Alimentar la pandemia

El coronavirus acentuó la relación entre alimentación y enfermedades y dejó en evidencia el poder de nuestras elecciones. ¿Es momento de repensar nuestro vínculo con la comida?

Alimentar la pandemia

Por Cosecha Roja
19/05/2020

Por Carla Gago

Rosa es una pequeña productora de verduras y forma parte de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) de La Plata. Hace un año dejó el comedor donde trabajaba y empezó a tomar cursos de agroecología. Desde entonces se dedica a la producción de alimentos junto a sus padres. Por su trabajo está exceptuada de cumplir con el aislamiento obligatorio. “Seguimos trabajando para producir verduras sanas y a un precio justo para el consumidor”, dice.

Como no tienen clases, sus dos hijos la acompañan en la quinta, aprenden a cultivar y están en contacto con la naturaleza. “Elegimos la agroecología porque nos estábamos intoxicando y estábamos envenenado al pueblo”, dice. “Sin agrotóxicos nos sentimos un poco más libres. Comemos más sano nosotros y damos una verdura sana”

Con presencia en 15 provincias, la organización campesina de la que forma parte es símbolo de la lucha por la soberanía alimentaria, el comercio de cercanía y un modelo de desarrollo basado en la agroecología. En lo que va de cuarentena, ha distribuido dos mil toneladas de alimentos sanos. 

La pandemia sacudió la vida en las quintas. La producción está en alza y los pedidos saturan las líneas de WhatsApp. Las camionetas recorren el país con alimentos agroecológicos que van de la tierra directo al consumidor. 

La búsqueda de alternativas de consumo no sólo está ligada a la fuerte demanda y a la necesidad de recibir frutas y verduras frescas en casa. El coronavirus acentuó la relación entre alimentación y enfermedades y dejó en evidencia el poder de nuestras elecciones.  Lxs consumidorxs son cada vez más críticos y cuestionan el impacto de sus hábitos alimenticios.

“Desde la UTT creemos hoy más que nunca que el vínculo entre lo que comemos y el modelo de producción y de vida es prioritario. En esta situación hay dos elementos que se vuelven claros: nuestra salud y cómo nos alimentamos”, dice Rosalía Pellegrini, Coordinadora Nacional de la Secretaría de Género de la UTT.

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¿Por qué es momento de repensar nuestra relación con la comida?  “El coronavirus surge en China, en un mercado donde los animales viven en condiciones deplorables. Se habló de manera muy contundente sobre los mercados exóticos de China y los hábitos de consumo de ese país. Sin embargo, las salchichas que le encantan a tanta gente también provienen de lugares rodeados de expresiones de crueldad e insalubridad donde emergen plagas”, dijo Soledad Barruti, periodista especializada en temas de alimentación, en un video publicado en sus redes sociales.

“Enfermedades como la gripe porcina y la gripe aviar salieron de granjas industriales donde los animales son tratados como cosas. Viven hacinados mientras se mezclan sus propios excrementos, sus fluidos, su sangre, sus virus y bacterias y van creando formas de contagio”, agrega. Un animal enfermo produce un efecto multiplicador. Es así que el contacto entre animales favorece la propagación de enfermedades zoonóticas que, tarde o temprano, aterrizan en humanos a través de la alimentación. 

En su libro Malcomidos, Barruti alerta sobre el uso masivo de antibióticos en animales para promover el engorde. Si bien esto se logra, la autora remarca que en el camino los virus y bacterias se vuelven más resistentes y mutan para sobrevivir. 

¿Cómo llegamos a esta pandemia global?

“Como sociedad llevamos un estilo de vida y desarrollo humano que no es solidario, que jamás pensó en el bien común y se dio por el libre mercado. Nos salvamos en comunidad”, dice Pellegrini.

Barruti traza un paralelismo entre alimentación, pandemias y el colapso ecosistémico. “Un tercio de las tierras están ocupadas por campos tóxicos sembrados con semillas transgénicos que no alimentan directamente a personas sino a animales hacinados en granjas industriales. En esos lugares antes había selvas, bosques y ecosistemas enteros que estamos destruyendo. Las plagas que generan enfermedades vienen de romper un entramado de biodiversidad que no solamente embellece el planeta sino que hace una red de protección para todas las especies de las cuales nosotros somos parte”, agrega en el video.

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Resignificar nuestra relación con la naturaleza y con el resto de las especies que la habitan nos pone frente a un paredón de preguntas ineludibles. ¿Qué decisiones políticas ponemos sobre la mesa? ¿Qué modelos de producción y consumo queremos sostener? 

“Es momento de pensar bajo qué condiciones producimos alimentos aquellos que estamos exceptuados del decreto. ¿Pudimos tener como Estado una política de distribución de acceso a la tierra? ¿Cómo son nuestras viviendas?”, cuestiona Pellegrini. 

Hoy los quinteros no tienen tierra propia y dependen de su producción para sobrevivir. Y de esa trabajo depende que la comida sana puedan estar en más hogares.  “Queremos que las verduras sanas les lleguen no solo a las personas que tienen plata. Cada 6 meses nosotros discutimos los precios para que sean justos para todos”, cuenta Rosa.

En este camino no están solos: productores de toda la región acompañan la transición de la ciudadanía hacia elecciones de consumo más justas. Los pequeños mercados, las ferias itinerantes, los almacenes y verdulerías con productos frescos, autóctonos y sin agrotóxicos recobran protagonismo frente a la hegemonía de las grandes corporaciones industriales en las góndolas. 

“Una comida puede construir un paisaje, reparar la naturaleza o destruirla. Tenemos que poder deconstruir la alimentación. La inercia cultural nos avasalla. Podemos alimentar un sistema horrendo que se comporta como un virus o podemos ser algo diferente y comportarnos como personas que quieran habitar otras formas. Tenemos la oportunidad de repensarnos y construir otras libertades”, concluye Barruti en sus redes.

Fotos: Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT)

Esta nota se escribió en el marco de la Beca Cosecha Roja.-