Berni, el punitivismo progresista

La desaparición de Facundo Astudillo Castro que investiga la justicia llega después de la pirotecnia verbal de un ministro mano dura que confunde la seguridad con velocidad y efectos especiales. Es un estilo hiperactivo a la altura de la ansiedad de la opinión pública enloquecida con el último momento, escribe Esteban Rodríguez Alzueta. Por qué Berni puede costarle muy caro al peronismo y los sectores que representa.

Berni, el punitivismo progresista

Por Esteban Rodríguez Alzueta
19/08/2020

Sergio Berni es la expresión de los debates pendientes al interior del peronismo. La seguridad siempre fue un tema lateral para el peronismo que lo fue resolviendo en función de las coyunturas con las que se medía, pendulando entre posturas más punitivistas o más progresistas. Pero también Berni es la expresión de que el punitivismo no es propiedad de la derecha.

El punitivismo ha permeado a sectores importantes del progresismo. Quiero decir, Berni es la mano derecha de Kicillof. No soy yo quien lo dice sino el propio Berni. Todos recordarán la entrevista que le hicieron en abril del 2019, cuando Berni levantaba la mano para ser candidato a gobernador, donde se definía y vanagloriaba como un tipo de derecha . Acaso por eso mismo, estuvo coqueteando con Ritondo, acercándose incluso a muchas de las posiciones que Bullrich vertía en la prensa. Y acaso por eso mismo también tiene necesidad de diferenciarse constantemente de la gestión nacional. Acostumbrado a pensar con la lógica militar amigo-enemigo, increpa a Sabina Frederic para averiguar quién es él. Berni tiene una concepción misógina de la seguridad. Cree que la seguridad es una técnica para machos: no solo hace faltan huevos o pararse de manos llegado el caso, sino pegar cuatro gritos para encajar a sus subordinados y al resto de la tropa. 

Berni confunde la seguridad con la velocidad y los efectos especiales. Por eso lo vemos disfrazado todo el tiempo, siempre con el vestuario correcto que demanda la ocasión. Si hay un incendio, estará vestido de bombero; si hay un allanamiento, lo veremos con chaleco antibala y portando armas de distinto calibre; en las inundaciones lo vemos piloteando un bote de goma; y para sortear los embotellamientos que producen los piquetes se desplaza en su moto que lo ponga arriba de los hechos y destrabar los cortes. Berni tiene que estar siempre ahí, llegar primero, y por eso lo vemos corriendo de una punta a la otra. Berni encontró en la hiperactividad un estilo para su gestión que está a la altura de la ansiedad de la opinión pública, enloquecida con las noticias urgentes y de último momento.  

No negamos que Berni trabaje en equipo, incluso que parte de ese equipo no esté desarrollando algunos programas interesantes. Vaya por caso el Programa de Asistencia Técnica en Prevención del delito y transformación de las violencias elaborado por la Subsecretaría de Formación y  Desarrollo Profesional del Ministerio de Seguridad donde la Provincia articula con los municipios y las organizaciones de la sociedad civil para abordar la complejidad de la conflictividad social en los territorios en torno a la categoría del “vivir bien”. Pero Berni sabe que esos programas de largo aliento no garpan electoralmente hablando y tampoco tienen mucha prensa. La gente quiere acción y los operativos proveen la escenografía ideal para que Berni pueda lucir su estilo de marcial, adusto, emulando al disparatado coronel Kilgore que interpretó Robert Duvall en Apocalipsis Now.     


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Kicillof lo sabe, pero lo puso y banca a Berni porque sabe que la Bonaerense es una agencia destartalada, y cree que semejante desmadre necesita un funcionario que tenga el perfil lo suficientemente alto para pararse encima de ese cachivache. Kicillof sabe que un acontecimiento que involucra a la Bonaerense salpica para todos lados, y apuesta a que un funcionario con perfil alto sea su mejor barbijo, le permitirá que los costos eventuales corran por cuenta del ministro y el gobernador salga más o menos indemne. Berni lo sabe también y lo hace valer, transformando al ministerio en un trampolín que lo ponga otra vez en la carrera electoral, haciendo de cada operativo una puesta en escena que lo mantenga en cartelera.

Claro que el precio que deberá pagar Kicillof por haber fichado a Berni es salir a ponerle paños fríos a los malentendidos que aquel genera con el gobierno nacional o los intendentes del conurbano, relativizar o matizar cada una de las declaraciones que Berni propala por la prensa que espera sus palabras frotándose las manos, porque sabe que sus declaraciones nunca pasan desapercibidas, siempre abren un campo de polémicas que contribuyen a desgastar al peronismo. Pero por el momento, está visto, lo sostienen y aplauden, sobre todo cuando se metió a mucha gente en el bolsillo con su estilo militar.

Porque hay que agregar que existe mucho plebeyismo culposo en el peronismo tardío. Me explico: si el pueblo nunca se equivoca, entonces Berni tiene que estar ahí. Es lo que sostienen muchos jóvenes kirchneristas. ¡Lo dicen las encuestas! Berni tiene una alta imagen positiva, incluso entre los votantes de Cambiemos. De hecho en la gobernación piensan que Berni tiene muy buena llegada a la gente, un buen termómetro de lo que la gente siente y quiere. Y lo hacen sin darse cuenta que están comprándose un problema en el futuro cercano. No lo dudamos, Berni le dice a la gente lo que la vecinocracia quiere escuchar. Pero como están haciendo bacheo policial en medio de la cuarentena, tapando agujeros y remando la tapa de los diarios, no se preocupan por ahora las consecuencias que puede llegar a tener la prepotencia y bravatas del ministro, incluso para el propio espacio donde se siente contenido.       

Berni está arriba de una fuerza de seguridad que hace rato no constituye una corporación. Eso no significa que no existan sectores de la policía que hayan desarrollado sus propios intereses y actúen en consecuencia junto a otros operadores judiciales. Los que seguimos los artículos de Alejandra Dandán en el Cohete a la Luna todos los domingos lo sabemos muy bien. Pero la Bonaerense es un cachivache, se fue desmadrando, no es ningún Leviatán y, mucho menos, el aparato represivo de la clase dirigente. Y esto no es un problema menor, al contrario: no hay que perder de vista que estamos hablando de gente armada, especialmente entrenada para usar la fuerza letal o no letal de acuerdo a estándares internacionales de derechos humanos, según criterios de proporcionalidad, racionalidad y legalidad. Pero si no hay protocolos, la justicia no controla y tampoco hay mecanismos de rendición de cuentas externos integrados por organizaciones de la sociedad civil, entonces estas policías pueden convertirse en una pesadilla para cualquier gobernador, son un elefante en el bazar. 


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Por eso me parece que los funcionarios tienen que ser muy cautelosos y responsables en lo que dicen y cómo lo dicen, porque sus palabras no van a caer en saco roto. Algunos policías pueden sentirse avalados y respaldados con su retórica manodurista. Sus declaraciones pueden sembrar la actividad policial de pistas falsas, invitando a creer que el gobierno va a amparar a esos policías. De hecho es lo que hicieron muchos gobiernos anteriores, incluso del mismo signo político, que se dedicaron a costear los importantes honorarios que demandan los abogados para defender a los policías procesados para garantizarse que cierren el pico y las responsabilidades no escalen hacia arriba. El discurso de la policía como vocación y la cultura del sacrificio que Berni recuperó y puso sobre la mesa para levantarle la autoestima a los policías, puede costarle muy caro a los sectores que el propio peronismo representa. Porque está visto que la clientela de la Bonaerense son los más pobres, porque está probado que las víctimas del gatillo fácil y la desaparición forzada, pero también del verdugueo policial, casi siempre los ponen los vecinos de los barrios más pobres, entre ellos los más jóvenes y morochos.    

No tengo dudas que detrás de la desaparición de Facundo Astudillo Castro no estuvo el gobierno dirigiendo un operativo como en la desaparición y muerte de Santiago Maldonado. Pero la desaparición que investiga todavía la justicia llega después de la pirotecnia verbal del Ministro. No solo la desaparición de Facundo, sino el uso de la picana eléctrica en la Comisaría de Tolosa en la ciudad de La Plata contra un joven de 17 años o los disparos de la Bonaerense que hirieron de muerte a otro joven de 18 años, Lucas Nahuel Verón, en González Catán; y todos los casos recogidos por CORREPI en su último informe: el caso de Matías García (18 años, Mar del Plata); de Lucas Fernández (26 años, La Plata); Ángel Luna (26 años, San Pedro); Guillermo Sánchez (28 años, Lomas de Zamora); Diego Arias 27 años, Berazategui); Nazareno Barroso (30 años, General Rodríguez); Maximiliano Nahuel Gómez (23 años, Temperley); Emiliano Alarcón (22 años, La Matanza); Juan Ignacio Ríos (27 años, Dock Sud); Brandon Nerón Romero (19 años, Mar del Plata); Francisco Valentín Cruz (29 años, Florencio Varela); Ezequiel Corbalán (31 años, San Nicolás); Ulises Rial (25 años, San Nicolás); Mauro Agustín Vera (24 años, La Matanza); Diego Quinteros (22 años, San Andrés de Giles); Fernando Leguizamón (31 años, Quilmes); Maximiliano Muñoz (31 años, Merlo); Gonzalo Borda (24 años, La Matanza); Raúl Dávila (22 años, Chascomús); Daniel Alejandro Mntes (19 años, Avellaneda); Nicolás Da Silva (22 años, Lomas de Zamora); Matías Núñez (29 años, Florencio Varela); Marcos Ezequiel Ledesma (25 años, Lanús); Daniel Alejandro Duarte (40 años, San Martín); Alexis Gatica (25 años, La Matanza); Roberto Daniel Ortigoza (24 años, Quilmes) y Cristian Stehli (38 años, Villa Gesell).

Todas estas muertes tuvieron lugar este año en la provincia de Buenos Aires por personal de la Bonaerense y fueron producto del gatillo fácil, incendios en calabozos superpoblados, o muertes bajo custodia. Quiero decir, Berni debería aprender a cerrar el pico y trabajar con profesionalismo, entendiendo que no está actuando para las cámaras, haciendo una película o un nuevo spot publicitario. Y el gobernador debería también empezar a entender que no puede darle a Berni un cheque en blanco porque las habituales canchereadas de su ministro pueden arrastrarlo también a él.

Esteban Rodríguez Alzueta
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