historia” con mayúsculas, al modo grandilocuente de la historia contada en la revista Billiken: la historia es un flujo de avances, retrocesos, retornos y repeticiones, conquistas y derrotas, que construyen los pueblos, que construimos entre todxs.

La tarea que aquí quiero discutir no es la de la gesta de la historia en nombre del Estado, sino una inversión de la propuesta: diputadas, diputados, no “hagan historia”. Recojan este segmento, esta irrupción popular feminista en la historia argentina y latinoamericana, vean esta imagen y no subestimen ni crean estar por encima de esta historia popular feminista. A la hora de legislar, no sean héroes ni heroínas: problematicen la representación política. Ustedes no están en esas bancas para hacer la historia en lugar del pueblo, sino junto al pueblo. Ocupan, en la política, al igual que ocupamos todxs, un espacio temporal que la dinámica de la lucha social del país democrático en que vivimos pueden ubicar en un lugar o en otro.

Me acompañan también las colegas periodistas, intelectuales y escritoras feministas que asumieron la tarea de comunicar con responsabilidad, de conectar las academias con los activismos, de disputar los sentidos compartimentados que disocian teoría de prácticas, comunicación de responsabilidad bajo el manto de una aparente objetividad desapasionada.

Las feministas de esta y de otras generaciones que nos dejaron un legado, entendemos que la lucha antipatriarcal es una praxis transformadora y una crítica del mundo en el que vivimos. Pero la irrupción masiva que llegó a su punto más álgido en 2015 con la primera convocatoria por Ni Una Menos, aunó praxis feminista con instalación de nuestras agendas y debates en la agenda de los medios, así como una fundamentación de la crítica a la jerarquía y supremacía masculina y heterosexual, de base amplia, para el 99% de la población. Y entonces, ya no fue tan sencillo: el feminismo dejó de ser una discusión entre- nos (las feministas), para convertirse en una experiencia plural, dialógica y transversal de masas.

Como señala la teórica norteamericana Nancy Fraser, la igualdad de género y la igualdad social no pueden ser reducidas a romper “el techo de cristal”, a encaramarnos en puestos de conducción y liderazgo, sino que se trata de algo mucho más vasto.

Entendemos que un feminismo para el 99% no puede basarse en la meritocracia y en las jerarquías. Por eso rechazamos profundamente el argumento que pretende quitarnos derecho a la soberanía de nuestros cuerpos bajo la idea de “que se jodan”, “se lo buscaron”, “les falta educación”, y otros conceptos. Resulta a esta altura al menos paradójico que se nos invite a formar parte de la agenda del G20 pero que se nos niegue el derecho a decidir si queremos continuar o no con un embarazo. La clandestinidad de la práctica del aborto es uno de los últimos encadenamientos jurídicos, morales y políticos que nos queda por romper para obtener los derechos que  las feminidades reclamamos históricamente.

Nuestra democracia no es plural y es una democracia de machos mientras continúe siendo una democracia sin aborto legal. El feminismo que construimos, y que las próximas generación reinventarán, no es un feminismo para quedarnxs tranquilxs, para ensanchar los mandos de las corporaciones, sino que pone en discusión lo mandatos y la subalternidad que nos asignaron socialmente. Queremos desmarcanos de una vez y para siempre del deber de ser madres, buenas, tranquilas, no hacer paros ni negarnos a la sexoafectividad heterosexual. Hay una nueva feminidad de masas, y así como nadie nace feminista, tampoco la democracia argentina ni el Estado fueron forjados en el feminismo. Lo que se debate en estas semanas en nuestro país no es sólo una ley que saque al aborto de la clandestinidad y desnaturalice la consagración de la muerte y el silencio, sino la posibilidad de una democracia feminista, que hoy es un vestigio en este debate, pero por la que otras lucharon, nosotras luchamos y las que nos sucederán seguirán luchando.

Ni una menos, Vivas nos queremos. Aborto Legal Ya”.