Cosecha Roja.-

– Muy sufridos tenía esos ojos – dijo a Cosecha Roja Fernanda Villagra sobre el cuerpo de su hermano muerto.

Iván Rivadero murió en la Unidad Penitenciaria II de San Martín, en Córdoba, hace exactamente un año. Hay tres hipótesis de lo que sucedió. Para el Servicio Penitenciario de la provincia fue un suicidio. Según una investigación del diario El Argentino Iván se mató pero porque las autoridades carcelarias lo habían amenazado con trasladarlo a Cruz del Eje. La familia de la víctima cree que lo mataron y denuncia que había estado en la celda de castigo por tener un celular.

– Nunca creí que se hubiera suicidado. Cuando llegó el cuerpo al velorio nos pusimos a revisarlo. Abrí el cajón, no sabés lo que fue: tenía los ojos abiertos y un pedazo de la lengua para afuera, toda morada – contó la hermana.

A Iván lo velaron en la Iglesia Mensaje de Paz porque no tenían un mango. Fernanda cuenta que hasta el pastor dijo “este chico no se mató”. Y asegura que la cara de su hermano no estaba morada “como suelen tener los que se ahorcan” y que tenía el labio partido por dentro.

– Cuando vimos la boca lastimada nos pusimos a revisar todo el cuerpo: encontramos moretones, las manos lastimadas con marcas como de pelea, una puntada en el pie, patadas en la ingle y dos lastimaduras en el cuerpo que coinciden con las marcas de la remera.

Fernanda se había enterado de la muerte de su hermano a las 11 de la mañana por un llamado de la asistente social. Ese día no había llevado a los chicos a la escuela: “No sé por qué, me sentía mal, me sentía rara”, contó. Sonó el celular y Fernanda le pidió a su hijo que se lo alcance. Le preguntaron su nombre completo y todos sus datos.

– ¿Qué pasó con mi hermano? ¿Qué hizo ahora? ¿Pasó algo? – preguntó desesperada.

Del otro lado hubo un silencio, que duró segundos, pero que para Fernanda fueron horas.

– Ivan Regadero acaba de fallecer, se ha suicidado – le dijeron.

En paralelo, la hermana de Fernanda recibió un llamado de los presos.

– ¿Cómo está el día afuera? – le preguntaron.

– ¿Qué pasó? Dale, decime. ¿Qué pasó con mi hermano?

– Apareció muerto – le dijeron y cortaron.

La madre de Iván asegura que recibió más llamadas de internos diciéndole que lo mataron.

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Esa tarde fue de trámites: tocó tribunales y la morgue.

– ¿Mi hermano tiene alguna marca en el cuerpo? – preguntó Fernanda.

– Yo no vi nada.

– ¿Me pueden dar su ropa?

– No, porque te podés contagiar SIDA.

Fernanda insistió y la consiguió. “En una bolsa había una remera y un bóxer: nadie duerme en bóxer en la cárcel”, pensó. La remera, cuenta, estaba mojada como si la hubieran lavado.

La mamá de Iván acaba de ser aceptada hace 15 días como querellante en la causa. Ella y toda su familia sostienen que lo mataron y quieren que se investigue. Anoche hubo una manifestación en la puerta del penal. Se juntaron 50 personas, tiraron bombas de estruendo, pegaron carteles, llevaron banderas y encendieron velas por justicia.

– Yo creo que lo agarraron entre tres. Se defendía a muerte mi hermano. Y se defendió a muerte, pero le ganaron.

Rivadero tenía 23 años cumplía una condena de 4, le faltaban menos de dos para salir y hacía un mes que era papá: el 13 de abril de 2013 había nacido su hija. En algo las versiones coinciden: todos los días, Iván pedía psicólogo.

La investigación de El Argentino cuenta que a Iván lo habían amenazado con trasladarlo a la cárcel de Cruz del Eje, que queda a 150 kilómetros de Córdoba Capital. Eso, como a muchas de las familias cordobesas, les hubiera dificultado mucho ir a verlo. La única opción para evitarlo era convertirse en buchón. Pero Iván no quería y entonces calculó todo para que a las 7:30 (la hora normal de la requisa) lo encontraran herido, lo llevaran a enfermería y zafara del traslado. Pero ese día la requisa se atrasó. Y cuando, pasadas las 9, fueron a la celda, Iván estaba muerto.

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