Cambiar policías por trabajador*s sociales no es la solución a la violencia policial

En una nueva entrega de “Otrxs dicen: traducciones” traemos un análisis de Cameron Rasmussen y Kirk “Jae” James sobre las estrategias en Estados Unidos para el desmantelamiento de la opresión histórica a la población negra, específicamente la perpetuada por el Estado en los sistemas carcelarios.

Cambiar policías por trabajador*s sociales no es la solución a la violencia policial

29/12/2021

Por Cameron Rasmussen y Kirk “Jae” James

Foto: ROBERTO SCHMIDT / AFP VIA GETTY IMAGES

Hoy en día, Estados Unidos parece estar acercándose a un punto de inflexión en el desmantelamiento de su opresión histórica a la población negra, específicamente la violencia abierta y racializada sancionada por el Estado y perpetuada por los sistemas carcelarios (incluyendo a la policía). Décadas de esfuerzos abolicionistas y del movimiento de liberación negra nos han traído a este momento en el que no sólo se está dando una retracción del financiamiento para los departamentos de policía, sino que también nos convoca a preguntarnos directamente por qué tenemos policía. Desde Frederick Douglass (1) hasta Critical Resistance (2) (Resistencia Crítica), la abolición siempre ha sido algo más que librar a nuestra sociedad de la esclavitud y de los sistemas carcelarios. Angela Davis, Ruth Wilson Gilmore y Mariame Kaba nos han enseñado a much*s de nosotr*s que la abolición del complejo industrial-carcelario no se trata sólo de eliminar el encarcelamiento y la vigilancia, sino también de transformar nuestra sociedad, construir diferentes respuestas al daño, reinvertir y redistribuir recursos y prefigurar el mundo en el que queremos vivir. Una pregunta común del trabajo abolicionista es: ¿Qué se hará con el “crimen” en un mundo con menos o ninguna policía (y por extensión, menos o ninguna cárcel, prisiones y vigilancia)?.

Una idea cada vez más popular ha sido la de reemplazar a la policía por trabajador*s sociales, o traer más trabajador*s sociales para trabajar junto a la policía. Existe apoyo en la profesión para estas ideas, incluida la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales (National Association of Social Workers, NASW), la organización profesional nacional más destacada, cuyo CEO habló recientemente en el canal de televisión MSNBC sobre el valor de l*s trabajador*s sociales que pertenecen a las fuerzas policiales, de lo cual dijo: “Ell*s nos aman (…) nos respaldan y nosotros a ell*s, así que es una muy buena asociación”. Los comentarios del líder de NASW reflejan una gran disonancia dentro de la disciplina del trabajo social.


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Para mayor claridad, reconocemos que el trabajo social incluye a tod*s l*s trabajador*s que se identifican con el campo y que tienen variables grados de compromiso con la justicia social: desde trabajador*s de servicios sociales hasta organizador*s, desde quienes trabajan en clínicas hasta quienes diseñan política pública, desde l*s no matriculad*s hasta l*s más acreditad*s. Sin embargo, las organizaciones más poderosas, incluidas la NASW y el Consejo de Educación en Trabajo Social, y las personas que lideran la profesión, a menudo han negado su valor organizativo de justicia social y priorizado una búsqueda de capital, profesionalización y validación. 

Esto ha significado alinear el trabajo social con los sistemas y estructuras de poder, perdiendo gran parte de su capacidad de abordar la opresión estructural y formas racializadas de injusticia. Una manifestación neoliberal central de estas concesiones ha sido localizar las raíces de los problemas sociales y del “crimen” en el individuo. Esta idea dañina (que la sociedad está en peligro no por los sistemas e instituciones estatales, sino por el comportamiento individual), ha sido fundamental para el complejo industrial-carcelario y gran parte del trabajo social. Por lo tanto, no nos sorprende que el trabajo social sea aceptado tan fácilmente como una alternativa a la policía.

Los levantamientos y rebeliones como los que están sucediendo actualmente (3) nos dan la oportunidad de reflexionar y de expandir nuestra imaginación y accionar para que nuestras prácticas cotidianas, nuestras relaciones y nuestras organizaciones puedan materializar los valores que profesamos. Este momento le está pidiendo al mundo del trabajo social, incluidas a nuestras instituciones como la NASW, que nos hagamos cargo de nuestra propia historia como cómplices de la violencia estatal y que nos preguntemos: ¿Cómo podemos alcanzar un trabajo social que sea abolicionista y emancipador? ¿Y qué tipo de esfuerzos actuales de ciertos sectores del trabajo social van en ese camino?

Reconocimiento del trabajo social carcelario

Para transformar el trabajo social, primero debemos tener en cuenta cómo se lleva a cabo actualmente y cómo era en el pasado. Confrontar nuestra complicidad con la colonización, el capitalismo racial y las lógicas del neoliberalismo, así como nuestra relación con el estado carcelario, se han convertido en el núcleo de la práctica del trabajo social.

Sugerir que la respuesta para reducir el daño de la policía es reemplazarla por trabajador*s sociales pasa por alto tres verdades interconectadas que emergen del trabajo abolicionista.

La primera es que poner fin a la violencia policial requerirá mucho más que cambiar el quién y el cómo respondemos a un comportamiento dañino. La violencia policial es una ventana al complejo industrial-carcelario, que ha requerido inversiones masivas en el sometimiento, la criminalización y el encarcelamiento de personas negras, indígenas y otras comunidades marginalizadas, al mismo tiempo que los despoja de mecanismos de bienestar y desarrollo social. Cualquier esfuerzo serio para poner fin a la violencia policial no sólo debe transformar nuestras respuestas al comportamiento dañino, sino que también debe incluir una redistribución masiva de recursos y una reconfiguración de las relaciones y responsabilidades. La abolición del complejo industrial-carcelario requiere que invirtamos en el bienestar de todas las personas, comenzando aquellas ubicadas en los márgenes, para que tengan acceso a las necesidades humanas básicas de nuestra sociedad, incluida la salud, la vivienda, la educación y el empleo.

La segunda es que l*s trabajador*s sociales tienen una larga y problemática historia como soci*s del Estado, y a menudo han coadyuvado al fortalecimiento de la cárcel más que colaborar en la liberación. Mimi Kim (4) ha documentado la historia de la confianza del trabajo social en la respuesta punitiva como forma de abordaje a la violencia doméstica y las consecuencias dañinas que esto ha tenido sobre las personas marginadas. Dorothy Roberts, Don Lash y otr*s han demostrado cómo el sistema de protección infantil ha servido para criminalizar y castigar a las familias negras. Más recientemente, Beth Richie y Kayla Martensen acuñaron el término “servicios carcelarios” para identificar los servicios de trabajo social “que replican el control, la vigilancia y el castigo de la nación carcelaria”.

La asociación con el Estado comienza de manera temprana en la educación en trabajo social, en la que much*s estudiantes se capacitan a través de pasantías dentro de las cárceles, prisiones, intervienen en el marco de la aplicación de medidas alternativas o institutos de atenuación de la pena. Sin embargo, tal como concluyó un estudio de 2013 (5), menos del 5% de la educación en trabajo social ofrecía cursos con contenido relacionado con el sistema penal. Y aunque reconocemos el valor de reducir el daño dentro de estas instituciones, la falta de educación brindada a l*s estudiantes de trabajo social (entre otras fuerzas sociales, económicas e históricas) a menudo resulta en una aquiescencia a las estructuras de dominación e ideologías punitivas y racistas.

Aquí radica la base para cultivar un trabajo social abolicionista. Debemos desarmar estas ideologías (supremacía blanca, racismo anti-negro, colonialismo, cisheteropatriarcado) que sustentan los cimientos de los Estados Unidos, guían las prácticas de los sistemas carcelarios e impregnan el espíritu del trabajo social. Éste, al igual que la policía y las prisiones, son fenómenos sociales relativamente nuevos; sin embargo, todos están fundados por sistemas de creencias que se sostienen en jerarquías humanas, en las que las personas negras son percibidas intrínsecamente como criminales, los pueblos indígenas como descartables y las personas LGBTQ como una amenaza para la población binaria. Un análisis completo de la complicidad del trabajo social en defender estas ideologías y expiar el daño que hemos causado es un paso necesario para alcanzar un trabajo social abolicionista.


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Hacia un trabajo social abolicionista

El trabajo social abolicionista es un concepto en formación y nosotr*s mism*s continuamos lidiando con lo que es y no es, así como con el potencial que tiene para nuestro momento actual y para el futuro que queremos construir. En el mejor de los casos, el trabajo social será el “coro” de la abolición, acompañando en el trabajo de poner fin a la violencia estatal, mientras se apoya en formas más positivas de vínculos, prácticas y organizaciones. Si bien nuestro código de ética (6) no es de ninguna manera perfecto, se dirige hacia la liberación al exigir el compromiso social y político para garantizar que todas las personas puedan satisfacer sus necesidades materiales y lograr la autorrealización. Sobre la base de nuestro estatuto, la abolición del complejo industrial-carcelario proporciona un marco y estrategias para recalibrar lo que es y puede ser el trabajo social. Y esto requerirá que el trabajo social se vuelva se desprenda de su forma actual. Podemos imaginar un trabajo social enraizado en la solidaridad antes que la caridad, que sea descolonizado, desprofesionalizado, anticapitalista y comprometido con la reparación, la rendición de cuentas y la transformación continua. El pensamiento y la organización del feminismo negro nos han enseñado a crear con intención, a construir e imaginar al mismo tiempo y a asentar nuestro trabajo en la posibilidad.

A medida que crecemos en el trabajo social abolicionista, discernir qué esfuerzos son más o menos liberadores no siempre es evidente, pero es de vital importancia. En la actualidad, cuando ya se están produciendo formas de desfinanciamiento policial, no podemos darnos el lujo de exigir respuestas perfectas, pero sí podemos avanzar en el camino hacia la abolición.

Dean Spade nos ha ayudado a much*s de nosotr*s a identificar la diferencia entre “reformas reformistas” y “reformas liberadoras”. Hemos adaptado ligeramente sus preguntas (con su permiso) para ayudarnos a considerar y discernir los esfuerzos liberadores del trabajo social:

  • ¿Es responsable ante las personas para las que se propone trabajar y con las que trabaja? (es decir, ¿eso incluye quienes ocupan roles de liderazgo? ¿Está interviniendo sobre el poder? ¿Está funcionando para reducir y eliminar la coerción?)
  • ¿Proporciona un alivio material? En caso afirmativo, ¿a qué costo para la autonomía propia y a qué riesgo?
  • ¿Perpetúa las dicotomías e ideologías del bien-mal, merecedor-no merecedor, violento-no violento, criminal-inocente?
  • ¿Legitima o amplía los sistemas carcelarios? (es decir, ¿utiliza, afirma o amplía la criminalización, el encarcelamiento, la vigilancia y/o el castigo?)
  • ¿Moviliza a l*s más afectad*s para que se involucren en la lucha en curso? (es decir, ¿está construyendo poder?)

Much*s trabajador*s sociales ya están comprometid*s con la construcción del trabajo abolicionista, dándonos ejemplos tangibles de lo que es posible. Formaciones y organizaciones como Sobrevivido y Castigado (Survived and Punished) y Liberar a Adultos Mayores en Prisión (Release Aging People in Prison, RAPP), están trabajando para liberar a las personas de la prisión mientras que construyen poder con l*s más afectad*s. El Colectivo de Liderazgo de Hermanas (Sisters Leadership Collective, S.O.U.L.) moviliza a las niñas y mujeres racializadas involucradas en los sistemas (negras, morenas e indígenas) para interrumpir los ciclos de violencia, pobreza y opresión. Intervenciones Creativas (Creative Interventions) ha trabajado para detener la violencia interpersonal a través de la justicia transformadora, construyendo prácticas y guías para responder al daño por fuera del Estado. E incluso fuera del trabajo social, organizaciones como Movimiento por el Poder Familiar (Movement for Family Power) están trabajando para poner fin a la vigilancia y castigo que supone el sistema de acogimiento temporal de personas menores de edad, y para crear un mundo en donde la dignidad y la integridad de todas las familias sea valorada y apoyada.

El camino hacia la materialización del trabajo social abolicionista y la transformación de la sociedad será arduo. Pero el plan de acción está ahí. Debemos hacernos cargo de la verdad a medida que nos transformamos y, lo que es más importante, debemos atrevernos a imaginar y crear colectivamente un mundo en el que cada ser humano tenga el derecho de autorrealizarse y sentirse libre de daños. L*s trabajador*s sociales no acabarán con la violencia policial. Aun así, creemos en la posibilidad de un trabajo social más emancipador que considere central para la práctica el ponerle fin a la violencia estatal.

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Originalmente titulado “Trading Cops for Social Workers Isn’t the Solution to Police Violence”, y publicado en Truthout. Traducido por María Eugenia Zampicchiatti.

(1) Nota de traducción: Frederick Douglass (1818-1895) fue un reformador social estadounidense, abolicionista, orador, escritor y estadista.

(2) Nota de traducción: Critical Resistance es una organización con sede en EEUU, fundada por Angela Davis y Ruth Wilson Gilmore en 1997, que promueve la abolición del “complejo industrial-carcelario”.

(3) Nota de traducción: el artículo fue publicado originalmente en julio del 2020, por lo que refiere a las protestas que fueron llevadas adelante por el movimiento antirracista llamado Black Lives Matter ​(Las vidas negras importan) en respuesta al asesinato de George Floyd a manos de la policía.

(4) Nota de traducción: Mimi Kim es una activista histórica del movimiento estadounidense contra la violencia hacia las mujeres y es fundadora de Creative Interventions (Intervenciones Creativas), una organización que promueve respuestas alternativas a la violencia. Esta columna incluye uno de sus artículos, al que se puede acceder acá.

(5) Nota de traducción: refiere a Matthew W. Epperson, Leslie E. Roberts, Andre Ivanoff, Stephen J. Tripodi & Christy N. Gilmer (2013) To What Extent Is Criminal Justice Content Specifically Addressed in MSW Programs? Journal of Social Work Education, 49:1, 96-107.

(6) Con “nuestro Código de Ética” se refiere al Código de Ética de la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales (NASW). Disponible en español: https://www.socialworkers.org/About/Ethics/Code-of-Ethics/Code-of-Ethics-Spanish