Cosecha Roja.-

A Maximiliano De León sus amigos le decían “Juguito”. Tenía 14 años y vivía con su mamá y su abuela en La Plata. Fue a robar la casa de un policía, y este le disparó por la espalda. Murió de inmediato. Un defensor penal juvenil dijo que se trató de una “ejecución sumaria: no hubo enfrentamiento ni cruce de disparos”.

Antes de que amaneciera, tres chicos, uno de ellos “Juguito”, se treparon al primer piso de una casa de la calle 82, entre 1 y 115, en La Plata. Quisieron abrir la ventana, pero el dueño se dio cuenta y sacó un arma. El cabo Daniel Mannarino, que estaba acompañado de su esposa y tres hijos, hizo seis disparos e impidió el asalto. Dos de los chicos pudieron escapar y no fueron identificados. A Maximiliano lo alcanzó un tiro en la espalda y murió antes de que pudieran llevarlo a un hospital.

La historia parece la de un ladrón con mal destino. Sin embargo, es la de un pibe de 14 años, que, a los ojos de Julián Axat, defensor del fuero de la responsabilidad penal juvenil N.° 16, “fue abandonado a su suerte”. Para el abogado, las entidades de promoción y protección de derechos de la infancia no actuaron como garantes de su vida y bienestar: “El chico se encontraba en estado de vulnerabilidad, y no se hizo nada sobre su persona para restituirle los derechos”.

Axat ya conocía a Maximiliano De León. Estaba encargado de defenderlo cuando la Policía lo detenía por delitos e infracciones penales, y se lo llevaban para que lo defendiera. El chico estuvo por días en una comisaría y fue remitido a los servicios de protección de la infancia y la adolescencia. Pero no sirvió de mucho: siempre recayó. Según el abogado, “los funcionarios no dieron respuestas integrales, en su competencia, para evitar que al niño se lo criminalizara hasta el momento de su muerte”.

Luego del intento de robo de ayer en la madrugada, el homicidio del chico no fue investigado, al menos no del todo. En las actas de lo que pasó figuran el testimonio del cabo Mannarino y algunas de las circunstancias en que fue hallado el cadáver. Según el defensor Axat, “no se tuvieron en cuenta la pericia de rastros y los impactos de bala realizados por cada arma; tampoco se hizo la pericia de dermotest”. Se sabe hasta ahora que “Juguito” llevaba un revólver calibre 22, pero no se comprobó que hubiera sido disparado durante el asalto. La bala que lo mató provenía de la pistola de dotación del policía dueño de la casa.

La abuela del chico le contó a Axat que “a Maximiliano estaban por internarlo en una clínica de rehabilitación, pero no lo hacían porque no conseguían cama o cupo en ningún lugar”. Se había escapado del Hospital de Niños, consumía drogas y era difícil de contener. Era, dice el defensor, “un niño expuesto a peligros sobre sí, e involucrado por sobreexposición y desidia a un circuito de tensiones y pasaje entre ‘situación de calle’, ‘adicción’, ‘captura policial’ y ‘traslado a lugares de niñez’; un círculo que culminó fatídicamente en el día de ayer con el asesinato del niño”.

Para el abogado, la muerte de Maximiliano De León debe ser investigada. Con ese propósito, ya presentó una denuncia formal en la que además expone un amplio reclamo contra el sistema actual de protección a niños y adolescentes, al que considera “fallido y cruel”, porque no cambia, como debería, “el destino sellado” de miles de niños argentinos, hoy enfrentados a la ley.

“Si las autoridades hubieran cumplido los deberes a su cargo, la muerte de este niño se hubiera evitado”, sentenció Axat.