La trágica muerte de Marielle Franco, activista negra contra la violencia y concejala en Río, alimenta los temores de que la militarización de la seguridad sea el preámbulo de una vuelta al pasado dictatorial de Brasil.

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Por Eduarda Fontes/DemocraciaAbierta

Hace un par de semanas, escribí este artículo para DemocraciaAbierta a partir del significado político del Carnaval de este año en Río de Janeiro, donde reseñé la resistencia frente al gobierno brasileño y su actitud represora, y cuán desafiante es el panorama que se nos presenta por delante.

Desafortunadamente, y al cabo de tan pocos días, me encuentro otra vez aquí, intentando reaccionar ante la tragedia que acaba de ocurrir en Río.

Marielle Franco, miembro del partido de izquierdas PSOL y quinta concejala más votada para el ayuntamiento de Río de Janeiro en 2016, fue acribillada a tiros cuando se encontraba de vuelta de un evento en pro del empoderamiento de las mujeres negras.

Estaba en un coche cuando fue alcanzada por cinco de las nueve balas disparadas desde otro vehículo en marcha, matando allí mismo a Marielle y a su conductor, Anderson Gomes, y dejando herida a la asistente de prensa de la concejala.

Al principio, la prensa brasileña cubrió la noticia sin hacerse eco de sus evidentes implicaciones y connotaciones políticas, y tuvo que ser la prensa internacional la que reconociera inmediatamente la dimensión política de este trágico y simbólico crimen.

Marielle era una mujer negra de 38 años, lesbiana y criada en un ambiente marginal. Creció (y vivía) en la Favela da Maré (Maré Favela) la más grande de Río. Tenía una carrera ejemplar, marcada sobre todo por su lucha por los derechos de las minorías y por una sociedad más justa.

Enfrentó su propia realidad para convertirse en socióloga y realizar un Máster en Administración Pública. Sorprendió a propios y extraños cuando fue elegida para el ayuntamiento de Río como líder de una plataforma reivindicativa centrada en la inclusión social y en las minorías.

Su lucha más encarnizada fue en contra de la violencia desmesurada que los cuerpos de seguridad de Río aplican contra las poblaciones de las favelas.

El día anterior a su muerte, y en referencia al asesinato de un residente de las favelas, tuiteó lo siguienteUn homicidio más de un joven que puede ser registrado en la cuenta del PM (policía). Matheus Melo estaba saliendo de la iglesia. ¿Cuántas muertes más son necesarias para acabar con esta guerra?

El creciente respaldo a sus causas trajo consigo un notable temor al ala más conservadora de la administración de Río, puesto que ella, y su liderazgo, suponían una amenaza real para el status quo.

El mero hecho de que su vida terminara de forma tan violenta, mediante un asesinato aparentemente premeditado y orquestado, no deja margen para albergar mucha esperanza de que vendrán tiempos mejores para aquellos que, como ella, luchan por el cambio.

El día a día brasileño está tan saturado de violencia criminal, y el poder judicial se ha convertido en tal farsa, que la situación se está acercando, inevitablemente, al colapso total de la confianza depositada en el sistema.

La intervención militar de Río, junto a una justicia sesgada y a los medios empleados para imponer una solución militar a problemas de índole social y político, no aportan esperanza alguna, y cuando algo de esta magnitud ocurre, todo se convierte en una pista resbaladiza.

Es tremendamente alarmante. El control militar de Río por parte del ejército fue justificado en base a la necesidad de mejorar la seguridad, a la par que proteger a sus ciudadanos. Pero… mejorar la seguridad ¿para quién?

Aurea Carolina de Freitas e Silva pertenece también al partido PSOL y es la concejala más votada en el ayuntamiento de Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais. Ella también se identifica como una activista en pro de las mujeres negras y charló conmigo en ocasión de este artículo, haciendo hincapié en la nota que emitió su oficina, y expresando su más profundo dolor y consternación por lo que les espera a los políticos y activistas que luchan por los derechos de las minorías, como es su propio caso.

Áurea Carolina describió a Marielle como: Una compañera que trabajaba sin descanso por la defensa de los Derechos Humanos, una mujer, negra, lesbiana, de las favelas, una inspiración, una hermana. Estarás siempre presente! También expresó el sentimiento de desesperanza que significa la muerte de Marielle: Con ella compartimos el sueño de un país mejor. Hoy, cuando el cuerpo todavía caliente de otra mujer negra yace en el pavimento, este sueño se quiebra en mil pedazos.

A lo largo y ancho del país, se han organizado muchas marchas convocadas por movimientos políticos y de la sociedad civil, a través de las redes sociales, con la intención de reunir a la mayor cantidad de gente posible para protestar y exigir el cese de la violencia y la militarización.

Este trágico suceso nos recuerda inevitablemente a los periodos más oscuros de la historia de Brasil, cuando los activistas, precursores del cambio y defensores de los derechos humanos, eran secuestrados, torturados o asesinados indiscriminadamente, y anticipa un panorama no muy alejado de aquel país gobernado por una dictadura militar.

Con la vista puesta en unas tensas y polémicas elecciones presidenciales este mismo año, y en medio de diversos procesos judiciales que afectan a una buena parte de la elite política del país, la última iniciativa del presidente Temer de delegar la seguridad en el ejército, incluyendo la primera nominación de un militar al frente del Ministerio de Defensa desde finales de los años 90, ha resurgido el miedo de volver a una régimen dictatorial.

O Tempo Não Para, la conocida canción de Cazuza, un famoso cantante de rock de los 80, me viene a la mente: ‘Veo el futuro como el pasado que se repite’, reza la letra, y si es ahí donde estamos y hacia donde nos dirigimos, pues estamos ciertamente ante un verdadero desastre.

Lo de hoy ha supuesto cruzar una línea roja. Es un día realmente triste para la lucha en pro de las minorías y para sus campeonas, no sólo en Brasil, sino a lo largo y ancho del continente, y para todas los que, hace una semana, estábamos cantando y marchando en las calles de todo el planeta con la esperanza de un futuro mejor, sin violencia, sin abusos.

Publicamos este artículo gracias a la alianza entre Cosecha Roja y DemocraciaAbierta. Lea el contenido original aquí