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Juan Mattio – Cosecha Roja.-

Silvana P. se despertó y encontró a Fernando Andrés V., su expareja, durmiendo en un sillón. Tenía un cuchillo en la mano y parecía borracho. Se habían separado tres días antes. Ella, a sus 33 años, ya había sufrido varias escenas de violencia. Vidrios rotos, puertas forzadas. Las denuncias que hizo en los juzgados de Río Gallegos no tuvieron respuesta. Nunca, siquiera, fue citada a declarar. Esa madrugada,  le quitó el cuchillo a su expareja con suavidad, lo despertó y habló con él tratando de mantenerse tranquila, cuidando cada palabra. Él se fue sin decir nada. Ella decidió pedir ayuda. Llamó a Mónica Bersanelli, presidenta de la ONG “Desafíos y Compromisos” dedicada a combatir la violencia de género.

Bersanelli la acompañó a la comisaría. Intentaron comunicarse con el teléfono de urgencias de la Subsecretaría de la Mujer. Hubo que esperar horas antes de que atendieran. Finalmente la citaron para el día siguiente. Iba a entrevistarse con el Equipo Técnico y le brindarían asesoría legal.

El jueves 3 de enero Silvana se presentó. Nadie la esperaba. No había registro de su situación en ningún lado ni Equipo Técnico que pudiera asesorarla. Si necesitaba contención psicológica, le dijeron, debería volver otro día porque en ese momento la psicóloga no estaba. Le ofrecieron, sí, un bolsón de alimentos que Silvana rechazó.

La asesoría legal consistió en subirla a una camioneta de la Subsecretaría y llevarla hasta la puerta del Juzgado de Familia N° 1, Secretaría N° 2.

Durante la espera de la Subsecretaría la llamaron para saber si ya había sido atendida. Le dijeron que la llamarían más tarde. Le ofrecieron un turno en el psicólogo para el día siguiente, pero no se volvieron a poner en contacto nunca más.

Tras cinco horas de espera, Silvana fue recibida por la Secretaria del Juzgado, Fernández Cruz. Cuando ingresó a la audiencia estaba acompañada por el Defensor Oficial Briones Martin, de la Defensoría Oficial N° 2.

Fernández Cruz escuchó el relato de los hechos en silencio. Cuando Silvana terminó, se le ocurrió una pregunta.

-Usted, ¿Por qué tenía la puerta abierta?

-Mi madre está enferma y vive en el mismo terreno, en la parte de atrás. Por eso nunca cerramos la puerta.

-¿De qué trabaja?

-No tengo trabajo en este momento.

-Si ni usted ni  Fernando Andrés V. tienen trabajo, ¿De qué viven?

-Tengo un arreglo extrajudicial con el padre de mi primer hijo y con eso me sostengo.

-¿Le alcanza?

-Si.

-Y entonces, ¿Para qué le pide la cuota de alimentos a Fernando Andrés V.?

-Yo no la pedí. La pidió la Dra. Candela, la Defensora Oficial, en el escrito que presentamos.

Silvana estaba perdiendo la paciencia. No dejaba de preguntarse por qué tenía que justificar lo que le correspondía por ley.

-No me importa la cuota de alimentos –dijo-. Estoy acá para denunciar una agresión.

La secretaria consultó sobre el régimen de visitas solicitado por Fernando Andrés V. para ver a su hija de seis meses.

-Yo no me niego a las visitas –respondió Silvana-. Si se las dan, quiero que alguien garantice mi integridad física y la de mis hijos. Y prefiero que sean en casa, mi hija tiene seis meses y después de lo que pasó anoche no confió en él. Me gustaría que alguien acompañara las visitas.

– ¿Alguien cómo quién?

– Alguien de la Justicia. Un trabajador social, por ejemplo.

– Acá –respondió la funcionaria- nadie tiene la varita mágica para darle garantías. El Juzgado no cuenta con personal para acompañar las visitas. Puede pedirle a alguien de su confianza que esté presente, si le parece. – Y agregó: – Aunque no me parece congruente con lo que usted declaró sobre Fernando Andrés V. Usted dijo que era un buen padre.

-Pero después de lo que pasó anoche, después de encontrarlo borracho y con un cuchillo, metido en mi casa, ya no sé qué pensar.

-Usted es responsable del hombre que eligió.

-Yo no estoy acá para dar explicaciones sobre mi vida privada. Vine a hacer una denuncia.

-Usted tiene que hacer un mea culpa sobre el padre que eligió para sus hijos.

La situación, que siguió aumentando en confusión terminó con Silvana explicando que el embarazo no había sido planeado. Información que llevó a una nueva pregunta de Fernández Cruz.

-¿Usted no sabía que estando en pareja podía quedar embarazada?

Ya sin paciencia, Silvana contestó que se estaba sintiendo agredida y que ella entendía que la audiencia era para ratificar la denuncia y no para comentar hechos de su vida personal.

-Lo único que pido –dijo- es protección.

Su abogado defensor, que se había mantenido en silencio durante toda la entrevista, le pidió que se calmara. Y volvió a aclararle que el Juzgado no tiene personal para lo que ella está requiriendo. Le hicieron firmar un acta, sin darle copia, y volvió a su casa.

Esa misma noche, Fernando Andrés V. quiso ingresar al domicilio. La puerta esta vez estaba cerrada con candado. Silvana llamó a la policía y se lo llevaron. Estuvo detenido cinco horas y fue liberado.

Las denuncias apenas alcanzaron para un restricción de acercamiento. Cada tanto, un patrullero pasa por la puerta de la casa de Silvana. La policía, le dijeron, no tiene recursos para custodiarla de otra manera.