maternidad

Por Flavia Fiorio.-

Horas antes de su cumpleaños número 14 Tatiana entró con su hermana, una psicóloga y sus bolsitas de ropa al hogar María Rosario de San Nicolás, en Parque Chas. Había imaginado que sus compañeras nuevas estarían esperándola empuñando cuchillos y que le tirarían uno para que se defendiera. También pensó que quizás el instituto sería una casa llena de toboganes que unían una habitación con otra.

Cruzó la puerta y lo que encontró no se parecía en nada a lo que su cabeza había creado. Un grupo de chicas hacía jugo de limón y cenaba pollo con la mano. Se sentó, comió con ellas, las conoció. Después subió a su habitación y esperó a que se hicieran las 12, a que su hermana fuera corriendo a cantarle el feliz cumpleaños. Así comenzaron sus días en el hogar en el que pasó 4 años.

Poco antes de cumplir los 18 empezó a planear su egreso, cómo sería su vida afuera. Sabía que no quería volver con su mamá –los problemas con ella hicieron que terminara viviendo lejos de su casa- y para eso necesitaba dinero. Se puso a buscar trabajo.

En las entrevistas laborales todo parecía ir bien hasta que le preguntaban dónde vivía: cada vez que contaba que dormía en un hogar las preguntas se incrementaban y no la volvían a llamar.

Cuando se dio cuenta cuál era el problema, cambió su estrategia: mientras en privado le recomendaba a sus compañeras más chicas que no se avergonzaran por su situación, en público inventaba otra realidad. Respondía lo que querían escuchar los empleadores en las entrevistas de trabajo. “Vivo con mamá, papá, mi hermana, tengo un gato y un perro”, decía.

El 13 de junio el Congreso debatió el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y la Plaza de los Dos Congresos funcionó como divisora entre dos manifestaciones.  Tatiana se puso su pañuelo verde y fue a buscar refugio en el calor del millón de personas que militaban la misma causa que ella. Para llegar a destino primero tuvo que pasar por la manifestación contraria, el lado celeste de la plaza.

Mientras caminaba alrededor de las ecografías en vivo, de los carteles que pedían adopción prenatal, que decían que había que salvar las dos vidas, sintió ganas de subirse al escenario. Deseó borrar el frío a gritos preguntándoles a quienes enarbolaban esas consignas dónde habían estado cuando ella buscó trabajo y tuvo que decir que no vivía en un hogar, dónde están cada vez que un chico que vivió toda su vida en instituciones busca garantía para poder alquilar un lugar, dónde están cuando en los hogares hay nenes que crecen esperando una familia y nadie los adopta porque son grandes, qué vida es la que defienden.

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Mientras miles de mujeres caminan por la calle con el pañuelo verde atado a sus carteras y con la consigna “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, otras enarbolan el pañuelo celeste y usan el hashtag “#SalvemosLasDosVidas”. Estas últimas difundieron en las redes sociales fotos con carteles que fomentan la adopción como alternativa al aborto legal, seguro y gratuito. “#AdopciónPreNatalYa”, “Te salvas, lo salvas, me salvas”, son algunas de las consignas con las que buscan argumentar que “hay otras alternativas”. Incluso la vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti, defendió esa postura: “Podés dar en adopción al bebé y no te pasa nada”, dijo.

En el país hay casi 15.000 chicos y chicas sin familia que viven en hogares. No todos están en situación de adoptabilidad. Un juez antes de decidir poner a un chico en esa situación debe recurrir a otras alternativas. Por ejemplo, se busca agotar las posibilidades de permanencia del niño en la familia de origen o en su familia ampliada, se intenta un proceso de revinculación. Ese proceso no es de un día para otro y, en ese tiempo, los chicos crecen.

Si fuera cineasta, Yamila Carras sería conocida por su uso de jump-cuts, una técnica de edición cinematográfica que utiliza el montaje para comunicar bruscamente el paso del tiempo. En menos de una hora cuenta cómo fueron los 29 años de su vida.

Habla rápido, como si hubiera estudiado de memoria para un oral y no quisiera que se le escaparan los conocimientos. En el único momento en que pisa el freno y se toma un tiempo es para contar la historia de adopción de sus sobrinos. Los ojos se le empañan.

Cuatro años atrás los chicos (un nene y dos nenas) vivían con su mamá, una de las hermanas de Yamila, en una casa poco segura. Estaban  rodeados de relaciones tóxicas, adicciones, historias de abuso sexual y de maltrato físico y psicológico.

El Estado tardó varios años en comprobar que estaban en situación de riesgo y recién ahí fueron llevados a un hogar. El mayor ya tenía cuatro años.

En el lugar otra realidad salió a la luz. La hermana de Yamila tenía retraso madurativo y los profesionales se dieron cuenta que no estaba apta para cuidar a los menores. Los separaron de su mamá y empezaron a buscar a su familia ampliada para no recurrir a ponerlos en situación de adoptabilidad.

Yamila recibió un llamado y decidió hacerse cargo de sus sobrinos pero la revinculación no funcionó. Le faltaban recursos económicos, apoyo estatal, contención. Estuvieron en su casa seis meses y volvieron al instituto.

Un tiempo después tuvo que presentarse ante un juzgado para decidir el futuro de los menores. Aceptó que los pongan en situación de adoptabilidad pero con la condición de que no fueran separados.

A los 4 años y con dos hermanas el mayor pasó a ser parte de los chicos a los que el Estado les debe garantizar una familia.

Las personas que buscan un hijo esperan ser padres de bebés. Según estadísticas oficiales de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con fines adoptivos (DNRUA) el 91% de quienes están inscriptos en el registro de adopción sólo están interesados en chicos menores de 1 año. El 32,5% dice que adoptaría niños hasta 6 años y el 12% hasta los 8 años. El número desciende abruptamente cuando se trata de mayores a esta edad: menos del 1% está dispuesto a adoptarlos hasta los 12.

Únicamente el 16% se haría cargo de chicos con discapacidad leve a moderada y un 1% con discapacidad severa. Los grupos de hermanos que no quieren ser separados tampoco son aceptados con facilidad: sólo el 7% de los inscriptos en el registro aceptaría a tres hermanos.
En medio de un debate sobre la adopción en Twitter, María Emilia, madre adoptiva de dos adolescentes, opinó: “Sueñan que la adopción es recibir un bebito inmaculado en una manta blanca. Hay cientos de niñas y niños esperando que los adopten”.
Mientras los denominados “pro-vida” se ponen como bandera la adopción como alternativa al aborto, los chicos mayores en situación de adoptabilidad viven y crecen esperando.

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El día anterior a su cumpleaños Jasmin se preparó para salir del hogar Descanso Miquelinas, en el barrio de Flores.

No estaba emocionada pero quería disimularlo. En el hogar siempre había demostrado ser fuerte, que tenía redes, que no estaba sola. Le decían que contaba con las herramientas para afrontar la realidad que se le estaba viniendo encima: al cumplir 18 años debería abandonar el hogar. Ella no quería pensarlo y organizó varios festejos para distraerse, mantener la cabeza ocupada.

Esa noche se peinó, se cambió y fue a encontrarse con sus invitados en el Club de arte “Vuela el Pez”.

En julio un mes antes del debate en el Senado que decidirá si el aborto es legal o no, el senador oficialista Federico Pinedo presentó un proyecto de ley alternativo al IVE.

La iniciativa propone crear un programa llamado “El Estado se hace cargo y te acompaña” que se encargaría “por sí o por intermedio de terceros del control, seguimiento y asistencia médica, sanitaria y, de ser necesario, de habitación y alimentación” de mujeres embarazadas que no deseen tener al bebé. Como alternativa al aborto, el proyecto de Pinedo propone que las mujeres que están embarazadas pero no quieren o no pueden ser madres lleven adelante los 9 meses de embarazo y luego entreguen a su hijo en adopción. En este proyecto las mujeres son obligadas a seguir adelante con la gestación y “a cambio” les ofrecen seguimiento, asistencia médica y sanitaria, entre otras cosas.

El 3 de julio en Twitter la escritora Claudia Piñeiro criticó esta alternativa por la visión que da sobre la adopción: “Adopción es un mecanismo por el cual se le encuentra una familia a un niño que no la tiene. No está pensada como productora de ni ños para parejas que no pueden tenerlos”.

Segundos antes de la medianoche, los amigos de Jasmín armaron una ronda y empezaron a hacer una cuenta regresiva. Decían “5, 4, 3…” emocionados mientras Jasmin agitaba los brazos y coreaba con ellos. Por dentro pensaba que no, que no quería llegar a cero. Que afuera del hogar la esperaba un mundo hostil. Ese mismo mundo que se propone ‘salvar las dos vidas’.